OPINIÓN

Victor Entrialgo De Castro: «La guerra anacrónica»

Victor Entrialgo De Castro: "La guerra anacrónica"

Cierto que hay que darle a Rusia una salida. No solo por la cuestión nuclear por no volver a la guerra fría, o porque la Europa política no tiene nada contra el pueblo ruso sino contra la invasión de Putin.

Pero no basta con desear que la guerra se detenga para que termine, porque la guerra no es un instinto sino un invento. Es un hacer. Y por tanto se necesita otro conjunto de haceres complejos para lograr la paz.

Acabar con la invasión, reconstruir la Ucrania que Putin ha arrasado y responsabilizarle de las atrocidades que los movimientos previos de la OTAN pueden explicar, pero no justificar. Esa es la dificil tarea de nuestro tiempo.

Esta «guerra anacrónica», con sus crímenes de otra edad, capricho de un megalómano que la ha insertado a la fuerza en nuestras vidas, nos distrae  de tareas inaplazables y nos priva de recursos que no tenemos.

Algunos reparan ahora en que quizás Europa, con su enfrentamiento frontal con Putin y su ayuda incondicional a Ucrania, -con el apoyo anterior y actual de EEUU-, está adoptando una estrategia que prolonga la guerra en lugar de acortarla.

Puede ser. Pero tambien lo es que Occidente debe llegar con la posición más fuerte posible al momento de negociar. Si se admitiesen los desafíos y chantajes de Putin, -incluído el enemigo externo del que todo dictador echa mano para iniciar guerras o perpetuarse en el poder,- Europa estaría pagando con su debilidad, los logros conseguidos durante siglos.

Para desmentir tales excusas basta con citar «Mariupol» un nombre para la historia del horror y de la infamia y su intento de crear un corredor entre el Donbas y el Mar negro, intentando cortar la única salida de Ucrania al mar, aislándola en su «continentalidad.»

En 2014 los ucranianos se echaron a la calle en el  «Euromaidan» para protestar contra el gobierno títere de Moscu de Yanukovich que trató de impedir la voluntad inequívocamente europeista de los Ucranianos y sus Acuerdos con la Union europea.

Putin reaccionó anexionándose Crimea y la ciudad autónoma de Sebastopol, sede de la Armada rusa, violando la soberania ucraniana y modificando las condiciones de los referendum para hacerse con la región del Donbas, -Donetsk y Lugansk-, en la llanuras de los rios Dnieper y Donetsk.- Ni Ucrania ni la Comunidad internacional admitieron esas anexiones, ahora pretenden consolidarse a sangre y fuego.

Trataron entonces de asegurar la monitorización permanente de la frontera ruso-ucraniana y su verificación por la OSCE, a través de la creación de zonas de seguridad en las regiones fronterizas entre Ucrania y la Federación Rusa. Entonces llegaron los «ejercicios en la frontera de 300.000 hombres que el día anterior Putin negaba fuesen preludio de la invasión.

Esos son parte de los antecedentes.
Ahora Putin ganará prolongándola «su guerra anacrónica particular» por el chantaje nuclear, pero no «la guerra de nuestro tiempo». Su victoria será pírrica y perecedera provocando una OTAN más fuerte, lo que seguramente servirá de excusa para que ⁴ busque otros paises miembros o no de la OTAN para desestabilizar a Occidente. En España ya lo ha intentado con Puigdemont y con los que ahora ponen el grito en el cielo por haber sido investigados.

Cierto que hay que darle a Rusia una salida pero no puede ser en ningún caso la que él pretende, dividir Europa pisoteando con sus tanques los logros de la Unión Europea: un espacio de derechos y libertades que ha costado siglos conquistar sobre los que buscar el bienestar a traves de la libertad de circulación de mercancias y capitales.

Falta por saber si Putin ha calculado bien al emprender con su invasión de Ucrania una «guerra anacrónica» que a los ojos de las nuevas generaciones podía haber sido evitada con las armas de la diplomacia.

Porque llegará el día en que se levante el velo de su operación de castigo y su  «guerra anacrónica» y el enorme elefante se desmorone y lo hará seguramente, como sucedió con la URSS, sin sangre, porque esté helada, de repente y sin estruendo.

Víctor Entrialgo de Castro

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