OPINIÓN

Jose María Manrique Garcia: «Reconsideración sobre la Guerra de Malvinas en 1982- I»

Jose María Manrique Garcia: "Reconsideración sobre la Guerra de Malvinas en 1982- I"

Todo el Arte de la Guerra se basa en el engaño, Sun Tzu.

Por la vía del engaño harás la guerra (“be-tachbūlōt ta`aseh lekhā milchāmāh”). Lema original del Mossad, inspirado en el libro de los Proverbios (Prov. 24:6).

En un artículo anterior finalizaba constatando que el propio Comandante Jefe de la “Falklands Royal Task Force”, el Almirante Sandy (‘Arenoso’) Woodward, ordenó al Comandante de las Fuerzas Terrestres (General Jeremy Moore) que llegara a Puerto Argentino el 14 de junio u ordenaría la retirada total, puesto que estaban a punto de quedarse sin alimentos y municiones. Woodward, años después, dijo que escribió en su diario que “si los ‘argies’ nos soplan en la nuca nos mandan al fondo”, y públicamente amplió que “si los argentinos hubieran resistido una semana más la historia hubiera podido terminar de manera muy diferente”.
Analicemos ahora el final de la campaña militar y las causas de la guerra.

El recurso al bombardeo a la Argentina continental

En esa tesitura de agotamiento inglés, incluso mucho antes, Margaret Thatcher estudió seriamente el bombardeo convencional de Buenos Aires, mediante aviones Avro 698 Vulcan desde la isla Ascensión e incluso con el apoyo chileno para esas operaciones con bombas de 1.000 libras; en este contexto, creo interesante recordar que Thatcher pronunció en Gibraltar, en 1998, su “¡Bombardeemos Madrid!”, cuando un navío español entró en “aguas del Peñón”. Pero no solo eso, sino que incluso Inglaterra porfi la posibilidad de arrojar una bomba atómica sobre el continente, concretamente sobre la ciudad de Córdoba y su complejo industrial-militar de la Argentina. En el libro “Rendez-vous: el psicoanálisis de Francois Mitterrand”, de Ali Magoudi (2005), el autor, médico del presidente de Francia, Francois Mitterrand, relata que este le contó, el 7 de mayo de 1982 y ante la presión que ejercía la inglesa en relación con los Exocet, que “tuvo una diferencia de opinión con la Dama de Hierro. ¡Qué mujer imposible esa Thatcher! … No se puede ganar una batalla contra el insular síndrome de esta incontrolable mujer británica, que quiere provocar una guerra nuclear por unas pequeñas islas habitadas por tres ovejas tan peludas como congeladas”.

También Estados Unidos, quien, no obstante, no tuvo problemas para ignorar el Tratado de Río -Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca- (TIAR), dinamitándolo en la práctica, contribuyó a convencer a Thatcher para que no usara la bomba atómica. Sin duda Washington consideró que no hacía falta, pues estaba dispuesto a seguir ayudando a Inglaterra, a la que incluso había ofrecido un portaviones (El País, 3-III-1984), con información, combustible, avanzados misiles aire-aire Sidewinder 9L y un largo etcétera.

Reino Unido, a pesar del Tratado de Tlatelolco (1967), por el que se creó en Hispanoamérica la primera Zona Libre de armas atómicas del mundo, ha reconocido que desplegó, al menos, 31 armas nucleares durante la Guerra de Malvinas (también el submarino Conqueror las llevaba). Siempre se ha sospechado que el paso de la flota de invasión por Gibraltar fue para aprovisionarse de ellas. En algún momento de la guerra, quizás tras encajar las primeras bombas argentinas, la mayoría de estas armas pasaron a las bodegas de los portaviones y de determinados barcos auxiliares/mercantes.

