Escila y Caribidis son dos monstruos marinos de la mitología griega situados en las dos orillas opuestas de un estrecho canal de agua marina (el actual Estrecho de Mesina) y tan cerca una de otra que los marineros intentando evitar a Caribidis terminaban por pasar muy cerca de Escila y viceversa. Mientras que Escila vivía en los acantilados y tenía doce patas, seis cuellos largos y afilados dientes que devoraban a quienes osaran acercarse, Caribidis tragaba una cantidad de agua tres veces al día para devolverla otras tantas veces, formando un peligroso remolino que absorbía todo cuanto estaba a su alcance.
Ninguno de los dos destinos era más atractivo ya que ambos eran muy peligrosos y difíciles de superar. Ulises en su viaje de vuelta a Ítaca, su patria – después de la Guerra de Troya, narrada por Homero en la Odisea—por consejo de Circe, “diosa de la magia”, navegó por el lado de Escila y así solo perdió a seis marineros, pero no al barco entero con toda la tripulación. Como sucede con otras tradiciones orales –fruto de la herencia de la mitología griega— la frase “estar entre Escila y Caribidis”, en la actualidad, se usa también para referirse a la expresión muy similar de “estar entre la espada y la pared”, es decir: “Encontrarse uno mismo entre dos peligros inminentes, de modo que alejarse de uno de ellos supone acercarse irremediablemente al otro y viceversa”.
Esto es lo que le ocurrió a Pedro Sánchez I, “El presidente Felón”, en su polémico duelo político –en los escaños del Senado– con Alberto Núñez Feijóo, el sagaz gallego de la villa de Peares (Ourense), el invicto presidente de la Xunta de Galicia durante cuatro legislaturas consecutivas, el nuevo inquilino de Génova 13 y, el flamante y preclaro presidente nacional del Partido Popular
En ese dialéctico y esperado rifi-rafe, Sánchez, durante todo el tiempo de su intervención, estuvo “entre Escila y Caribidis”. Esto se tradujo en que o atacaba, insultaba y descalificada a Núñez Feijóo, como hizo durante toda su extensa exposición y se acercaba a los peligros de Escila o se dedicaba a exponer sus inconsistentes, ineficaces e ilógicas propuestas, a la vez, que sus muy rebatibles soluciones políticas para frenar seriamente la general y grave crisis de España. De ser así, serían los terribles remolinos de Caribidis, disfrazados de mentiras y falsedades –sobre las medidas de ahorro energético del Gobierno, la pronta remisión de la inflación, la excepción a las instalaciones de cogeneración de gas, la promesa, siempre incumplida, de prorrogar las ayudas sociales, la no aversión “oficial” a la banca y grandes empresas, el dudoso crecimiento de la economía nacional y del PIB, la ayuda a las empresas con gran uso de gas (anuncio que se atribuyó el felón de Sánchez, aun a sabiendas que fue el PP quien la propuso), la llegada de miles de millones de los fondos europeos para la digitalización y reindustrialización verde, el progresivo crecimiento del Estado del Bienestar, la subida continua de los salarios, etc., etc.– los que le amenazarían, aunque él, como siempre, echaría balones fuera y culparía de todo al PP, al Covid-19 y sus múltiples olas, a Putin, a Núñez Feijóo y hasta al miura “Islero”, responsable de la muerte de Manolete, un 29 de agosto de 1947, en la plaza de toros de Linares (Jaén), si fuera preciso.
Ante este grave dilema en que se encontraba decidió o quizás le “decidieron” a que optase por “Escila”, es decir por el insulto personal y la descalificación política a Alberto Núñez Feijóo. En el fondo pensaba, casi convencido, que su elección le iba a resultar más favorable y plausible de cara a sus votantes y a la opinión pública y, que incluso, él iba a salir mejor parado y más brillante su exposición que si optaba por “Caribidis”. En esta opción, nadie le aseguraba ni el más mínimo éxito ni las más mínimas ganancias. En el fondo, ni él mismo –a pesar de su chulería verborreica y de su megalómana prepotencia—estaba seguro de poder derrotar a Núñez Feijóo en ninguno de los temas que le habían llevado al Senado. Con toda seguridad, el cauteloso gallego le iba a “dar sopas con honda” en cualquier asunto que abordase. Como así fue.
Aquí, como en todo, hay quien vio el “vaso medio lleno”, reconociéndole a Sánchez su “pírrica victoria” y, otros que lo vieron “medio vacío”, concediéndole el triunfo a Núñez Feijóo y por “goleada”. Con independencia de como vieran el vaso unos y otros –a veces la visión queda supeditada a la “ideologiofília” o enmascarada por la“ideologiofóbia”—la verdad es que el debate no tuvo apenas desperdicio, de principio a fin, quedando bastante clara la distinta visión y actitud de ambos ´líderes frente a unos mismos problemas que reclaman soluciones urgentes y resolutivas. Lo que fue obvio y evidente, para todos los que seguimos el debate en directo, a través del televisor, es quién fue el invicto duelista y, éste, sin lugar a dudas, fue el sagaz y comedido gallego, el orensano de la villa de Peares.
