OPINIÓN

Victor Entrialgo De Castro: «El Nombramiento»

Victor Entrialgo De Castro: "El Nombramiento"

Ahora te nombran algo, incluso «por sustitución», y lejos de sentir sobre los hombros el peso de la púrpura, la toga pretexta y la servidumbre de gobernar,  la peña da saltos de alegría como si le hubiera tocado el gordo, asistieran a su primer botellón o formasen parte de la conga de una boda de 500 invitados. Dale a tu cuerpo alegria Macarena.

Y no lo digo por los hombres, de cuya prudencia y fidelidad habla la gente, sino por los reinos de taifas. Los más contentos de todos, aparte del interesado, -que lleva esperando resignado y fielmente el turno sin apuñalar al anterior,- son aquellos a los que se ve dando saltos, que entran a favorecer a sus colegas y a sus cosas.

Aqui toda la familia política regional y nacional, incluidos los cuñados, acude a festejar un nombramiento que va a restar tiempo a la familia, como si le hubiera tocado el gordo o sacado una oposición, en lugar de comprender que uno se «inmola» personalmente porque le mola, pero en perjuicio de los parientes y en beneficio de la comunidad.

Quiero pensar que las magistraturas romanas no eran igual. Que el cónsul o el pretor, incluso el tribuno de la plebe recibirían la designación con orgullo y a la vez honda preocupación.

«Trabajaré de sol a sol hasta no se qué hora»….»Pondré lo nuestro por encima de todo,» donde lo nuestro, -se explica luego-, es «la suerte del pais», término que tampoco se aclara luego hasta que el recién nombrado dice «acto de pais», como cuando dicen «cerveza del pais» pero no se dice qué país, sino que se hace sólo para diferenciarse de los otros, como se dice centollos franceses frente a los buenos del Cantábrico. ¡Rápido! busca una mujer más, que somos 6 hombres! ¿Cual? Da igual. Es sólo para empatar. Y así, con estos y otros engaños, vive el pueblo sus trabajos y sus días.

Próxima su abolición, el Califato de los Omeya se dividió en 39 reinos como ciudades-estado que competían como bandos o facciones por poder y prestigio y probaron con su ineficiencia y su sobredimensionado tamaño, su falta de idoniedad para los fines que perseguían.

Esas banderías que caracterizan a los poderes autonómicos de nuestro país son pues reminiscencias de las facciones y banderías de los países árabes, incapaces de permitir que mande una facción y organizar una alternancia como vimos en directo aspañ la guerra de Libia que acabó con Gadafi, hasta llegar al Estado fallido.

Cuando no hay poder o el poder es débil, como sucede en España desde hace tiempo y especialmente con el gobierno social comunista de Sanchez basado desde su constitución en los  acuerdos con golpistas, la naturaleza, que tiene horror al vacío, tiende a llenarse.

Las banderías enseñan que es preciso estabilidad para que una de las facciones se imponga y las otras lo reconozcan, acordando la posibilidad de la alternancia en un plazo dado, si el pueblo asi lo manifiesta en elecciones libres no manipuladas, antes o despues del voto, como aquí. Y que ese poder tenga así la autoridad necesaria para ejercer la potestas y por tanto la estabilidad de todo el pueblo.

Cuando eso no sucede, como sucede aquí ahora mismo, y el gobernante se empeña en mandar sin autoridad ni legitimidad suficiente, tiene que hacer  equilibrios pactos y un montón de «nombramientos» contra la voluntad del pueblo, suprema injuria, incluso con quienes han utilizado la violencia más cruel o quienes se alzan contra el Estado y la Nación, de la cual Sanchez es ilegítimo presidente con la ayuda de su suegro, de Marruecos o del espíritu Santo.

Victor Entrialgo

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