EN HOLANDA MUCHAS PERSONAS MAYORES NO QUIEREN SER INGRESADAS POR TEMOR A QUE LAS SEDEN

Seducción por la muerte y licencia para matar: siguiendo el mal ejemplo de Holanda

Seducción por la muerte y licencia para matar: siguiendo el mal ejemplo de Holanda

Mientras en los países en vías de desarrollo las muertes por hambre, pestes, enfermedades y otras causas evitables son, para vergüenza del mundo, la nota común, en los países llamados desarrollados se promociona la muerte a petición, en forma de eutanasia en cualquiera de sus modalidades y el suicidio asistido. En los países “avanzados” se ha ido perdiendo el sentido moral de la conservación de la vida, y casi todos disponen de leyes que despenalizan o legalizan la eutanasia. Desde que Holanda inició la pendiente resbaladiza, la bola se hace cada vez mayor y se desliza a mayor velocidad hacia el precipicio. Por eso cuando los antivida, partidarios de lo que eufemísticamente llaman “muerte digna”, ponen a Holanda de ejemplo solemos decir que “ejemplo sí, pero un mal ejemplo”.

La Corte Suprema de Holanda despenalizó la eutanasia en 1984, pero, en teoría, solo podía practicarse en casos puntuales. Su aplicación requería cumplir unos requisitos; entre ellos, se exigía que los médicos informasen de los casos en los que se ponía fin a la vida de un paciente sin su consentimiento.

La Real Sociedad Holandesa de Medicina (KNMG) no estaba de acuerdo con la elaboración de estos informes, “pues el médico no quedaba exculpado automáticamente” y era necesario investigar cada caso. Esta laxitud de la ley ha impedido que se conocieran las cifras de muertes por eutanasia y suicidio asistido. A partir de la modificación de la ley en 1993, se estipuló que, en los partes, los médicos debían atribuir estas muertes a “causas no naturales” y así se daba seguridad jurídica a los ejecutores.

La Real Sociedad Holandesa de Medicina y los tribunales establecieron tres requisitos que los médicos debían seguir en un caso de eutanasia:

1) Voluntariedad, es decir, manifestación del deseo de morir, reiterada y conscientemente ante testigos.

2) Sufrimiento intolerable sin perspectivas de mejora y recuperación, tanto para la eutanasia activa como en el suicidio asistido.

3) Los puntos anteriores deben ser corroborados por dos facultativos.

La ley posterior incluyó la “coacción mental”, en virtud de la cual el médico podía poner fin a la vida de un enfermo sin su consentimiento, quedando el médico exculpado, ya que “el consentimiento del paciente al que se da muerte es irrelevante en ese tipo de defensa”[i].

Tras la despenalización, suele haber un periodo de acostumbramiento médico y social, que precede a la legalización. Así, en el 2002, la eutanasia fue legalizada en Holanda. Es una ley amplia completamente al servicio de la eliminación de la vida. En el bello país de los tulipanes, los molinos y los canales se puede pedir la muerte por el único motivo de no desear vivir.  Uno de los puntos más controvertidos de la ley es el derecho que se otorga a los jóvenes, mayores de dieciséis años, a solicitar la eutanasia.

Estipula la ley que una comisión a posteriori debe juzgar si la eutanasia se practicó conforme a derecho, cosa prácticamente imposible de probar, salvo en casos flagrantes. No existe la certeza de que un enfermo pida la muerte conscientemente. Hemos manifestado en diferentes escritos que cuando un enfermo pide la muerte, lo que está demandando es otra cosa. En algunos casos, tampoco existe la certeza de que no existan posibilidades de mejora.

Holanda fue de menos a más. Después de varios años de experiencia, está probado que los protocolos no se respetaban y la ley era burlada por sistema. Es de sobra conocido el caso del doctor P. A. Voute, pediatra especializado en oncología, que admitió públicamente haber proporcionado fármacos letales a adolescentes, en muchas ocasiones, sin el consentimiento de sus padres; o el del anestesista P. V. Admiraal que les colocaba a los pacientes las dosis mortales al alcance para que se las aplicasen ellos mismos cuando les pareciera. También fueron de escándalo los casos de eutanasia de enfermos de sida, del doctor Hackethal. La triste realidad es que de los miles de personas que mueren al año en el país de los polders, casi un veinte por ciento son ayudadas a morir por un médico y la mitad nunca había manifestado deseo de poner fin a su vida.

La influencia de Holanda ha sido muy negativa para el mundo civilizado. Han promulgado leyes a la medida de los practicantes de la eutanasia y el suicidio asistido. De manera casi general, jueces y fiscales defienden la eutanasia y rara vez un juez dicta una sentencia condenatoria contra un médico. En la práctica, los pacientes no tienen derechos.

Los médicos holandeses rechazan el término “eutanasia involuntaria”, es decir, aquella que aplica el médico motu proprio sin consultar con el paciente o, en caso de imposibilidad, con la familia. Solo aplican el término eutanasia cuando esta es voluntaria.

