EN EL ÁMBITO MORAL NO HAY DIFERENCIAS SUSTANCIALES ENTRE SÁNCHEZ Y FEIJÓO

Feijóo y el dilema entre servir a España o arrodillarse ante las élites globalistas

Feijóo y el dilema entre servir a España o arrodillarse ante las élites globalistas

La euforia de los primeros días tras el oportuno paso del Padornelo se diluye en el olvido. Feijóo vuelve a decepcionar a los esperanzados que lo recibieron con vítores y serpentinas. Una esperanza basada en la proyección de los propios deseos de los anhelantes, más que en la certeza de una apuesta acertada. El orensano de los Peares, una vez superada la amenaza de los dosieres que lo habían mantenido anclado en la plaza del Obradoiro, lo tenía todo en bandeja para llegar, ver y vencer: por un lado, un Partido Popular descafeinado y desabrido, con escasas convicciones ideológicas e incapaz de emprender la remontada; y, por otro, un gobierno que a través de decretos, trampas, mentiras y corrupción económica y moral, fragmenta la nación y vende sus piezas a precio de mercadillo, aparte de arruinar y torturar a los ciudadanos mientras contempla el espectáculo desde el Falcon, al puro estilo Nerón, pero sin lira. Un gobierno que pervierte todo lo que toca: desde las fuerzas del orden a la sanidad, pasando por la educación y la justicia; estragos muy difíciles de enmendar, en el caso de que hubiese un proyecto serio, pero serio de verdad, al margen de demagogias oportunistas.

Con todo este viento a favor, Feijóo llegó, pero ni vio ni venció. O quizá haya visto y le convenga hacerse el loco porque así lo estipula la hoja de ruta: no crispar y nadar en las aguas de la ambigüedad y la “moderación” aunque sea a fuerza de cometer errores; y ya van unos cuantos que un aspirante a la Moncloa no se puede permitir. No solo no hace oposición, sino que asiente y acepta lo inaceptable. Menos mal que, por razones “misteriosas”, cuando muchos ya estábamos de luto por haber aceptado a Conde Pumpido como presidente del Constitucional, el PP ha encontrado un buen pretexto para abandonar la partida del reparto de jueces y, de paso, hacer una arenga contra el delito de sedición, a la vez que una defensa de la Constitución, que nunca viene mal, a no ser que sea en modo Pedro Sánchez, que la defiende de palabra y la vulnera de obra, arrastrándola por el barro.

La situación política y social requiere una oposición valiente. Es cierto que el líder popular protagonizó no hace mucho una intervención en el Senado digna de elogio, que le hubiera sacado los colores a Sánchez si no fuera porque el yerno de Sabiniano es de sangre fría como los lagartos. Pero no basta brillar un día, y hacerlo solo con el tema económico y energético. Nos estamos jugando mucho más que eso. La economía sí, pero no es todo. Los principios morales que nos han sacado de la barbarie y nos han hecho evolucionar se están devaluando a pasos agigantados, apoyados además por leyes injustas gestadas en parlamentos irresponsables, por influencia y orden de mentes desequilibradas que ni conocemos.

Suelo decir que hoy necesitamos políticos prémium, servidores de sus pueblos y defensores del bien común, por encima de cualquier interés personal. Cuando digo  hoy, me refiero a este tiempo distópico pospandemia, en el que nos jugamos ser libres o acatar una dictadura mundial, sin estados soberanos, dirigida por la ONU quien, de facto, lidera hoy el reseteo mundial y el cambio de paradigma a todos los niveles. Es la mayor de las corrupciones a las que la humanidad ha tenido que enfrentarse a lo largo de su historia. Por eso insisto en que necesitamos políticos honestos, capaces y resolutivos. Lo primero, deben conocer los planes de futuro de las élites, sustanciados en la Agenda 2030, y descubrir qué se esconde tras su doctrina laicista plagada de conceptos estúpidos y eufemismos de la neolengua. Lo segundo, poner freno a su implementación. Y lo tercero, propiciar información a los ciudadanos, defenderlos de la manipulación y prevenirlos. Quienes no respondan a este perfil no podrán ser nuestros representantes; no podremos prestarles nuestra confianza en esta etapa de cambio global, tan peligroso.

