OPINIÓN

Victor Entrialgo De Castro: «Hablar sin vencer»

Victor Entrialgo De Castro: "Hablar sin vencer"

La democracia se ha convertido en un un número y la vida en un algoritmo.

El número sirvió para conseguir una mayoría inestable y escuálida pero el algoritmo que están descomponiendo es la matriz de la Transición, un ángulo recto que está siendo descompuesto por la triangular del Sanchismo, el podemismo y el separatismo.

Que resulta que soy mayoría, pues impongo mi voluntad, aunque no sepa siquiera qué cosa sea. Que soy minoría en las elecciones, pues contrato a unos mercenarios, contravengo el interés general y, contra la voluntad mayoritaria, construyo un gobierno artificial y me hago fuerte en la Moncloa.

Lo peor es que, aunque aún hay herramientas por utilizar, faltan mecanismos de corrección que la situación demanda, como un procedimiento de destitución o inhabilitación para casos como el presente, con un Presidente subastando el código penal y la propia Constitución para sostenerse en el poder.

Estamos ante un peligro inminente para la Nación, atada de pies y manos e indefensa ante una amenaza declarada. Y, a lo que parece, sin coraje para ejercer su soberanía en la calle frente a Sanchez, el separatista catalán que se llama aragonés, Jack el destripador o el estrangulador de Boston que, sin los controles adecuados, gobernarían aquí, igual que Sanchez, una o incluso más legislaturas.

Tres años lleva de momento el pueblo atado de pies y manos y anestesiado con las subvenciones que Sanchez y Podemos se proponen repartir de aquí a las elecciones, sin echarse a la calle frente a la subasta del Estado.

Porque la más grave irresponsabilidad de Sanchez es que si el pueblo soberano no sale pacífica y ordenadamente a la calle, -como ejercicio de su poder soberano y no como rebelión de las masas,- el chantaje actual llevará a más y mayores chantajes, hasta que la única salida sea la violencia.

Ayudados por algunos medios y el cuento de «las nuevas tecnologías» los poderes publicos pervierten la democracia y echan a los humanos de todos lados. Incluso de las Administraciones que pagamos.

Pero Ortega dejó hace un siglo bien explicado que no hay que echar a los humanos sino a las masas. Las que  dieron origen a los totalitarismos.

Hoy estamos en las mismas privando al individuo de sus derechos en nombre de ideologías, masas y colectivos utilizados como banderas, para que unos grupos se hagan con el poder y formen una mayoría a costa de la soberanía del pueblo y los derechos inalienables de la persona que costaron siglos.

La mayoría, ya decía Aristoteles en «La política», se puede convertir en Tiranía. Pero no durará siempre. Los españoles hemos conocido el mayor tiempo de paz de nuestra historia y hemos podido comprobar que, para evitarlo, la democracia exige «hablar sin vencer», o al menos intentarlo, sin que los números de una mayoría eximan de intentar al menos convencer.

Incluso para dialogar y charlar, ademas de eschuchar es recomendable tratar de hablar sin imponer, no ya la voluntad sino ni siquiera el discurso, como absoluta verdad.

Que la mayoría no aplaste a la minoría y que esta tenga sus derechos como oposición leal a su Majestad. Eso es la democracia. Cuando esto no sucede, cuando la minoría no es convencida con formas, sino sólo burlada, como la Constitución ahora, tarde o temprano  la minoría actuará sin guardarlas tampoco, porque ha sido aplastada, reprimida.

Justamente eso fue lo que evitó la Transición española, con un sistema de consensos más que de mayorías,  lo más cerca que hemos estado del check and balance del paramentarismo inglés. Hoy estamos más cerca del régimen chavista de Venezuela.

«Hablar sin vencer» es norma fundamental que debiera aplicarse a cualquier dinámica de grupos. Lo hemos visto no hace mucho en el propio Mundial de fútbol. Así que, sin afán de imponer, en la vida y en los colegios deberían enseñarse dos cosas.

La primera, a saber perder, porque si algo podemos acordar por consenso es que la vida es una experiencia de pérdida. No exenta, eso sí, de logros increíbles, hazañas extraordinarias y superaciones prodigiosas, incluso de personas con notables limitaciones, uno de los logros más admirables e incontestables de nuestro tiempo que nos obliga diariamente a descubrirnos. y nos enseña justamente la segunda de las cosas que convendría aprender:  saber ganar.

Esa misma regla de reconocimiento y cortesía, de hablar sin vencer, debiera servir para la democracia concebida, no como el logro de una mayoría para derrotar al adversario político, sino como un sistema de equilibrios y balanzas de poderes.

La mayoria que vence, pero no respeta minimamente las formas, los acuerdos y los procesos de creación de normas, descompone la matriz de la Transición y aboca a la minoría también a perderlas. La democracia no puede ser sólo número, ni la vida sólo un algoritmo.

A perder nos enseña tarde o temprano la vida, pero a «Saber ganar» y «Hablar sin vencer», sólo se aprende ejerciendo. That is the question.

Víctor Entrialgo de Castro

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