El Parlamento es el templo de la democracia y los mercaderes lo han convertido en «casa de ladrones».
«Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre.» Juan 2, 13-22.
El Parlamento no es lugar donde se puedan hacer chantajes y mercadeos con la legalidad. Está en la Constitución y hasta en los evangelios.
Pero él lo hace. Primero profanó las tumbas, despues dijo que pasaría a la historia por eso y ahora profana el templo del pueblo. En su afán de acabar con la división de poderes y controlar las instituciones está usurpando la soberanía e instrumentalizando la legalidad a su antojo.
Incluso habla ya el lenguaje de los golpistas: «desjudicializar» dice de aquello que no tiene otro marco posible. La conjura con los separatistas es otra profanación, esta vez en la sede de la soberanía. Pero estamos en España, una Nación que protesta de todo, pero cada vez más indigna.
En ella, prosiguiendo la ruptura que empezara Zapatero en 2014, «los mercaderes de la legalidad» están vendiendo a diario cosas que por su naturaleza están fuera del comercio, la más importante, la soberanía, y con ella el código penal, el CGPJ, el Tribunal Constitucional y la Monarquía.
Aprovechando el mayor puente del año y el país olvidado de la preocupación por la continua malversación de su dinero, sólo un enemigo de España y de su convivencia puede arrancar las hojas del código penal como moneda de cambio.
Elimina el delito de sedición y desarma jurídicamente al Estado frente a la crónica anunciada de un nuevo golpe separatista, sustituyendolo por unos desórdenes públicos agravados. ¿desórdenes la declaración de una República dentro de una Monarquía parlamentaria?
La creación permanente por parte de Sanchez y estos «mercaderes» de leyes ad hoc e incluso ad hominem como un traje a medida para golpistas vulnera manifiestamente el principio de legalidad y constituye un manifiesto fraude de ley, que pisoteando la Constitución y la soberanía, justo en el sitio donde éstas deberían ser más honradas.
Aprovechando las rebajas a los violadores, el Gobierno viola tambien el art.159 de la Constitución que exige que los magistrados del Tribunal Constitucional «deben ser independientes y no deben estar al servicio de un partido».
De los dos que pretende colocar Sanchez una ha trabajado hasta ahora en Moncloa y el otro ex Ministro de justicia es quien debe facilitar desde dentro la presidencia a Conde Pumpido, ex fiscal general de Zapatero, siempre dispuesto a mancharse la toga con el polvo del camino.
La pretensión de nombrar dos personas manifiestamente carentes de la idoneidad requerida, pone de manifiesto la desvergüenza de este mercader impostor que comercia con la Soberanía.
Elimina así mismo Sanchez los refuerzos de las garantías constitucionales y ya no será necesaria una mayoría de 3/5 sino que bastará la mayoria simple del CGPJ para elegir a los dos miembros que le corresponde nombrar del Tribunal constitucional.
El golpe de estado a la democracia, el asalto constitucional es, por lo tanto, flagrante.
Abascal, acertadamente alarmado, propone una nueva Moción de censura antes de que sea «demasiado tarde», porque tarde ya es. Agarrándose a un clavo ardiendo por la situación de Ciudadanos Arrimadas la apoya, pero el PP de Feijo que piensa heredar, recurre al Tribunal Constitucional.
Como ha demostrado el tiempo, la moción de censura procedía ya, a la primera. No sé si la segunda se llevará a cabo, porque entre los partidos todo son cálculos y estrategias, en lugar de servicio al pueblo soberano en cada momento, que en teoría, para eso están.
Pero es preciso y urgente echar a los mercaderes del templo con sus bueyes y sus ovejas y volcarles las mesas a los cambistas, -Sanchez y los separatistas-, tirándoles al suelo las monedas: «Quiten todo de aquí y no conviertan el Parlamento en un mercado.» Y de paso, a ver si el templo de la democracia se purifica.
Víctor Entrialgo
