OPINIÓN

Manuel del Rosal: «El abuelo cumple 100 años. Homenaje al abuelo»

Manuel del Rosal: "El abuelo cumple 100 años. Homenaje al abuelo"

Mis nietos se ríen y mis hijos se sonríen de mi por mi aspecto decrépito, por mi falta de energía, por – según ellos – mi ignorancia. Me dicen “anda abuelo si tú no sabes nada”. Al mismo tiempo se quejan de la vida que llevan teniendo como tiene a su alcance tantas y tantas oportunidades que ven pasar sin mover un dedo; sin embargo, también me dicen “Si tú tuvieras que vivir ahora comprenderías porque nosotros nos quejamos”. Y les he escrito una carta a cada uno de ellos y a cada uno de mis hijos que ya no ven en mi más que un estorbo.

“Nací en 1922 recién terminada la primera guerra mundial que se llevó por delante 22 millones de muertos y nos dejó un río de miseria. Anteriormente, entre 1918 y 1920 la gripe española asoló el mundo cobrándose la vida de 60 millones de personas – algunos hablan de 100 – Y vosotros os quejáis de haber estado confinados rodeados de todas las comodidades por la pandemia del Covid. También os quejáis de dormir en camas estrechas. Debéis de saber que yo dormía con otros dos hermanos en una cama de 80cm. Y lo hacíamos atravesados colgándonos las piernas porque no podía ser de otra forma… y sobrevivimos. Como sobrevivimos al hambre, pero esa hambre que te hace sentir el estómago como raspado por una lima. Cuando cumplí los 18 ya estábamos en la segunda guerra mundial, pero habiendo pasado antes por una guerra civil sangrienta que nos dejó sin muchos seres queridos y con una miseria como no se puede definir porque no hay palabras para definirla…y sobrevivimos. Ahora, cuando estáis rodeados de abundancia, ni apreciáis lo que tenéis, ni os movéis para mejorarlo apoltronados en vuestra desidia. Como tantos y tantos de mi generación, esa generación que levantó España, yo trabajaba desde los 12 años arrastrando carretillas de arena por una miseria que era necesaria para que la familia pudiera sobrevivir. Seis días a la semana, 10 horas cada día…y sobrevivimos. Hoy, vosotros renegáis del trabajo y a lo más que aspiráis es a un subsidio que os permita no doblar el espinazo que os puede herniar. Cuando terminó la segunda guerra mundial yo tenía 23 años y luchaba por tener una situación económica suficiente como para poder crear una familia. Tras años de esfuerzo, estudio y dedicación lo logré. Dormía cuatro horas al día, el resto estaba ocupado por mi trabajo y mis estudios en la universidad nocturna, y como yo muchos y muchos de mi generación, una generación difícil que se repita en este mundo de hedonismo y ausencia de responsabilidades…y sobrevivimos. En este tiempo de comodidad y hedonismo las palabras esfuerzo dedicación, mérito han desparecido de vuestro vocabulario y así estáis siempre en precario y recurriendo a este abuelo de 100 años que está arrugado, decrépito y falto de energía, además de – según vosotros – ser un ignorante. Este ignorante os ha salvado y os salva de situaciones a las que abocais por falta de coraje y por sobra de egoísmo.

En este mundo nuevo de progreso sin límites, no habéis progresado nada. No vais a progresar porque estáis muy cómodos en lo que llamáis “vuestro espacio de confort”. Y porque vuestro egoísmo no os permite ver más allá de vuestras narices y, a lo sumo, cuando miráis algo para sentir autoestima, os miráis vuestro orondo ombligo. Es posible que yo sea un ignorante, pero mi corazón y mi cerebro están intactos a mis 100 años, llenos de alegría, de aquella alegría con la que vivíamos a pesar de no tener nada porque lo teníamos todo lo que de verdad hace la vida feliz; esas cosas sencillas que hacen que tu vida sea sencilla y plena. Hoy he cumplido 100 años encerrado en este Gulag al que vosotros llamáis “residencia para ancianos” y en el que me recluisteis para que no os molestara, y al que acudís a pedirme ayuda monetaria en vez de asumir vuestra responsabilidad, identificar el problema y luchar por solucionarlo. Hoy, en mi 100 cumpleaños, habéis venido a verme. No ha superado los 10 minutos el tiempo que me habéis dedicado y no he sentido el más mínimo calor de cariño en ese tiempo. Como muchos de mi generación he sobrevivido a todo, también sobreviviré a este encierro porque sigo siendo libre. Mientras mi corazón y mi cerebro permanezcan fuertes, yo seré libre aún encerrado. Y mi corazón y mi cerebro están fuertes, tan fuertes y lúcidos como siempre porque Dios me concedió ese don, ese Dios en el que vosotros no creéis porque vuestras creencias se quedan estancadas en las nuevas tecnologías y en esa nueva y destructiva religión a la que llamáis “consumismo” y que os consume.

“He cumplido 100 años y sigo sonriendo a la vida porque cada minuto de ella es un regalo de Dios”.

MAROGA

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído