OPINIÓN

Manuel del Rosal: «Las espinas perdidas del pene»

Manuel del Rosal: "Las espinas perdidas del pene"

Dios dio al hombre un cerebro y un pene, pero no la suficiente sangre para que los dos funcionen a un tiempo” Robin Williams, actor norteamericano.

“El pene puede ser masculino y femenino. Si mide más de 12 centímetros es un pene, si mide menos es una pena”

Acabo de leer en la revista científica Nature un estudio realizado en la universidad de Stanford (E.E.U.U.) sobre el cambio genético acaecido hace millones de años. Este cambio dio lugar, entre otras cosas, a que el pene del hombre perdiera las espinas que tenía en su origen; espinas qué si mantienen en la actualidad algunos primates, gatos y ratones. Esas espinas o vibrisas de queratina servían para aumentar la sensibilidad táctil durante el coito. Lo que ahora se ofrece mediante juguetes sexuales ya la naturaleza lo había inventado.

Independientemente de sus dimensiones el pene, hay que reconocerlo, ha perdido mucho, ya no es aquel pene adornado de espinas o vibrisas acariciadoras y masajeadoras. Como en tantas cosas concernientes a la superioridad del humano sobre los demás animales de la creación, aquí, una vez más, dicha superioridad queda en entredicho; unos gatitos, unos ratoncitos y unos primates vienen, nos enseñan su pene y nos ponen en nuestro sitio. El estudio, desde mi punto de vista, se ha quedado corto debido a que los investigadores no han preguntado a quienes más interesadas están en el uso del pene, es decir, a las mujeres. No les han preguntado qué opinión les merece el que el hombre haya perdido las espinas o vibrisas del miembro viril. Yo creo que ellas, como expertas en penes, deberían tener la oportunidad de opinar sobre si la pérdida de aquellas espinas juguetonas, acariciadoras y masajeadoras, han sido un avance o un retroceso. Puedo asegurar, según se desprende de las ventas de artilugios sustitutivos del pene que ofrecen en los “sex shop”, que para ellas ha sido un retroceso. Seamos sinceros, no es lo mismo un pene liso, pelado sin gracias añadidas, sin vibrisas vibradoras, que uno que haga cosquillas, acaricie, masajee, que sea travieso y juguetón haciendo las delicias de quien se sirve de él. Desconocemos si la pérdida de aquellas espinas fastidió al hombre al perder sensibilidad táctil – yo creo que sí – Ahora es imposible saberlo pues no tenemos a mano un ancestro de hace millones de años, tampoco podemos saber las causas que provocaron semejante desastre fálico. Puede que todo sea la consecuencia de lo que ha dado en llamar “progreso”.

Ahora que las mujeres están en la reclamación de derechos varios y, casi siempre los obtienen, deberían exigir que el pene volviera a ser el primigenio pene recuperando sus espinas y las ventajas que estas le confieren. Las mujeres deberían elevar al ministerio de Sanidad y ¡por supuesto! al de Igualdad una petición para que, de alguna de las formas que hoy ofrecen los avances en medicina y cirugía, el pene recuperase sus vibrisas. Naturalmente el gasto ocasionado será sufragado por la Seguridad Social como todo en este país. Fíjense que puede que así y sin proponerlo acabáramos con la sequía, pertinaz sequía de nacimientos, pues bien puede ser que esta sequía sea debida a que el pene del hombre progresista, moderno y tolerante, ese pene liso, soso, pelado, sin gracia y que, en muchos casos no da la talla, haya pasado de ser un pene a ser una pena.

MAROGA

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