Tiene claro cuál es el panorama que le espera a Pedro Sánchez.
Argelia ha roto su amistad con España. O mejor escrito. Ha roto su amistad con Sánchez por su entrega del Sahara a Marruecos. Después de la operación ‘Pegasus’, Sánchez está desenfrenado. Los marroquíes tienen en su poder toda suerte de detalles escabrosos y financieros del matrimonio que hoy nos gobierna en España. Porque nos gobierna el matrimonio, y de eso no alberguen la menor duda.
El escritor afirma que las primeras consecuencias ya se empiezan a ver y que no serán las únicas que se produzcan:
Ya están enviando pateras abarrotadas desde las costas de Argelia a las Islas Baleares, su España más próxima. Ceuta, Melilla, los peñones de Vélez y la Gomera, el de Alhucemas, las islas Chafarinas y hasta la discreta y reconquistada isla del Perejil, serán de Marruecos en menos tiempo del necesario para que el dromedario preferido de Mojamé proceda a su pedorreta matinal. Territorios que son España con cuatro siglos de antelación a la creación del Reino de Marruecos serán entregados a cambio del silencio.
Avisa al inquilino de La Moncloa que no confíe tanto en el silencio de Marruecos:
No confíe tanto el singular matrimonio que en la Moncloa yace y despega, en el silencio de la morería. De repente, se hartan y sueltan todo lo que saben. Y lo que saben de Sánchez equivale –lo calculó un experto días atrás–, al contenido de más de 2.500 libros de una biblioteca especializada. Por eso y mucho más, la OTAN recela, la UE advierte, Argelia se harta, Marruecos chantajea, los españoles preparamos nuestra huida a no se sabe dónde, y la Alhambra, la Mezquita y el castillo de San Marcos ya están envueltos en papel de regalo.
Cree que el 19-J, el día de las elecciones andaluzas, Sánchez puede empezar a pagar sus despropósitos:
Todo está muy bien. Sucede que Sánchez y su esposa han olvidado que España, tan prudente, tan mansa, tan obediente, tan abandonada por la cultura –me refiero a la España de hoy–, tan desligada de su historia, tan manipulada, de golpe, sin que se presienta su reacción, se levanta y no consiente ser regalada, ni troceada ni humillada. Y ese levantamiento está a punto de producirse, no por la fuerza de las armas, sino por los resultados de los votos que serán depositados en miles de urnas en apenas diez días. Y por ahí puede iniciarse la nueva reconquista, y retornar a los tiempos de la diplomacia flexible, y al matrimonio y su cuadrilla de incompetentes y traidores, pues que les vaya bonito.
Y sentencia con lo que considera que será el final al que se ha hecho acreedor Pedro Sánchez:
Y nada hay más bonito que una panorámica, un paisaje español visto a través de unos barrotes. O una estancia en el Caribe con toda suerte de comodidades y hasta el final de sus días. Yo, personalmente, de ser Sánchez, elegiría la primera opción. España más cerca y con menos mosquitos.