OPINIÓN

Pedro Manuel Hernández López: «Juan Palomo”

Pedro Manuel Hernández López: "Juan Palomo”

¿Conocen Uds. a “Juan Palomo”…? Aunque su nombre coincide con el nuevo bar-restaurante del cocinero sevillano –del mismo nombre– y que ocupa el espacio de la antigua Casa del Almirante, sita en el número 22 de la castiza y sevillana calle Huelva…no, no se trata del mismo Juan Palomo. Este, el sevillano, se caracteriza por ofrecer platos de toda la vida, y donde, a la vez no te faltarán unas primorosas versiones de ensaladilla, las famosas croquetas del puchero, así como la tortilla de patatas hecha “ipso facto” –cuando la pide el cliente—o unos huevos con papas embellecidos con unos sabrosísimos carabineros de Sanlúcar de Barrameda.

En este artículo, me referiré al “Juan Palomo” recogido en la “Letrilla Satírica III” de Francisco de Quevedo, una de sus múltiples poesías satírico-burlescas, sin descartar otro posible origen. Desde entonces, la expresión “Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como”, es usada, unas veces de forma positiva, resaltando la autosuficiencia y la prepotencia de ciertas personas, y otras, en cambio, en sentido despectivo, aludiendo a un egocentrismo manifiesto y desmesurado. En esta ocasión, cómo no, voy a referirme, una vez más, al presidente Pedro Sánchez. A raíz de su disparatado e inimaginable affaire del “Sáhara-gate” le vamos a apodar el presidente “Juan Palomo”, dadas sus múltiples habilidades para convertir todo lo que toca—no en oro, como el mitológico rey Midas— sino en ruina, caos y estropicio, pero no para él, sino para todos nosotros.

Desde la Transición de 1978 todos los ejes de nuestra política exterior se apuntalaban en el consenso con el resto de las fuerzas políticas. Era una política de Estado, con independencia del partido que gobernara. Ahora, nuestro presidente “Antonio”, como le bautizó el primer ministro italiano Mario Draghi el pasado viernes– cuando fue recibido por su homólogo en Roma, junto a los líderes de Portugal y Grecia, Antonio Costa y Kyriakos Mitsotakis– ha cambiado, en un pís-pás, nada más y nada menos que la posición de España respecto al derecho de autodeterminación del Pueblo Saharaui. El bochornoso sketch tuvo lugar al rematar Sánchez su turno de palabra y agradecer la hospitalidad del pueblo italiano y del propio Draghi, cuando éste le espetó: ¡Mille grazie, Antonio!

La Resolución de la ONU 690, del 29 de abril de 1991, reconoce “el derecho del pueblo saharaui a su autodeterminación”, incluyendo además el territorio del Sáhara Occidental en la relación de los 17 estados que no han alcanzado “la plenitud de su propio gobierno”, considerando a España como la potencia administradora hasta la celebración de un referéndum. Desde esa fecha, la posición del Gobierno español ha sido siempre de respeto y acatamiento a la decisión de las Naciones Unidas…pero, he aquí que aparece en escena el presidente Sánchez “Juan Palomo” –si hombre sí, el de Quevedo, el de “yo me lo guiso, yo me lo como”—y sin consultar, una vez más, con los partidos de la oposición, sin escuchar al Parlamento y sin informar al Consejo de Ministros, decide –tras una exhaustiva, concienzuda y deliberada consulta consigo mismo, pues en su código deontológico solo existe el “yo ,mí, me, conmigo”– dirigirle en plan vasallo, una carta marrueca al sátrapa rey alauita, Mohamed VI, en la que le manifiesta que “España considera que la propuesta marroquí de autonomía para el Sáhara Occidental es la base más seria ,creíble y realista para la resolución del conflicto del territorio en disputa”(sic).

Ya saben cómo se las gasta este chico que se atreve a preguntar retóricamente en una entrevista pública: ¿Es que la “Fiscalía de quién depende? ¿De quién depende…? Sí, sí, del Gobierno –le responde el periodista– ¡Pues ya está!, subrayó Sánchez. Y eso, que cuando expresó –allá por enero del 2020– semejante bravuconada, cual chulo de barrio, aún era presidente en funciones.

Después de esta, vendrían todas las demás, una tras otra, hasta llegar a donde ha conducido a España: a la ruina y casi a una total destrucción de sus sistema político, económico, social y hasta moral.

Nuestro “Juan Palomo”, vuelve a confundir “el culo con las témporas”, al comunicar “su decisión exclusiva y personal” como “decisión de España”. No sabe o no quiere saber, que él –como presidente– no tiene ninguna competencia para ello. Se olvida, conscientemente, que nuestro régimen no es un régimen parlamentario “de gabinete”, sino “de primer ministro” o –en los términos de nuestra Constitución– de “presidente del Gobierno”, a quien inviste el Congreso y a quien puede hacer caer si triunfa una moción de censura. Como muy a pesar suyo, de una gran parte de sus ministros y de sus otros socios de investidura, España todavía es una “Monarquía parlamentaria” y no una república, y mucho menos presidencialista, nuestro sistema constitucional le otorga su representación, única y exclusivamente, al Rey –como jefe del Estado (art.56.1 de la Constitución)– y no al presidente del Gobierno; de igual manera, que al pueblo español, solo lo representan las Cortes (art. 66.1 de la Constitución).