Las armas atómicas eran, oficialmente y olvidándonos de posibles torpedos atómicos, de dos tipos: cargas de profundidad y bombas lanzables desde aeronave. De ambos tipos había versiones de instrucción inertes. Seguramente las llevadas al Atlántico Sur eran del tipo WE.177, de las que hubo tres versiones de aspecto exterior muy similar; la WE.177A era de fisión y podía ser lanzada por los Harrier embarcados en los portaviones. La WE.177A tenía un peso de 272 kg (600 libras) y un rendimiento variable entre 10 kt (kilotones) y 0’5 kt.

La situación militar el 14 de junio de 1982, día de la rendición

A toro pasado, desde la distancia y con carencia de información, pues tato Inglaterra (100 años de secreto) como Argentina siguen sin divulgar muchos informes, es fácil caer en errores. Pero hay datos que sí han surgido con el tiempo. Veamos.

Obviando que los argentinos debieron llevar a las islas más y mejores medios humanos y, sobre todo, materiales (Galtieri, ordenó reforzar las islas tras inspeccionarlas el 22 de abril), para hacer frente a la hipótesis más peligrosa, que Inglaterra fuera a la guerra, como fue; un fallo imperdonable fue el que no se prolongara la pista de aterrizaje de Puerto Argentino, con planchas adecuadas, para permitir su utilización por los aviones de caza argentinos. Su despliegue inicial argentino fue equivocado: dejando desprotegido San Carlos y guarneciendo Gran Malvina, y sin una reserva más o menos móvil que pudiera, al menos, hacer maniobras retardadoras del desembarco y primeros avances. En Pradera del Ganso, primer gran combate terrestre, los argentinos no dispusieron fuerzas suficientes y acumularon suicidas órdenes y contraórdenes.
En todo caso, tampoco ha trascendido que las guarniciones tuvieran orden de “defensa a toda costa”, como cabría y debería haber sucedido para frenar el avance y compensar la inferioridad numérica frente a los ingleses. Hubo bastante rendiciones, terminando por la de Menéndez.
Al decir del almirante yanqui Harry Train, si el General Menéndez hubiera contraatacado con energía y sus mejores unidades en Pradera del Ganso y Fitz Roy (desembarco de Bahía Agradable -Bluff Cove-), hubiera bloqueado el avance inglés por el Sur, menos dificultoso que el de las montañas del Norte. Solo hubo contraataques locales y ninguno de carácter general.

Abundando en el llamativo comportamiento del mando argentino en Malvinas, en la primera semana de junio, mientras las fuerzas británicas se preparaban para asaltar una serie de colinas cerca de Stanley, Menéndez fue presionado por Galtieri para contraatacar el asentamiento de Fitzroy, pero decidió quedarse. la defensiva. En el documental Falklands: How Close to Defeat? (Malvinas, ¿cuán cerca de la derrota?), el brigadier Julián Thompson reconoció que un contraataque argentino allí habría “frenado el avance británico, causado muchas bajas y podría haber forzado a la opinión pública internacional a inclinarse a que el Gobierno Británico llegase a algún tipo de acuerdo”. En el mismo documental, el Jefe del Batallón de Infantería de Marina nº 5, Capitán de Fragata Carlos Hugo Robaccio, manifestó: «Yo quería contraatacar, teníamos un plan y la tropa estaba lista para partir; estábamos planeando hacerlo de noche, pero la autorización nunca llegó; el general (Menéndez) dijo “no puedo apoyar esto con la logística que tenemos”; creo que debería haber desobedecido las órdenes y contraatacar, estábamos a sólo un paso de ganar la guerra si al menos lo hubiéramos intentado, deberíamos haber dado el último paso».

