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OPINIÓN

Manuel del Rosal: «Guarrerías españolas y la viruela del mono»

22 May 2022 - 16:33 CET
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“El sexo es el consuelo para los que ya no tienen amor” Gabriel García Márquez

“Recuerdo la primera vez que tuve sexo…todavía guardo el recibo” Groucho Marx

Guarrerías españolas. Así llamaba en sus chistes Chiquito de la Calzada a lo que quieren hacer pasar por amor y que tan solo es el sexo a la carta, mayormente una carta de desviaciones sexuales que, una vez cumplidas, tan solo dejan un vacío mortal y una insatisfacción que conduce a dar un paso más en la búsqueda de nuevas desviaciones que conducirán al mismo vacío. Lo último que nos ha llegado en esto del sexo es el “chemsex” aunque parece ser que no es tan nuevo, sino que las apariciones de viruela de mono en el colectivo gay, lo ha puesto en la actualidad.

El término chemsex de origen británico está formado por dos palabras: chem, en referencia a chémical como alusión a las drogas y sex, sexo. Podríamos concluir que el término alude a la práctica del sexo consumiendo drogas para alargar las sesiones de guarrerías a la carta.

Que el ser humano ha buscado siempre nuevas experiencias sexuales, es de todos sabido. Lo que a mí me llama la atención es que, a esta búsqueda enloquecida del placer por el placer, se le llame desde hace un tiempo “hacer el amor” cuando el amor nada tiene que ver con una práctica desaforada de sexo por el sexo en sí mismo, en la que el sentimiento es sustituido por un intercambio de fluidos corporales. El sexo es un acto mecánico que tan solo proporciona la salida a una pulsión, a veces muy difícil de soportar, y un placer físico momentáneo. Solo cuando el sexo va unido al corazón, al amor se produce el éxtasis; esto solo está reservado a los que se aman. Y esto es así porque el sexo sin amor solo alivia el abismo entre dos seres humanos de forma momentánea, dejando al final un vacío que conducirá a otro encuentro sexual que dejará otro vacío.

Cuando en un país el gobierno de una comunidad – en este caso la Valenciana – publica una guía para chicos y chicas en las que se les instruye a la práctica del sexo acompañado de drogas, no nos debe extrañar que el chemsex se haya convertido en la nueva forma de buscar placer sin importar con quién o quiénes, bastando el intercambio de babas, salivas y fluidos. Cuando una pareja de presentadores de TV, pareja en el trabajo televisivo y en la vida real hace apología de la infidelidad y de la promiscuidad como arma para “afianzar el matrimonio”, no debe extrañarnos que nuevas guarrerías españolas vayan apareciendo como un progreso en las relaciones de cama, sauna y jakuzzi que no en el amor. Cuando una sociedad está impregnada de sexo, de cualquier clase de sexo y con cualquiera, incluidos juguetes; desde la más temprana edad, todos los días del año y todos los años ¿puede sorprendernos que, primero el VIH que aún está aquí y aumentando entre las edades de 20 A 40 años y ahora la viruela del mono nos invadan?

Siempre los ha habido, pero en los últimos años de exaltación del hedonismo, están aumentando de forma exponencial. Me refiero a esos hombres y mujeres que diariamente degradan lo único que les queda: el sexo. No solo se entregan a su práctica como única salida a sus tensiones, sino que lo degradan a formas cada vez más antinaturales, más mecánicas buscando lo que nunca van a encontrar porque esa búsqueda se realiza en ausencia del amor al que han pervertido con las aberraciones sexuales a las que llaman “hacer el amor”

Julio Cortázar, en su novela Rayuela, define así el amor: “…Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio” Miguel Hernández, en su poema “Hijo de luz y sombra” lo define así: “Caudalosa mujer; en tu vientre me entierro/Tu caudaloso vientre será mi sepultura/.Si quemaran mis huesos con la llama del hierro/,verían cuan grabada llevo allí tu figura” Y es que el amor es dos seres fundidos en uno solo, dos corazones latiendo al unísono, dos ríos de sangre fluyendo del uno al otro y del otro al uno. Una entrega total de dos seres que renuncian a todo lo que no sea el amor entre ambos. Una alegría compartida, un dar sin pedir nada. Me faltan palabras para definir el amor, amor que cuando va acompañado de sexo nacido de ese amor, se convierte en algo sublime al que solo pueden acceder los privilegiados que renunciaron a todo por amor hacia el otro. En mis torpes palabras, eso es el amor; lo demás, lo que desde hace años y a través de los medios de comunicación, redes sociales y promesas de paraísos sexuales prometidas por personas pervertidas enfangadas hasta la médula de ensoñaciones vanas y egoísmos de todo tipo, no son más que guarrerías españolas cada día más guarras y sofisticadas que se expanden mediante los aspersores de unos medios de comunicación al servicio de los que han montado un negocio milmillonario vendiendo como paraísos lo que tan solo son infiernos de perversiones sexuales.

Que cada uno y cada una haga y practique con su cuerpo y con su espíritu lo que le dé la gana; allá ellos. Pero, por favor que no le llamen “hacer el amor”, que no perviertan la palabra amor incluyéndola en el léxico de las guarrerías sexuales, cada día más guarras que impregnan de babas, salivas y fluidos corporales los cuerpos y las almas de quienes las practican

MAROGA

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