La grave crisis económica que se cierne sobre Europa, derivada de la crisis energética en el pulso que sostiene con Rusia por su invasión de Ucrania, está lastrando el progreso económico y social de las naciones europeas, que se enfrentan a una recesión de impredecibles resultados.
Llevamos unos meses desde que se adoptaron las medidas económicas sancionatorias por parte de la UE a Rusia y la escasez de la energía viene determinando una escalada de precios que están dando lugar a una peligrosa escalada inflacionaria en la generalidad de los países europeos, en lo que parece que la UE se haya dado un “tiro en el pie”.
De hecho, con el aumento de los precios de la energía, muchos países emergentes acudirán a Rusia para que les abastezca, y dado que esta tendrá que buscar nuevos mercados, la finalidad de aislar a Rusia no será factible. Así es el caso de la India que ha triplicado sus importaciones de petróleo ruso, e incluso Pakistán negocia la compra de gas ruso. Todo lo cual, hace presagiar un grave error de cálculo en las medidas sancionatorias para asfixiar la economía rusa, al encontrar nuevos mercados. En tanto que la que se está ahogando es la economía europea.
Nadie niega el quebrantamiento del derecho internacional por parte de Rusia al invadir Ucrania, hecho injusto como tantos otros conflictos en el mundo, pero con el envío de armamento y apoyo económico de la OTAN (especialmente EEUU, Reino Unido y la UE) a Ucrania lo que era un conflicto regional está pasando a ser un conflicto a escala global y se está alargando la guerra, que difícilmente ganará Ucrania y de la que Rusia no se retirará sin su particular trofeo (al menos la región del Dombás), además de estar arrasando el país invadido, con el lamentabilísimo resultado de víctimas que está produciendo.
La cronificación del conflicto supone la prolongación del sufrimiento, que no parece que le convenga ni a los contendientes, ni tampoco a la UE que está resultando afectada.
En el seno de la UE, se empieza a palpar la tensión económica y social por el alto coste de los productos energéticos y por la inflación que, de desembocar en la temida recesión, dará lugar a una crisis económica y social, que redundará previsiblemente en tensiones políticas. De hecho, ya se empiezan a percibir en países como Italia con la dimisión no aceptada del primer ministro Draghi. A la espera de otros reajustes económicos en Francia, Alemania, España, etc. ¿La tensión social será soportable para la UE y sus miembros?
Todo ello sin contar con que el conflicto bélico no se extienda y alcance mayores y peligrosas dimensiones (entre potencias nucleares). De hecho, hay un “punto caliente” entre Lituania y Kaliningrado, en que se controla el acceso de bienes rusos a su enclave en el Báltico, lo que está elevando la tensión, pudiendo tener algún indeseable incidente con la consiguiente escalada.
En tales circunstancias, creo que a la UE le interesaría reconducir el conflicto hacia el restablecimiento de puentes diplomáticos con Rusia que propicien la desescalada y la paz, necesaria para la estabilidad de Europa, tan dependiente energéticamente. De lo contrario, apostar por la confrontación, además de perjudicial para la estabilidad económica y social de la UE, podría llegar a ser temeraria desde la perspectiva de la seguridad internacional. Tal es así que no pocos expertos militares, desde el comienzo del conflicto, están advirtiendo que hay que darle una salida a Putin para concluir con este conflicto.
Los líderes de los países occidentales deberían saber que, en política internacional, muchas veces los ideales ceden al peso de la realidad geopolítica.
El reto recae sobre el presidente de turno de la UE, Macrón a la sazón presidente francés, que ya jugó un destacado papel de mediación con Putin al inicio del conflicto, aunque no diera el pretendido resultado, en la habitual posición de relativa independencia de París respecto de Washington.
Domingo Delgado Peralta
Periodista, Politólogo, Máster en Seguridad