Recordemos que, según dijo Woodward luego, si Puerto Argentino hubiera aguantado una semana más, los británicos habrían colapsado al menos logísticamente. Al respecto de la defensiva sin idea de retroceso y los contraataques generales, el citado Capitán de Fragata Carlos Robaccio (llegaría a contralmirante), escuchó mucho más tarde a sus oponentes, que los ingleses no entendían por qué no contraatacó en M. Willians el 13/14 de junio, dado que “no solo no teníamos capacidad de tomar su posición, sino que no hubiésemos resistido un contraataque argentino … teníamos 450 bajas entre muertos y heridos y estábamos destrozados» (testimonio de Robaccio a Patricio Lons; solo el bombardeo en Bahía Agradable han reconocido que les había producido 56 muertos y más de 150 heridos). Robaccio pidió al General Menéndez autorización para el contraataque, quien se negó. El Mayor Aldo Rico, jefe de la Compañía de ‘comandos’ 601, junto con el Mayor Mario Castagneto, de la Compañía 602, propusieron al Teniente Coronel Seineldín, Jefe del Regimiento de Infantería nº 25 (en realidad un batallón), arrebatar el mando a Menéndez, pues consideraba que se pudo haber aguantado más (Guerra en la Argentina, tomo I, Ed. Espuela, 2012); las tres unidades citadas podrían haber intervenido también en los últimos crontraataques. Por cierto, Aldo Rico testimonió también que Menéndez había predicho que los ingleses desembarcarían en San Carlos y avanzarían por las Alturas Rivadavia.

Un testimonio más, Tony Davies, Sargento Mayor de los Guardias Galeses (hoy teniente coronel retirado) dijo lo siguiente al diario Clarín (28-V-2007): «uno o dos días más y nunca lo hubiéramos hecho (ganar). Para el desembarco de San Carlos nos habían prometido cobertura aérea, que nunca tuvimos; que iba a haber helicópteros, que no tuvimos porque ustedes habían hundido el Atlantic Conveyor. Comida, munición, transporte estaban en extremo racionamiento una semana después de San Carlos. En mi regimiento terminamos usando lo que las tropas argentinas dejaban en la retirada: comida argentina, munición argentina y, en muchos casos, armas argentinas porque eran mejores a veces que las nuestras. El día de la rendición íbamos a atacar Sapper Hill. Pero el General Menéndez dijo «se acabó». La artillería nuestra tenía sólo para cuatro rondas (salvas), que es nada. No teníamos gasolina, ni comida y muy poca munición. Y estábamos perdiendo a muchas tropas por enfermedad, el frío, las heridas de las batallas. Un día o dos más ahí y podría haber pasado cualquier otra cosa».

Pero lo más grave de todo, y poderosamente llamativo, es que el General Mario Menéndez se negó a cumplir la orden de resistir hasta el final que le dio personalmente, por radio, el General Galtieri el día 13.

En el mejor de los casos, muchos errores del mando argentino como para ser casuales. Y cometidos, además, por desobedientes militares preparados y que contaron con medios suficientes.

Reconsideración sobre la Guerra de Malvinas en 1982- II

Con mi agradecimiento a Patricio Lons, Óscar Abudara y José J. García L.

Conclusiones

Si Gran Bretaña no usó las armas nucleares ante su más que posible derrota fue porque probablemente utilizó otra “arma de destrucción masiva” a la que nos tienen acostumbrados los sajones: la traición la traición sobre el terreno de determinados mandos militares conexos y supeditados a sociedades secretas y otras obediencias. Así como en los Sitios de Gibraltar, en Ayacucho (1824) y en 1898 en Manila-Santiago de Cuba-Puerto Rico ganaron negociaciones y “Batallas Fingidas” previamente pactadas, todo parece indicar que en Malvinas ocurrió lo mismo. Y siempre las mismas ‘muletillas’: ahorrar bajas civiles y las vidas de los soldados, además de carencia de medios, sin mención al deber con la Patria.

