OPINIÓN

F. A. Juan Mata Hernández : «Ucrania, crimen y castigo»

F. A. Juan Mata Hernández : "Ucrania, crimen y castigo"

En las ciudades, las trompetas resonaban durante todo el día. Todos los hombres eran llamados a las armas, pero ¿por quién y para qué? Nadie podía decirlo y el pánico se extendía por todas partes. (Fedor Dostoyevski. Crimen y castigo)

Aunque los relatos de los medios acentúen que Putin se deja guiar por una especie de locura imperialista, sería falso enmarcar su actitud beligerante en patrones filo comunistas (=desterrar el capitalismo de su entorno). Más bien parece hoy su actitud la respuesta de una nación burlada por unos vecinos cada día más osados. Y esto supone ponerse frente a la furia de un zar con todo el poder nuclear en su mano, pero sin ser conscientes de los motivos por los que se siente maltratado. Y así parece que estamos llegando a la estación que se avecina, la guerra hecha realidad que nosotros mismos estamos provocando.

Estoy convencido, porque siempre es así, que la gran mayoría de la población rusa, lo mismo que la europea o la americana, tienen los brazos abiertos hacia sus convecinos y desean, deseamos todos, potenciar nuestra relaciones vitales. En nuestros días ya no nos vale la visión newtoniana de un universo que lo contiene todo y del que formamos parte; porque si eliminamos su contenido, es decir nosotros mismos, el universo desaparecería también. Leibniz definió esta situación como un universo “relacional” en el que esas relaciones son precisamente la razón de su existencia. No es, por tanto, osado afirmar que la guerra y las asociaciones guerreras como la OTAN o el Pacto de Varsovia, en su momento, constituyen un monumento al absurdo.

Por tanto, la eliminación paulatina del Pacto de Varsovia, que había surgido en 1955, como un equilibrio de poder y contraparte, para contrarrestar la amenaza de la OTAN (fundada en 1949), debiera haber llevado también a la desaparición del otro bloque. Pero no sólo no fue así, sino que varios de los países vecinos de Rusia que habían pertenecido a aquel bloque militar se fueron integrando en la OTAN ante la pasividad o la ingenuidad de Rusia, cuyos dirigentes veían con asombro como los misiles atómicos se acercaban más y más a sus fronteras.

Esta ampliación de la OTAN tuvo que ser una bofetada a la actitud pacifista rusa, pues evidentemente se erigía en aval de un riesgo injustificado y creciente para su propia existencia como nación libre y soberana. Ahora, pretender ir más allá aún, incorporando a Ucrania a la OTAN, parece ser la gota que rebasa el vaso de la paciencia de quienes aceptaron la disolución del bloque militar al que pertenecían y ven crecer frente a ellos el que les obligó en su día a crearlo.

Ya supimos cual fue la reacción de EE.UU. en octubre de 1962, a raíz de descubrir que Rusia había situado misiles de alcance medio en Cuba. Fue uno de los momentos en que más cerca estuvo de declararse una tercera guerra mundial, esta vez nuclear. La reacción americana, aun siendo en principio razonable que Cuba trataba de protegerse de una invasión de EE.UU. tras el reciente fracaso en 1961 del desembarco en Bahía de Cochinos, puede ser el mejor argumento para entender por qué ahora Putin se niega también a tener al enemigo a la puerta de su casa.

La negativa y el desprecio fue la respuesta y esa guerra, que acaba de empezar ayer, veremos si resolverá la incógnita sobre si era Leibniz o Newton quien tenía la razón.

(F. A. Juan Mata Hernández, c. t.)

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