Pese a que la actual y grave situación política exige actuar de inmediato y, a ser posible, con cierto grado de consenso y en la misma dirección, Sánchez prefirió recitar “mántricamente” un amplio listado de “descalificaciones” –que supuestamente le había dedicado en los últimos meses el líder del PP—para así demostrarles a los senadores de los distintos grupos parlamentarios, que el jefe de la oposición, pese a su recatada fama, también miente e insulta al presidente del Gobierno, algo que el propio Feijóo negó rotundamente y se pudo comprobar durante su turno de intervención. Entre los supuestos insultos destacó los de que su gobierno, –según Núñez Feijóo– era un gobierno autista y déspota, con un ejecutivo débil sectario, autoritario y ególatra, que hacía políticas frívolas, que tenía un consejo de ministros inexpertos, que practicaba una política populista y con una actitud caudillista y adanista y, que ese era el señor Feijóo, el señor que no insulta al presidente del Gobierno.
Si esos fueron los “insultos”, según él, no sé de qué se quejaba, pues solo estaba describiendo y contrastando una realidad objetiva e irrefutable. Ante esto, señor presidente, recuerde el refrán popular de “El que se pica, ajos come”…y que además todos estos refranes conservados y transmitidos a lo largo de la historia suelen ocultar verdades como templos. Este, en concreto, se refiere y va dirigido a todo aquel que –como usted señor presidente Sánchez—se siente aludido, durante una conversación, reunión o debate parlamentario, dando a entender que tiene mucho que ocultar o ver, con el motivo de la alusión.
P
or su parte, el líder da la oposición, Alberto Núñez Feijóo, como suele ser costumbre en él, fue rebatiendo –una por una y no exento de razón e ironía– todas las mentiras, las medias verdades y los insultos que el presidente del Gobierno vertió desde la tribuna del hemiciclo del Senado y, fue aportando las soluciones necesarias y convenientes ¿Cómo le podemos creer si dice que somos los que más hemos crecido cuando es lo contrario?. Cuando sus ministros, e incluso usted mismo, me insultan –y suelen hacerlo frecuentemente por consigna—están desatendiendo sus obligaciones primordiales diciendo no a nuestras propuestas, aunque meses después las aplican. Me imagino que ya se habrá acostumbrado a dormir con Bildu como socio, ya que con Podemos hace tiempo que si puede. Debería atreverse a hablar con los ciudadanos “a capea” y sin un “casting” previo como hizo en la Moncloa, premiar a los ahorradores de energía y apostar claramente y con decisión por las energías renovables sin olvidarse de la energía nuclear. España es el único país de los 13 con energía nuclear que no plantea reactivarla. Decir que las empresas me han llevado hasta la presidencia nacional del PP es un grave insulto a la Democracia, a la militancia, a los simpatizantes de mi partico y a mi persona. A mí sí me interesa España, cosa que a sus socios no. Por eso le hacemos propuestas. No seremos socios eternamente, pero siempre seremos aliados de nuestro país. Yo he venido aquí a ofrecer un acuerdo de Estado en competencia energética, usted ha venido a insultarme pero si rectifica nos tendrá a su lado. Su intervención no es propia de un presidente. Para hacer oposición solo tiene que esperarse a las próximas elecciones. Es usted un mal presidente y no un dictador, porque un dictador manda en todo su gobierno, pero usted no manda ni en su propio Ejecutivo.
¿Me dice que no tengo experiencia en gobernar, después de haber ganado cuatro legislaturas por mayoría en Galicia? La única experiencia de gobierno que usted tiene es haber sido concejal del Ayuntamiento de Madrid y en la oposición. Por cierto, me he leído todos los CV de su ministros y no le miento, si le digo, que no he empleado en ello más de cinco segundos. Pone en mi boca el tema de ETA y para nada he hablado de ella, pero se olvida de contarnos que acaba de acercar a las cárceles vascas a dos de los etarras más sanguinarios, “Parot” y ”Txapote”, con más de medio centenar de asesinatos sobre sus espaldas, claro que ese es el tributo a pagar a sus socios de Bildu para seguir ocupando el sillón del Gobierno.
Estas y otras “perlas”, casi iguales a estas, fueron las tremendas descalificaciones y los injuriosos insultos que, según el presidente del Gobierno, le dedicó el líder de la oposición durante los 27 minutos usados en sus dos intervenciones frente a los 132 minutos usados por Pedro Sánchez. No olvidemos que el debate, con este formato, había nacido ya inclinado hacia un lado, el lado del presidente, por eso no le ha respondido a ninguna de las propuestas de Núñez Feijóo ¿saben por qué…? Porque llevaba todo el discurso escrito sin saber lo que le iba a preguntar. ¡Así se las ponían a Fernando VII y ni por esas…!
Pedro Manuel Hernández López, medico jubilado, periodista y ex senador por Murcia.