La chusma progre convierte una zafiedad en un delito de odio

Sánchez y los caraduras que no ven odio en los homenajes a terroristas etarras, quieren crucificar a unos estudiantes

La Fiscalía y su doble vara de medir: calla ante los abusos a menores pero investigarán este caso que las terminales mediáticas progres han convertido en un escándalo

Sánchez y los caraduras que no ven odio en los homenajes a terroristas etarras, quieren crucificar a unos estudiantes

Como suele decir el incombustible Carlos Herrera cada mañana, vamos a hablar de lo que el Gobierno Sánchez no quiere que hablemos.

Podríamos empezar revelando que los ministros y su jefe no solo no están dispuestos a apretarse el cinturón, sino que se suben el sueldo más que nadie.

Pero vamos a pasar, de momento, sobre ese insultante 4% de aumento salarial para el Presidente y sus acólitos.

La Fiscalía de Sánchez, que ni pestañea cuando unos psicópatas homenajean a los terroristas de ETA, va a investigar su hubo delito de odio en la actuación de unos estudiantes que gritaban cifradas a sus amigas del colegio mayor de enfrente.

Las niñas prostituidas en Baleares, nada.

De la chica menor de edad abusada por el entonces marido de Mónica Oltra, tampoco.

De los azotes a Mariló Montero que calentaban a Pablo Iglesias, ni flores.

Irene Montero, ministra de Sánchez, propugna públicamente las relaciones sexuales de adultos con niños y ni un suspiro.

Y lo acongojante es que los periodistas, casi en bloque, muerden el anzuelo.

Resulta sorprendente la capacidad que tienen la izquierda y sus terminales mediáticas, agrupadas en la ‘Brunete Pedrete‘, para convertir en un escándalo de dimensiones colosales el zafio comportamiento de unos chavales, pasados de hormonas, que se limitaban con bastante torpeza a soltar expresiones soeces desde las ventanas.

 

Suenan fuertes los gritos, pero descontextualizarlos para utilizarlos como arma política, como han hecho Pedro Sánchez y sus compadres, revela hasta qué punto la Brunete Pedrete y los progres sólo ven delitos de odio cuando le interesa.

Los ‘insultos’ zafios contra las jóvenes del colegio mayor próximo, forman parte de una estúpida tradición que se califica por sí sola, pero no hay ahí un delito de odio ni nada parecido.

Máxime cuando las chavalas del colegio mayor ‘atacado’ dejan de salida muy claro que no se sintieron ofendidas, que todo era un juego pactado y que se trata de una broma -de mal gusto- que se perpetúa año tras año.

Hasta las chicas, presuntamente agredidas en su dignidad femenina, le quitan importancia y subrayan que las cosas se han sacado de quicio.

 

En estas circunstancias, que la Fiscalía investigue si estamos ante un delito de odio resulta tan ridículo como indignante, porque el Ministerio Público exhibe una peligrosa doble vara de medir.

El condenado por secuestro Otegi, redactor con el socialista Sánchez de la delirante Ley de Memoria Democrática, enaltece a un etarra fallecido y la Fiscalía no observa indicio alguno de apología del terrorismo, pero ahora investiga si los jóvenes del colegio mayor madrileño cometieron un delito de odio, mientras la izquierda y los tertulianos de plantilla los presentan ante la opinión pública como peligrosísimos hijos de papá, referentes de la ultraderecha más reaccionaria, que están sembrando la semilla de la violencia contra las mujeres.

La hipocresía de la izquierda no tiene límites: la misma que sale en defensa de Mónica Oltra cuando la justicia le imputa un delito de encubrimiento de su ex marido, abusador sexual de una menor, ha encontrado ahora en el comportamiento zafio y estúpido de unos jóvenes el motivo perfecto para montar una nueva campaña.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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