Resulta, no solo criticable desde todos los puntos de vista, sino también extremadamente vergonzoso e inmoral, que tras la decisión que tomó, el pasado 14 de marzo, nuestro “Juan Palomo” sobre el Sáhara, no compareciese de inmediato en el Congreso para dar, sino cuenta razonada– sí, al menos, alguna inveraz explicación, como acostumbra– de un hecho tan vital y transcendente para nuestra política exterior, como el reflejado en su carta. Además, no se le ha caído la cara de vergüenza—carece de ella– al encargar al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares –más conocido como Napoleonchu– que fuera él quien diera en la Cámara Baja una primera y creíble explicación a una decisión “juanpalomera” y a todas luces inexplicable. Ha sido todo un espectáculo verdaderamente grotesco y muy digno del esperpento valleinclaniano, pero que en lugar de inducir a la risa, induce a la tristeza y al pesimismo colectivo.

Al cambiar de tercio ha conseguido ese “más difícil todavía” que solíamos oír de pequeños en el circo con el espectacular y peligroso número de los trapecistas. Él solito, sin ayuda de nadie –pues para eso es “Juan Palomo”, el de “yo me lo guiso y yo me lo como”—ha conseguido, no solo, que el embajador argelino haya sido llamado “a consulta”, abandonando Madrid, y el regreso, casi simultáneo, de la embajadora marroquí a España, sino que, además nadie del reino alauí le ha asegurado fidedigna ni documentalmente que su giro en favor de la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental conlleve, intrínseca y explícitamente, la plena garantía a la integridad territorial de Ceuta y Melilla, a la desaparición de las periódicas invasiones de sus fronteras y al blindaje en la colaboración de la inmigración irregular.

Nos ha sacado de Guatemala para meternos en “Guatepeor”. Ha cerrado en falso el mosqueo y la herida abierta con Marruecos desde el lamentable “affaire Brahim Ghali”, para abrir una nueva con Argelia. Ha conseguido que Argelia, aliado clave en el control de la inmigración irregular y nuestra principal suministradora de gas (en febrero 8.801gigavatios/ hora), haya anunciado –a través de Touffik Hakkar, presidente del grupo público gasístico “Sonatrach”— que su país contempla una subida inminente de precio para el gas que vende a España, al contrario de lo que ha decidido para el resto de sus compradores europeos. ¿Por qué seraaaá…? como decía Fedra Lorente, más conocida por la “Bombi”, en aquel concurso del 1972: “¡Un, dos tres…responda otra vez! Para España, el suministro de gas argelino es vital: más del 40% (8.000 millones de metros cúbicos) del consumido procede del país magrebí, siendo el único que nos lo suministra por el gaseoducto Medgaz y por un importe de 2.600 millones de euros.

En resumen, nuestro Pedro Sánchez, Antonio, “Juan Palomo” o como quieran llamarle, nos ha vuelto a hacer a todos “un pan como unas tortas”. Esta vez, como buen y aventajado pupilo, ha superado –no solo al nefasto ZP– en osadía y temeridad, sino hasta al mismísimo “Sastrecillo valiente”, el famoso y protagonista del tradicional y familiar cuento infantil de los hermanos Grimm (1938) que bordó en su cinturón la inolvidable y efectiva frase “Siete de un golpe”. Su volantazo a la posición de España con el Sáhara ha sido una jugada de alto riesgo a modo de un “órdago a la mayor”, ya que: 1) no ha garantizado la integridad territorial; 2) no ha cerrado el problema de Ceuta y Melilla; 3) no ha blindado la colaboración mutua en materia de inmigración irregular; 4) ha sido acusado por sus socios podemitas de desmarcarse del Derecho Internacional; 5) el PP y el resto de la oposición—incluidos los socios habituales– le han culpado de romper un consenso de 47 años;6) ha puesto en serio peligro las relaciones diplomática con Argelia;7) ha dejado la puerta abierta para que nos suban el precio del gas argelino; 8) y ha vuelto a incumplir lo que afirmó en el 40º Congreso del PSOE el pasado octubre. ¡Más de lo mismo! Seguimos siendo hijos de esa España, eterna “invertebrada”, que nunca aprende.

Este es el presidente que tenemos y, al parecer, sigue a rajatabla lo que Groucho Marx opina de la política cuando afirmó que: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

Con ella, sin pretenderlo, ha descrito a la perfección y mejor que nadie a nuestro querido presidente “Juan Palomo”, pues, según ciertas crónicas y leyendas populares orales, lo relacionan con el famoso cabecilla de la violenta cuadrilla de bandoleros de “Los siete niños de Écija”, llamado Juan Palomo y que fue a raíz d este bandolero y de su particular egoísmo, soberbia, codicia e individualismo a la hora de repartir parte de los botines obtenidos.

Finalizo, afirmando con F. Nietzsche –aunque modificándola parcialmente—su filosófica frase sobre los malos políticos y que, hoy, la aplico íntegramente a nuestro presidente Sánchez: “Casi todo político tiene tanta necesidad, en determinadas circunstancias, de ser o al menos de tener la apariencia de un hombre honesto, que, cual si fuera un lobo hambriento, irrumpe en el redil; más no solo para devorar el cordero robado –que también—sino para ocultarse tras su lanoso lomo”.

Pedro Manuel Hernández López, medico jubilado, periodista y ex senador.

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