OPINIÓN

Manuel del Rosal: «El grito»

Manuel del Rosal: "El grito"

“Yo no sé muchas cosas, es verdad / Digo tan solo lo que he visto. / Y he visto: / que la cuna del hombre la mecen con cuentos, / que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, / que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, / que los huesos del hombre los entierran con cuentos / y que el miedo del hombre…/ ha inventado todos los cuentos. / Yo no sé muchas cosas, es verdad, / pero me han dormido con todos los cuentos…/ y sé todos los cuentos” León Felipe

“La más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena” Mahatma Gandhi

Edvard Munch pintó “El grito” en 1985. Quiso reflejar en el cuadro la ansiedad y la angustia que atenazan al ser humano. Munch explica cómo le nació la idea: “Caminé una noche en una carretera. Estaba cansado y enfermo. Me quedé mirando al otro lado del fiordo, el sol se estaba poniendo, las nubes estaban teñidas de rojo – como sangre -. Sentí como si un grito atravesara la naturaleza – creí oír un grito -. Pinté este cuadro, pinté las nubes como sangre real. Los colores estaban gritando”

Un grito es inquietante, pero el silencio lo es aún más. El grito tiene terminación, el silencio puede ser espantoso por lo infinito. Y hay un grito que es sordo y mudo, es el grito de los perdedores. Y los perdedores son siempre los mismos

El ser humano ha vivido siempre con angustia, con ansiedad, con incertidumbre. Pocas veces la certeza ha caminado a su lado y si alguien cree en la certeza es que es un imbécil sin remedio. En la mal entendida y peor valorada Edad Media, los hombres tenían más certezas que tiene en este siglo XXI. Y eso era porque les sostenía una fe inquebrantable y una vida marcada por el ritmo pausado de la naturaleza y el equilibrio de su relación con ella. Hoy el hombre ha roto las cadenas de amor que le mantenían al lado de la naturaleza respetando sus ciclos, sus ritmos, su equilibrio y está ansioso y angustiado, además de perdido. Se cree más libre por haberse soltado de las amarras con las que la naturaleza le sometía para que el equilibrio no fuera roto. Una vez roto el equilibrio, el hombre expresa su angustia con el grito o con el silencio.

La angustia envuelve al hombre de hoy y de esa angustia nace el sentimiento de aislamiento personal y de impotencia. ¿Y qué hace el hombre ante tamaña situación? Busca desesperadamente hacer algo, da igual lo que sea: diversión, viajar, trabar y romper relaciones, vivir una realidad mágica a través de las redes sociales y, sobre todo practicar el gregarismo porque la angustia impide al hombre vivir solo consigo mismo. ¿Y todo eso para qué? Para buscar una solución a una situación insoportable que no quiere o no puede reconocer. Y sueña constantemente olvidando que, a más sueños, más pesadillas. Y grita con un grito de silencio, un grito interior que no puede oírse, pero que es el grito de la angustia, de la ansiedad que le provoca su vida de autómata, su vida carente de actividad espontánea que es sustituida por la actividad impuesta: deportes, viajes, bebidas, drogas, identificación con los personajes famosos y famosillos; cualquier cosa que le excite y que le haga sentir y sentirse algo. Pero ese algo es algo ajeno a él mismo porque él mismo ha perdido su identidad para formar parte de una masa donde se siente arropado, aunque está solo con la peor soledad: la que se siente aun estando rodeado por todos.

El grito del hombre de hoy es un grito de silencio que en ocasiones sale provocando situaciones terribles. Es el grito de quien no se encuentra a sí mismo, de quién está perdido, de quién, desde hace mucho tiempo, ha roto el equilibrio entre él y la naturaleza, de quién carece de fe y no cesa de buscar la solución sin saber ni cómo ni donde buscarla cuando la tiene muy cerca: la solución la tiene dentro de sí mismo.

MAROGA

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