El General Menéndez, un “militar ilustrado” que había acompañado a Galtieri a Usa, en noviembre de 1981 en sus tanteos previos a la invasión, de los que Galtieri salió diciendo, y hay testimonios de primera mano de ello, “¡Señores, está todo arreglado! ¡Vamos sobre Malvinas! ¡Contamos con el apoyo de los EEUU!”), lo cual demuestra que Usa, como con Iraq en relación a Kuwait (1990), indujo el ataque argentino y Galtieri mordió el anzuelo. Conseguido lo anterior, los ingleses aceleraron la guerra mediante los permisos a los chatarreros argentinos de Costantino Davidoff que iban a desguazar emplazamientos en las Islas Georgias, forzando y adelantando la guerra. Mario Benjamín Menéndez seguramente tuvo contactos y compromisos secretos con sus atacantes, y por eso se atrevió a desobedecer al Jefe de la Junta Militar y Presidente de Argentina, lo que suponía sentencia de muerte en consejo de guerra sumarísimo. Al contrario, fue de los mejor parados en la inmediatamente posterior época de ‘desmalvinización’, incluso a pesar de haber mandado en 1976 el “Operativo Independencia” y el centro de internamiento “la Escuelita de Famaillá”, dentro de la lucha antisubversiva.

Respecto a la masonería, hay obligadamente que citar que prácticamente todos los caudillos secesionistas hispanoamericanos fueron miembros de la misma. Concretamente, José de San Martín, Simón Bolívar, Bernardo O´Higgins y Guillermo Brown pertenecieron a la logia Lautaro (desarrollo de la fundada por el traidor Francisco de Miranda en Londres en 1798). Y, según la magnífica obra de Federico Rivanera Carlés (La historia ocultada, los conversos y la independencia de Hispanoamérica), en gran medida eran criptojudíos conversos. En artículos anteriores hemos encontrado el rastro de la masonería al hablar del Capitán de Navío Carlos Corti, miembro de la Logia P2, a lo que podemos añadir que el Almirante Massera, miembro de la Junta Militar, fue acusado, junto con otros (López Rega, Suárez Mason -Jefe del Estado Mayor General del Ejército-, etc) de pertenecer a la misma. En 1983 la prensa argentina hizo alguna mención a la más que posible circunstancia apareció que masones argentinos de ascendencia británica habrían trabajado como virtuales espías ingleses. Baste lo anterior como muestra.

Para ayudar a entender todo lo anterior, hay que considerar varias cuestiones más.

Argentina había derrotado la subversión comunista de los terroristas montoneros, en una guerra que duró toda la década de 1970 y en la que los subversivos contaron incluso con sus propias fábricas de armas y explosivos. Oficialmente, los muertos por el terrorismo fueron 1.631 (353 policías, 117 militares del Ejército de Tierra, 38 de la Fuerza Aérea, 11 de la Armada y 1.112 civiles). Todo lo cual nos recuerda mucho a ETA.
Argentina había ganado esa lucha y, además, había colaborado con Estados Unidos en ayudar a otras naciones hispanas sometidas a similares ataques. Un detalle muy significativo fácil de constatar en internet: «cuando venía Vernon ‘Dick’ Walters (general y ex subdirector de la CIA) entraba en el despacho del General Galtieri sin llamar a la puerta»; recordemos el papel de Walters en nuestra pre-transición y en la relación Usa-Marruecos. Walters estuvo en Argentina entre el 10 y el 1 de mayo, entrevistándose, por separado y supuestamente pidiendo negociaciones, con los miembros de la Junta Militar, pero también ‘dialogó’ con otros militares, y con políticos, empresarios y dueños de medios de comunicación, sin que haya trascendido sus directivas, no solo a los argentinos adecuados, también a chilenos y peruanos. Todo para que el 4 de junio EE.UU. y Gran Bretaña vetaran en la ONU un proyecto de alto. Definitivamente: la Guerra de Malvinas fue entre Argentina y la coalición anglosajona.

Argentina, como España, tenía en marcha un programa nuclear y espacial muy avanzado (misil Cóndor).
Pero el problema venía de lejos: Inglaterra fue la artífice de la separación y la desmembración de Las Españas Americanas, fundamentalmente a través de las sociedades secretas (masonería, etc). Teodor Herzl, el ideólogo del sionismo, en su libro El Estado Judío (1896), pensó en dos países como hogar del futuro Estado de Israel: Argentina y Palestina.