En alguna ocasión escribí que Sánchez y Feijóo son iguales. Es una manera de hablar, simplificando, quizá injustamente. Aclaro que me refiero al ámbito moral, en el que convergen unas características que los convierte en gemelos. Pertenecen a la misma escuela ideológica y sus diferencias son solo de matices, pero nunca estarán enfrentados en temas de enjundia. Ambos apoyan el aborto, la eugenesia, la eutanasia, la ley de violencia de género, el adoctrinamiento de los niños en temas LGTBI, la inmersión lingüística y la ley de memoria histórica, con los diferentes flecos de cada tema. Los dos son globalistas y defensores a ultranza de la Europa “fallida”, que muy poco se parece a la soñada por Schumann, Adenauer y De Gasperi, y sí mucho a China en cuanto al gusto por la dictadura –que implica la restricción de todo tipo de libertades, el control ciudadano total y la persecución y muerte a los disidentes—, y el apoyo a bulos de Estado, como el del cambio climático.

Núñez Feijóo aspira a llegar a la Moncloa no para enmendar los errores de gobiernos anteriores –incluido el de Rajoy—, sino como meta del maratón político que empezó hace varias décadas. Y si llega será fiel a lo “avanzado” con Sánchez en el proceso de demolición de estructuras, valores y las instituciones que los sustentan. Igual que Rajoy respecto a Zapatero. Quizá incluso reciba la visita secreta de George Soros –como Sánchez—, de Bill Gates, o de cualquier otro enviado de las élites.

Es importante reconocer que ambos son marionetas al servicio de los diseñadores de la nueva configuración del mundo. Por eso, en lo mollar, las cosas no cambiarán con Feijoo. Es tan dictador como Sánchez y lo demostró a lo largo de sus tres legislaturas en Galicia. Eso sí, no hay que negarle el mérito de saber configurar mayorías absolutas, de momento, su mejor activo; aunque no está de más decir que la “nazón de Breogán” tiene unas características especiales, que no son extrapolables a la nación española. No se entiende el tejido social gallego sin la política clientelar y caciquil que se viene practicando desde el inicio de la democracia. Y el Partido Popular ha sabido jugar sus cartas en este campo. Este es el motivo principal por el que VOX, a pesar de su ideario, más en consonancia con el sentir de muchos gallegos que votan al PP, no tiene representación parlamentaria. Otra razón es la colaboración de la prensa, muy bien pagada y completamente al servicio de Feijóo que, dicho sea de paso, se ha deshecho de todos los medios de comunicación no afines. Y de esto puedo dar fe.

Alberto Núñez Feijóo se hizo muy conocido en el ámbito internacional –y no precisamente para bien—cuando en plena pandemia arremetió contra la libertad de los ciudadanos reformando la Ley de salud de Galicia, que incluye la vacunación obligatoria y lugares especiales donde confinar a los disidentes. Ni Sánchez se había atrevido a tanto.

En mis tiempos de completa ingenuidad creía que el PP hacía seguidismo de la izquierda por complejo, pero hace tiempo que me convencí de que no es por complejo, sino porque la ideología de la clase dirigente pepera reniega y se avergüenza de los valores de la derecha. Por eso babean ante la izquierda y el progrerío en general. No así la gente de bien y los católicos que los votan creyendo que el partido defiende el ideario cristiano como establecen sus estatutos.

Insisto en que necesitamos políticos que se atrevan a enfrentarse a la Agenda 2030. Seguramente muchos llevan su pin en la solapa sin siquiera haber reflexionado sobre el alcance de sus objetivos. Aparentemente, son para salvar a la humanidad, pero es para todo lo contrario. Bajo los eufemismos y palabros de nuevo cuño que maneja la ingeniería verbal/social del coloreado círculo de la Agenda se esconden objetivos aviesos para conformar la sociedad robotizada del transhumanismo, tal como está previsto en su protocolo secreto. Necesitamos políticos que conozcan esto y que intenten ponerle remedio. Y cuando hablen con sus contrincantes o en público, sea en las Cortes, en los medios de comunicación o en los mítines, tienen que resaltar y denunciar estos elementos diferenciadores. Solo así desmontarán la penosa frase grabada en el imaginario colectivo: “los políticos son todos iguales”. Solo así demostrarán estar a la altura de los tiempos. ¿Lo está Feijóo?

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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