El informe Remmelink

Con el fin de obtener datos fiables sobre las muertes por eutanasia y suicidio asistido en Holanda, en 1990 se creó una comisión gubernamental liderada por el fiscal general del Tribunal Supremo holandés, Jean Remmelink. El trabajo de investigación que dio lugar al informe que lleva su nombre fue dirigido por el doctor Paul van der Maas, del Hospital Dijkzicht de Róterdam y director del Departamento de Salud Pública y Medicina Social de la Universidad Erasmus de la misma ciudad. El estudio recoge los datos de una encuesta anónima realizada en Holanda por los médicos holandeses después de varios años de haber sido despenalizada la eutanasia en ese país, con el fin de conocer su praxis cotidiana a este respecto. A los médicos participantes se les garantizó inmunidad y anonimato judicial a cambio de información fiel y sincera.

Según este informe, los casos en los que se ha aplicado medicación para acortar la vida del paciente sin conocimiento de este no son considerados como eutanasia. En los casos de eutanasia “real” la medicación actúa rápidamente. Esa es la respuesta de Van der Maas cuando el doctor Hendin le pregunta sobre la clasificación. El informe presenta muchas lagunas e interrogantes. Faltan datos, explicaciones y razonamientos ante algunas de las situaciones, y los que lo han elaborado lo saben. Pero se ha pretendido que los médicos actuasen libremente y sin presión, cosa que no se hubiera conseguido, si hubiera habido preguntas sobre situaciones comprometidas.

Algunas de las razones esgrimidas ante la eutanasia involuntaria fueron: “le faltaba calidad de vida”, “se le retiró el tratamiento pero el paciente no moría”, o “no se le consultó porque resultaba difícil la comunicación”.

Destaca el informe que el 51% de los médicos holandeses consideran la eutanasia involuntaria una opción digna de ser tenida en cuenta, y el 41% de los médicos entrevistados la había realizado[ii]. El temor en la sociedad es tal que la “Asociación Holandesa de Pacientes” se encarga de visitar a los ancianos ingresados y lleva un control para evitar que los eliminen. Asimismo, tratan de concienciar a los familiares de la conveniencia de estar al corriente de los tratamientos que les aplican y que, en caso de duda, se consulte con un médico ajeno al centro hospitalario.

En Holanda, muchas personas mayores, cuando se sienten enfermas, no llaman al médico por temor a que prescriba su ingreso hospitalario y acabar en las manos de un desaprensivo que les aplique una sedación terminal. Otros llevan encima una tarjeta antieutanasia en la que declaran estar en contra de esta práctica. El 81% de los médicos de cabecera holandeses ha realizado la eutanasia en algún momento de su carrera profesional.

Muchas personas de edad avanzada huyen al extranjero para evitar los hospitales de los Países Bajos. A la ciudad alemana de Bolcholt, fronteriza con Holanda, llegan muchos mayores holandeses, lo cual ha obligado a que las autoridades alemanas hayan construido un asilo para acogerlos. Prefieren pasar sus últimos días fuera de su país, que vivir con miedo a la eutanasia. Es lamentable que el temor colectivo de los ancianos y su reticencia a acudir a los centros hospitalarios haya propiciado la creación de centros de salud en las fronteras.

La aceptación de la eutanasia en Holanda ha ido creciendo en los últimos años. De la misma manera que el ser humano se hace insensible a la violencia tras visionar imágenes violentas, reales o filmadas, las sociedades se hacen más permisivas cuando viven bajo regímenes o leyes que defienden actos condenables. Ocurre con el aborto y la eutanasia en las modernas sociedades, en las que no solo se acepta que un médico ponga fin a una vida, sino que justifican que a un anciano no se le prescriba o se le prive de determinados tratamientos.

En Holanda, los médicos se niegan a implantar marcapasos a pacientes mayores de 75 años o a tratar de edema pulmonar a ancianos que no tengan familiares cercanos. Arguyen, por un lado, que es del gusto de estas personas morir cuanto antes y, por otro, que no se debe imponer a la sociedad la carga de mantener a los mayores con vida durante mucho tiempo. Desafortunadamente, esta idea está calando en la sociedad. Existe cierta división entre los facultativos en cuanto a si se debe tratar la neumonía a los pacientes con demencia. A los niños aquejados de síndrome de Down se les deja morir[iii].

[i] J. Keown, The Law and Practice of Eutanasia in the Netherlands, Law Quarterly Review, 1992, pp. 51-78. Citado en Herbert Hendin, Seducidos por la muerte, Ed. Planeta, Barcelona, 2009, p.33.

[ii] The Report of the Dutch Governmental Comite on Euthanasia, Issues in Law & Medicine, 1999; 7: 339-44. Citado en Aproximación al enfermo terminal y a la muerte, Manuel Sureda González, Doctor en Medicina. Especialista en Oncología Médica.

[iii] Amo Fernández, Magdalena del, La dignidad de la vida humana. Un análisis político y social, La Regla de Oro Ediciones, Madrid, 2012.

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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