OPINIÓN

Manuel del Rosal: «Cuento de Navidad (Ebenezer Scrooge)»

Manuel del Rosal: "Cuento de Navidad (Ebenezer Scrooge)"

“Hay suficiente en el mundo para cubrir las necesidades de todos los hombres, pero no para satisfacer su codicia” Mahatma Gandhi

Cuento de Navidad es un relato que Charles Dickens publicó en diciembre de 1843. Curiosamente 100 años antes de que el que escribe naciera. Es por eso y porque estamos en Navidad por lo que quiero escribir sobre la sociedad de 1843 y la actual sociedad.

Cuento de Navidad, A Christmas Carol en inglés, se escribió y se publicó en la época victoriana. Relata la vida de Ebenezer Scrooge, personaje que ha pasado a ser el paradigma de la avaricia, la codicia y el egoísmo solamente interesado en ganar dinero, “duro y agudo como el pedernal al que ningún eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad”

Es un día “frío, desapacible, cortante y con niebla de Nochebuena” en la City de Londres. Ebenezer odia la Navidad y todo lo relacionado con ella porque la Navidad es la antítesis de su concepto de la vida. Y estando en esas, se le van apareciendo tres fantasmas: El fantasma del pasado, el del presente y el del futuro que le van a hacer cambiar totalmente. Tras el último fantasma, Ebenezer se convierte en un hombre generoso y amable, ávido de celebrar las fiestas navideñas con los demás y pasa de ser el prestamista duro, frío, codicioso y egoísta a “hacer honor a la Navidad en su corazón y procurar mantener su espíritu durante todo el año”.

Ebenezer es un producto de la sociedad victoriana, podrida por dentro y brillante por fuera. Hoy, tras haber pasado 179 años, en este siglo XXI, la sociedad occidental, al igual que aquella victoriana sigue siendo una sociedad hipócrita blanqueada y brillante por fuera y pútrida por dentro y que en su seno alberga millones de Ebenezer Scrooge; tan solo una diferencia a favor de la sociedad victoriana: aquella sociedad se asentaba en unos valores, los que fueran, y esta sociedad del siglo XXI carece absolutamente de valores al estar instalada cómodamente en el relativismo. Aquella esclavitud victoriana quedaba reflejada en todas y cada una de las personas que la sufrían mientras la esclavitud actual viene impresa en las nóminas y en las horas de trabajo que hay que hacer para recibir esas nóminas; esto donde hay trabajo, porque existen grandes zonas de la Tierra donde ni hay trabajo, ni agua, ni alimentos suficientes y donde mueren miles de hombres, mujeres y niños por enfermedades fácilmente curables. El espíritu de Charles Dickens sobrevuela esta sociedad del siglo XXI en la que la codicia de los potentados consentida, apoyada y mantenida por gobiernos títeres arroja todos los años a la pobreza a millones de seres humanos que viven y trabajan en una esclavitud en la que las cadenas son las condiciones laborales y los ingresos famélicos.

Los pantalones vaqueros con aspecto de estar muy gastados se venden como icono de moda generando pingues beneficios a las firmas de moda, pues bien; la técnica empleada para darles ese aspecto se conoce con el nombre de “Sandblasting”. Consiste en inyectar chorros de arena con sílice en la tela. El sílice penetra en los pulmones de los obreros incapacitándolos a los pocos años para ejercer cualquier trabajo o llevándolos directamente a la muerte por enfermedades como tuberculosis pulmonar, enfermedad renal crónica, cáncer de pulmón y silicosis.
Si Dickens viviera hoy expondría en sus novelas las condiciones de trabajo de los obreros del Sandblasting para embellecer los vaqueros, tal como habló de las condiciones pésimas de trabajo en aquella fábrica de betún junto al Támesis sita en uno de los lugares más insalubres del Londres victoriano en la que él mismo trabajó 10 horas diarias siete días a la semana durante su niñez.

Muchos otros ejemplos semejantes al del Sandblasting podrían enumerarse, mostrando como esta sociedad de progreso sin límites, de una riqueza como jamás la hubo, de una declaración de Derechos Humanos, en nada se distingue de la sociedad victoriana contemporánea de Dickens, salvo en las tecnologías que nos dominan y en el relativismo sin valores que hace que todo sea válido, aunque sea injusto, banal y, a veces, repugnante. Si Dickens viviera hoy no podría ver publicadas sus obras porque en ellas reflejaría, al igual que lo hizo en su tiempo, la codicia, el egoísmo y la monumental hipocresía de esta sociedad del siglo XXI, y eso no se lo iban a permitir porque la verdad no es soportable por nuestra sociedad.

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