La aceleración de la desestabilización argentina se produjo a la par que el acoso internacional a un Perón con gran influencia política ya en la Segunda Guerra Mundial, en la que Argentina fue fundamentalmente neutra, que había ayudado a la España de Franco (fue presidente de 1946 a 1955), y que había tenido unas muy eficaces políticas sociales y de nacionalismo económico. Hay quien dice que la sentencia contra Perón fue consecuencia de la unión económica con Chile en 1953, con la vista puesta en crear los Estados Unidos de Hispanoamérica.

Inglaterra inició los preparativos para una guerra tras su derrota en la ONU (1965; el año anterior había instado a Inglaterra a descolonizar Gibraltar), como se desprende del Informe del Honorable Lord Frank.

Luego vino la citada desestabilización y la guerra subversiva.

Otro dato, en 1980, dos años antes de la guerra, el Consejo Nacional de Seguridad norteamericano aprobó el “Free Ocean Plan” (Plan para los Océanos Libres), en el que se defendía la presencia británica en todo el Atlántico Sur, calificándola de indispensable: “… aun cuando los Estados Unidos puedan contar con un apoyo efectivo y duradero de la Unión Sudafricana y de la República de Chile, y eventualmente de la Argentina, que facilite la ejecución de sus planes para el extremo sur de los tres océanos, es indispensable contar con el apoyo de Gran Bretaña … que debe ser nuestra principal aliada en esa área, no sólo porque es nuestra amiga más confiable en el orden internacional, sino porque todavía ocupa diversas islas en el Atlántico Sur que, en caso de necesidad, podrían convertirse en bases aeronavales, de acuerdo con el modelo de Diego García , o en punto de apoyo logístico como la isla Ascensión. Las islas Tristan de Cunha, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y Falkland podrían servir … Esta política ha de estar referida especialmente a las Falkland … debe persuadirse a Gran Bretaña de que su permanencia en las Falklands será de gran importancia estratégica para la seguridad del mundo libre”.

Los sajones planearon aquella guerra detalladamente y con tiempo, máxime tras la victoria argentina a la guerrilla comunista, y luego engañaron como a niños a los militares para que invadieran, sin sangre, eso sí, Malvinas. Y, por supuesto, planearon que en Puerto Argentino hubiera un “Don Julián” Menéndez que hiciera que la resistencia en tierra fuera ‘creíble’, pero la rendición segura.

El derrumbamiento político que siguió a la rendición, seguido de la “desmalvinización”, hundió a la Argentina en una caída en barrena que aún no ha tocado fondo. Y no solo en Argentina, porque el plan de destrucción de los ejércitos de las naciones hispanoamericanas, o “desmilitarización» de Iberoamérica, las afectó/afecta a todas (ver: El complot para aniquilar a las fuerzas armadas y a las naciones de Iberoamérica; Resumen Ejecutivo de EIR por G. y D. Small, Washington,1993).

La explotación inglesa del “éxito militar” se institucionalizó en los Acuerdos de Madrid, de 1989 y 1990 (el Versalles Argentino), donde una clase política argentina transformó la rendición militar de las islas en rendición incondicional y general.

Además de con Gibraltar y el “Desastre del 98”, ¡qué de similitudes con el Sáhara y con nuestra ‘Transición’ y la situación actual!

La Guerra de Malvinas fue un episodio más de la guerra contra la Hispanidad que luchan los sajones desde el divorcio de Enrique VIII y Catalina de Aragón, como muy bien dice el historiador y comentarista Patricio Lons. Una muestra objetiva es que el “desfile de la victoria” inglés se celebró el 12 de octubre de 1982. Y detrás del protestantismo y los pueblos sajones está eso que dulcificadamente se denomina plutocracia, con su pesada carga de anticatolicismo.

J. Mª. Manrique

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