OPINIÓN

Manuel del Rosal: «¿¡¡Desabastecimiento!!? Si, en mis bolsillos»

Manuel del Rosal: "¿¡¡Desabastecimiento!!? Si, en mis bolsillos"

“En un país bien gobernado, la pobreza es algo que avergüenza. En un país mal gobernado, la riqueza es algo que avergüenza” Confucio

A este gobierno se le debería caer la cara de vergüenza. Su gobierno ha aumentado la riqueza de los ricos y ha aumentado la pobreza de los pobres sin que se le vea atisbo de poner remedio a ello. España es un país mal gobernado porque su gobierno no enrojece de vergüenza ante el aumento de la pobreza de la mayoría ni tampoco siente pudor ante el aumento de la riqueza de unos cuantos. Naturalmente para que alguien siente vergüenza, primero debe tenerla y este gobierno ni tiene vergüenza ni se espera que la tenga.

Como todos los martes y tras desayunar, salgo a comprar lo necesario para la despensa. Primero el pan. Como siempre, pido dos barras de candeal, como siempre dejo dos euros sobre el mostrador y, cuando me encamino a la salida, la dependienta me dice

“Perdón Manuel, son dos euros con setenta céntimos” Quedo perplejo ante tamaña subida ¡un 35%! Sin embargo, callo porque sé lo que me van a decir y añado los setenta céntimos. Justo antes de salir echo una ojeada a los estantes y repisas: todo está perfectamente surtido, como siempre.

En Ahorra Más es donde compro la fruta, la verdura, la charcutería y, en ocasiones, carne y pescado. Entro en el establecimiento y lo primero (avisado por lo vivido en la panadería) es comprobar el desabastecimiento. Nada absolutamente nada de desabastecimiento. He terminado mis compras, muy similares a las de la semana anterior, y me preparo para enfrentarme al reto de pagar. Me guardo el tique.

Estoy en casa. Coloco la compra para, acto seguido, comparar el tique con el de la semana pasada (tengo por costumbre guardarlos) ¡Sorpresa! Cuatro de los nueve artículos comprados han subió entre un 15 y un 19%

Son las trece horas, momento en el que vuelvo a casa tras un paseo matinal por el parque. Recojo mi correo que está compuesto fundamentalmente por facturas, pues en una sola ocasión – la pensión – se me anuncia un ingreso en cuenta cada mes.

Me siento en el sofá del salón para repasar el correo entre el que emergen como una amenaza dos sobres de Iberdrola. Abro el primero, despliego el folio, veo que se trata de la factura de luz. No puedo evitar un respingo que me hace levantar del sofá pese a mis avanzados años: ¡¡185,49!! eurazos por disponer de energía eléctrica. Con mano temblorosa rasgo el siguiente sobre de Iberdrola; es la factura del gas…tiemblo: ¡¡200,38!! Eurazos por tener la casa calentita y poderme duchar con agua caliente.

Arrebujado en el sofá, con la mirada perdida me pregunto sobre el desabastecimiento que no ha sido a pesar de los alarmantes avisos. Y una reflexión viene a mi mente: Era y es verdad lo del desabastecimiento, pero era mentira donde se iba a producir: no en los alimentos, sino en los bolsillos de los ciudadanos.

MAROGA

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