Ahora que se ha inaugurado en Madrid la nueva Plaza de España, gracias a un proyecto respaldado unánimemente por todo el arco político municipal y por la ciudadanía, creando un espacio urbano y paisajístico sin igual en Europa, pido a los responsables de Patrimonio Nacional que limpie y restaure las fachadas del Palacio Real.
Pasear desde la plaza de España hasta el Palacio Real es un privilegio para el peatón sensible y con sentido de la historia de España. Contemplar los inmuebles remozados y restaurados del Edificio España, el Palacio del Senado, el Palacio de Godoy, el Real Monasterio de la Encarnación, el soberbio palacete que sigue albergando a la Real Compañía Asturiana de Minas, mientras se camina sin barreras ni tráfico perturbador hacia los jardines de Sabatini, la Plaza de Oriente, el Teatro Real y el Palacio Real, es un lujo del que disfrutan españoles y turistas extranjeros. Solo falta una pica en la que exhibir a los incívicos autores de pintadas en el mobiliario urbano y bordillos que ya han dado muestras de su vandalismo e impunidad.
Sin embargo, este placer para los sentidos se perturba al observar las soberbias fachadas del Palacio Real y percatarnos de la falta de limpieza, demanda de restauración en algunos de sus adornos, principalmente lumínicos, y, sobre todo, de pintura en sus 870 ventanas y 240 balcones con fraileros. El mayor palacio de Europa Occidental, con vistas a los cuatro puntos cardinales y siendo el de los cielos de la cornisa que mira a la Casa de Campo, a la sierra de Guadarrama, a la zona del Pardo y al Real de Manzanares, los más pintados por Velázquez en los que han pasado a llamarse “cielos velazqueños”, clama por una mejor y permanente conservación. No la de hora, que, tras la inauguración del “nuevo centro del centro de Madrid”, como ya se denomina, llama más la atención y suscita críticas de muchos paseantes, sean nacionales o extranjeros. Y son estos últimos los que se llevan una falsa imagen de España al constatar descuido en el mantenimiento de uno de nuestros más emblemáticos edificios: 135.000 metros cuadrados y 3.418 habitaciones que visitan dos millones de personas al año para gozo de sus tres principales arquitectos, Filippo Juvarra, Giambattista Sacchetti y Francisco Sabatini, y de los dos pintores de mayor fama de entonces encargados de decorar la nueva residencia real: el veneciano Giambattista Tiepolo y el alemán Antonio Rafael Mengs.
Patrimonio Nacional, institución dependiente de Presidencia del Gobierno, lleva seis años de vida convulsa que se traducen en cuatro presidentes y cinco gerentes en ese tiempo. Y no parece que esto sea lo mejor para una institución que es responsable, entre otros, de la gestión del Palacio Real, La Almudaina, el Real Monasterio de las Descalzas Reales, el Palacio de Aranjuez, el Palacio de El Pardo, el Palacio de la Granja de San Ildefonso, el Palacio de Riofrio, San Jerónimo de Yuste, el Monasterio de El Escorial, los Reales Patronatos, el Valle de los Caídos (ahora otra vez de Cuelgamuros) y el Museo de las Colecciones Reales, pendiente de fecha de inauguración, construido entre 2006 y 2016 con proyecto de los arquitectos Emilio Tuñón Álvarez y Luis Moreno Mansilla, y que cuando lo promovió en 1998 Álvaro Fernández-Villaverde, duque de San Carlos y quinto presidente del Consejo de Administración de Patrimonio Nacional, tenía como idea inicial enseñar al público las obras de arte (carruajes, joyas y tapices) de las dinastías que reinaron en España en los últimos siglos: los Austria y los Borbones; más tarde para recrear la historia de España a través de la Monarquía, y ahora, esperemos que no prospere, para contar únicamente la II República y la Guerra Civil.
Confiemos en el buen juicio de la actual presidenta, Ana de la Cueva Fernández, de la consejera gerente, María Dolores Menéndez Company y del resto de equipo directivo, para que no se dejen involucrar por mezquinos interés políticos y partidistas y puedan realizar una labor enriquecedora para la Nación española y el fortalecimiento del Estado.
JORGE DEL CORRAL Y DIEZ DEL CORRAL
