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Manuel del Rosal: «Orgullo gay ¿orgullo de qué?»

Manuel del Rosal: "Orgullo gay ¿orgullo de qué?"

Todos los años cuando llega la fecha de la celebración del orgullo gay, me hago la misma pregunta: ¿de qué se pueden sentir orgullosos estos hombres y mujeres?

¿Se sienten orgullosos de los casi 40 millones de personas que viven actualmente con sida? Puede que su orgullo provenga de los 80 millones de personas que han sido infectadas por el virus VIH desde que en los años 80 se diagnosticaron los primeros casos. Acaso el orgullo se puede explicar por los 39 millones que han muerto infectados o del aumento de casos en los últimos cuatro años entre los hombres con edades comprendidas entre 25 a 39 años. Puede que para este colectivo todo lo reseñado sea motivo de orgullo.

Puedo asegurar que nada tengo contra la homosexualidad y los homosexuales, pero si contra ese barniz basto de supremacía que impregna muchos de sus actos, manifestaciones y declaraciones. Cada uno es libre de hacer lo que le venga en gana con su cuerpo y con su alma – si la tiene – Como dice el refrán popular: “Ca uno es ca uno y seis, media docena” o como dijo Rafael El Gallo: “Hay gente pa tó”

Fue un 28 de junio de 1969 cuando tuvieron lugar los conocidos disturbios de Stonewall del Greenvillage neoyorkino entre los homosexuales y la policía.

Defendían los homosexuales sus derechos frente a la represión y opresión de la sociedad. El espíritu de esa lucha legítima, con el paso de los años, se ha ido diluyendo en manifestaciones fuera de tono, en exhibiciones de mal gusto y en justificaciones injustificables. Las celebraciones del orgullo gay hoy son una payasada, una horterada trufada de exhibicionismo decadente y fatuo. Bien parece un escaparate de cuerpos mostrando sus carnes abiertas en canal, de sudor compartido y poses híbridas de ellos y ellas. Nada, absolutamente nada del espíritu que capitaneo los disturbios de Stonewall.

Los homosexuales, apoyados en los poderosos “lobbys rosas”, han pasado de ser criticados a criticar, de sentirse ofendidos a sentirse superiores y menospreciar quienes no comulgan con ellos, a perseguidores de todo y todos los que vayan contra sus postulados, a inquisidores de los que no comulgan con sus ruedas de molino de color rosa. Tras la llamada ideología de género se oculta el adoctrinamiento de la población; la manipulación a la que es sometida la sociedad es brutal. Va a llegar un momento – no está muy lejano – en el que el heterosexual sea visto como el “raro”. Las personas con tendencias sexuales, llamémoslas clásicas, serán marginadas, excomulgadas y apartadas de los círculos donde se toman las decisiones. Todo esto será así si la sociedad no despierta y hace frente, no a una tendencia sexual legítima, sino a un asalto al poder apoyándose en los “derechos” de los homosexuales. Porque de eso se trata, de la posesión del poder.

La farándula progresista de estos días de exhibiciones de carnes abiertas en canal, nada tiene que ver con la legítima defensa de los derechos de quienes se sienten diferentes en sus inclinaciones sexuales, nada tienen que ver con la revuelta legítima de 1969 en el Greenvillage, en el bar Stonewall. La escenificación burda, hortera y ridícula de hombres y mujeres mostrando sus carnes como si de una supremacía carnal sobre los modestos hombres y mujeres heterosexuales se tratara, no es más que la demostración de la falta de argumentos y la excusa para que, una vez al año, ese colectivo se desate y, como un escaparate de culos y tetas, de rienda suelta a sus ensoñaciones que tan solo sirven para que todos ellos tengan una vez al año su minuto de gloria.

MAROGA

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