Los errores en la política exterior española en el norte de África, al no haber sabido esquivar la confrontación argelino-marroquí, y acaso la falta de iniciativa en prevención que nos cogiera en medio de sus malas relaciones de vecindad, debía de haber supuesto una mayor cautela del gobierno español en cualquier movimiento relacionado con la zona y sus actores políticos.
Tanto Argelia como Marruecos, por razones históricas, comerciales, políticas, de seguridad y de vecindad, han de tener una preferente atención del gobierno español, desde la realidad que en las razones apuntadas subyacen intereses distintos, no siempre conciliables para los tres países, lo que debe conllevar una permanente relación lo más clara y fluida posible, abierta al diálogo para tratar de reducir las disensiones existentes y las suspicacias latentes, antes que deriven en desencuentros traumáticos con las consiguientes crisis, como la que padecemos.
La normalización de las relaciones de España con los vecinos norteafricanos es una exigencia de seguridad para nuestras respectivas sociedades (especialmente la colaboración en materia de seguridad por el terrorismo islamista, el control de la inmigración y la delincuencia internacional en la zona); también resulta necesaria en materia económica (de relaciones comerciales mutuas, como en la actualidad por el necesario suministro de gas); y por razones geopolíticas (Marruecos tiene una posición proclive al bloque occidental, pues cuenta con el apoyo de EEUU e Israel, siendo clave de estos en el mundo árabe; y Argelia se incardina en la zona de influencia rusa).
Actualmente estos incidentes diplomáticos también hay que enmarcarlos en la geopolítica internacional, en el ámbito de la guerra entre Rusia y Ucrania, en que dadas las posiciones de la OTAN (UE, EEUU, UK, etc.) y las de Rusia (según parece, pretende acceder a tener presencia naval en el Mediterráneo Occidental, con una posible base en Orán), cualquier torpeza diplomática podría servir para alentar una crisis que desestabilice al bloque contrario. Y en este punto podría pensarse que, aprovechando el enfado argelino con el cambio súbito de posición del gobierno español sobre la cuestión del Sáhara, se descartara a España como puente de suministro de gas argelino a Europa. Extremo que motivó la rápida iniciativa de Italia de ofrecerse a Argelia como alternativa a España; lo que podría entenderse como un gesto político desleal entre socios de la UE.
Aunque la UE haya salido reclamando de Argelia un arreglo con España, señalando que podría perjudicarse la propia relación entre el país norteafricano y la UE, parece inevitable que como mínimo se produzca una estimable alza en el precio del gas argelino, con el consiguiente agravamiento de la crisis económica. O sea, contra los intereses de España.
En tales circunstancias, cabe indicar cierta falta la previsión diplomática, que de haberse empleado adecuadamente nos hubiera evitado estos graves problemas con nuestros vecinos del sur, en ámbitos extraordinariamente sensibles para los intereses españoles. El inicio de esta crisis le costó el puesto a la ministra González Laya, y el tratar de arreglarlo con Marruecos nos ha llevado a una crisis no menor con Argelia, con una mejorable gestión del ministro Albares, que ha acudido a pedir ayuda a la UE, enfadando aún más al gobierno argelino.
Todo lo anterior, nos lleva a la necesidad de restablecer los canales diplomáticos con Argelia, como se han restablecido con Marruecos; aun siendo conscientes del papel que cada uno juega en esta “partida del ajedrez” geopolítico mundial. Pero también debería servir para evitar improvisaciones que generan desconfianza en materia tan sensible como perjudicial. Debiéndose de tomar la política exterior como una de las políticas de Estado, con el consenso parlamentario y la necesaria discreción, para que España sea considerada socio fiable en sus alianzas y sea respetada en el ámbito internacional. Si bien con el actual gobierno no es fácil que se logre, dado que en el seno de este tampoco hay acuerdo sobre la posición respecto al Sáhara.
Domingo Delgado Peralta
Periodista y Politólogo