Hartazgo supremo de Federico Jiménez Losantos ante las intromisiones del comunismo en todos los ámbitos de la vida de los españoles.
El columnista de El Mundo estalla este 10 de junio de 2022 con la intentona de Irene Montero de querer regular la vida sexual de los españoles, especialmente de las mujeres.
Porque, como reza el catecismo comunista, la política podemita y titular de Igualdad es de las que tiene a gala pedirle al respetable que haga lo que ella dice, pero no así lo que hace, que suele estar en las antípodas del mensaje que lanza a la ciudadanía:
«Yo me acuesto con quien me da la gana», dijo muy campanuda la ministra de Igualdad hace unos meses en el Senado. Lo malo es cuando se levanta. Ya vimos lo que le hizo a Tania Sánchez cuando la sucedió como favorita de Pablo Iglesias; y luego a Errejón, como portavoz del partido: una, detrás de la columna, el otro, a la calle. Ahora ha echado a la hija de Willy Meyer, mientras el padre de sus hijos pasea a Lilith Verstrynge. ¡El tirón dinástico! Pero lo de Irene, acostada o levantada, es especialmente peligroso, porque, yerma de saberes y ayuna de talento, suple sus vacíos con un sectarismo digno de Mao, Pol Pot o Abimael Guzmán.
Es típico en los líderes comunistas de segunda generación, desde Stalin hasta estas criaturas podemitas apenas alfabetizadas, el afán por controlar el sexo de la gente. Con todos los medios de producción en manos del Partido-Gobierno-Estado, les quedan la mente y lo inconsciente, y se entregan a reprimir, sobre todo, a los homosexuales y a las prostitutas. Unos, representan el sexo por el sexo, sin reproducir el «hombre nuevo»; otras, unen dos entes incontrolables: el sexo y el dinero.
Y pone otros ejemplos sangrantes para que las contradicciones del comunismo queden al descubierto:
Sendero Luminoso y otros grupos maoístas, expulsaban o fusilaban a los adúlteros. Y si la represión de homosexuales y la violación masiva de mujeres «burguesas», léase violables, empieza en Rusia con Lenin, el monumento comunista a la represión de homosexuales son las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), creadas por el Che y en cuya entrada ponía «El trabajo os hará hombres», imitando el lema de los campos de Hitler «El trabajo os hará libres». La Pasionaria se acostó con el guapo Antón y lo promocionó, pero se vengó de él sañudamente cuando quiso casarse con una de su edad.
Deja Losantos bien claro que Irene Montero puede hacer lo que le plazca, pero que el resto de los ciudadanos deben atenerse a unas normas:
En toda la historia del comunismo aparece el disfrute y abuso del poder en el ámbito más íntimo, el del sexo. Así que Irene puede acostarse con quien quiera; una prostituta, no. «Libertad, ¿para qué?», dijo Lenin. Al que, por cierto, le pagó el partido una prostituta francesa.