OPINIÓN

Pedro Manuel Hernández López: «El desmemoriado Gobierno del “si…no”»

Pedro Manuel Hernández López: "El desmemoriado Gobierno del “si…no”"

Aquel pueblo o nación que desconoce su historia y además olvida su pasado está irremediablemente condenado a repetir los mismos graves errores. Con esta frase iniciaba mi buen amigo y ex senador del PP por Ceuta, José Luís Sastre Álvaro –Lcdo. en Geografía, Historia y en Derecho y profesor de la UNED—su último artículo “El listo y sus listillos”, publicado el pasado 19 de diciembre en el Faro de Ceuta. Con esta célebre frase atribuida a distintos autores –Cicerón, Marx, Napoleón, Churchill, Santayana y otros– el ex senador Sastre quería resaltar que aquellas sociedades, ignorantes de su historia, que olvidan los hechos que en el pasado generaron graves alteraciones de la paz, de la unidad nacional o del bien común, más fácilmente caerán en lo mismo y sufrirán de nuevo las consecuencias derivadas de su incansable empeño político en trabajar “por”, “en” y “para” olvidar su historia, su pasado y sus tradiciones. En esto, como casi en todas sus opiniones políticas, mi buen amigo José Luis suele equivocarse muy poco.

También en esto, Sánchez –como en todo lo que le sirva para destruir la unidad de España se pinta solo—desde que llegó al Gobierno a lomos de una rencorosa moción de censura y de una traición peneuvista—ha trabajado muy duro y de tapadillo apoyado por sus borreguiles acólitos para que olvidemos el espíritu y la letra de la Constitución del 78 y la estabilidad política, social y económica que nos otorga nuestra Monarquía Parlamentaria. Su plan siempre ha sido y es romper con nuestro pasado histórico para presentarnos el comienzo de un nuevo gobierno –su verdadero gobierno “sanchista”, que no socialista—para una nueva historia de una nueva España con un gobierno pseudoliberal, pseudodemocrático y pseudoprogresista. Recordemos que, ya en junio de 2018, la maquinaria propagandística de Sánchez a través de su mediático portavoz no dudó en calificar al nuevo gobierno de “bonito, reformista, liberal-progresista, simpático, empático y astuto”, según figura en las hemerotecas. Ese día, el vocero sanchista que le aplicó al recién estrenado gobierno tales calificativos, una de dos: o acababa de leer recientemente las “Bucólicas” de Virgilio o sufría una “aguda y transitoria apoplejía sanchista” (ATAS).

Después de estos años de desgobierno, de traiciones, de mentiras, de promesas incumplidas, de legislar en contra de la unidad, la libertad y la democracia, de celebrar la muerte de Montesquieu y de los serios recortes de la libertad de expresión, Sánchez solo apuesta por su supervivencia en el poder a una sola carta: trabajar duro, a fondo y con todos los medios a su alcance para conseguir el “olvido colectivo”, aunque — seguir manteniendo el poder y el apoyo de sus mesnaderos socios—le cueste pingues subvenciones e, incluso, anticonstitucionales leyes “a la carta” a favor de los respectivos gobiernos autonómicos. Su ineptitud, ineficacia y negligencia en todas las gestiones realizadas –desde la sanitaria por la pandemia, la económica por la elevada tasa de inflación alcanzada o en política exterior por el affaire de Marruecos y Argelia—nos están pasando factura.

Han sido cuatro largos años de caos político y de franca connivencia e interesada camaradería con quienes se esfuerzan en romper el orden constitucional, la unidad de España y todo lo que se ponga por medio, con tal de que España llegue a ser una “unidad histórica de destino en lo universal”, pero no en el sentido de Ortega, sino en el suyo propio –donde sigan imperando los nacionalismos centrípetos y centrífugos, la vieja lucha de “cierra España” o la “periferia al poder”–. Nos enfrentamos a un momento extremadamente difícil, que no hace falta describir porque ya está todo dicho. Este momento no permite agendas propias, ni permite proyectos personalistas ni colectivos excluyentes. Quien hace esto, juega con fuego en un espacio lleno de gasolina y todos sabemos quién es y que lo único que busca es su particular “Arcadia” política, como si se tratase o fuese el mismo rey Épito en persona. Es tanta su megalomanía y tan magna que se olvida de que quien mejor lo representa en todo es Efialtés de Tesalia, alias el gran “Felón” de las Termópilas

El historiador británico Arnold Joseph Toynbee decía que “una nación permanece fuerte mientras su gobierno se preocupa de los problemas reales y colectivos, pero comienza su decadencia cuando solo se ocupa de los detalles superficiales y personales”. A Sánchez le han fallado sus socios, la gestión y la propaganda mediática, pero sobretodo su moral, su ética y su rectitud de conciencia, los elementos que no suelen encontrarse en ningún manual de marketing de política aplicada. Su remontada solo puede conseguirla con el “olvido” de nuestra memoria histórica colectiva y de nuestro irrepetible y cainita pasado. Su plan ha sido romper con nuestra historia, con nuestras tradiciones, con nuestras creencias, con nuestro sistema educativo y con todos nuestros valores constitucionales y principios democráticos – al estilo del mundo descrito por G. Orwell en su distópica y apocalíptica obra “1984”—como predijo en mayo de 2021 la “vaporosa”, “meliflua” y neopija-progre ministra de Trabajo Yolanda Díaz cuando afirmó: “La legislatura empieza ahora”.

Tanto Sánchez como la facción comunista de su Ejecutivo se han preocupado y ocupado en presentarnos ese cambio político como un nuevo ciclo –para detener el avance de los partidos constitucionalistas en especial del PP, antes el de Casado y ahora el de Feijóo—basado en tres ejes: recuperación de la “agenda del reencuentro” con los golpistas, bilduetarras y separatistas, la “inmunidad de grupo” con el 70% de la población vacunada en julio y con la “lluvia de millones” de los fondos europeos “Next Generation”.Con ellos intenta resolver los tres grandes problemas que arrastra su mandato: la desastrosa y abúlica imagen de cesión ante el independentismo, la inexistencia de un plan sanitario adecuado y eficaz y, el grave deterioro socioeconómico.

La propaganda está servida. Pretende presentar la unidad inquebrantable del socialismo en torno a su persona y convertir a la Ejecutiva en su particular “claque” norcoreano. El Gobierno sanchista es histórica y democráticamente desmemoriado. Es la voz de su amo y señor, porque si no dices lo que quiere que digas o hagas, eres un fascista y un facha. Si no piensas como él, eres un facha y un fascista. Si no sigue las directrices de su agenda ideológica, eres un facha y un fascista. Si los jueces no dictan las sentencias que a él le convienen, son todos unos fascistas, fachas e incluso “golpistas togados”. Si estás en contra de despenalizar los delitos de sedición, prevaricación y de abusos sexuales, eres facha y fascista. Si consideras que las leyes de la memoria Histórica y Democrática son coercitivas y revanchista, facha y fascista. Si la ley del “solo sí es sí” te parece absurda e injusta porque protege “menos y peor” a las mujeres y rebaja las penas de los delincuentes sexuales, facha y fascista. Si no estás de acuerdo con que antepongan la vida y el bienestar animal a la vida humana –a los “nascituri” y a los ancianos—con la reforma del aborto y la ley de protección de los derechos de los animales, eres un facha y un fascista. Si disientes que el Gobierno adoctrine política y sexualmente a nuestros hijos en la ideología de género con la ley “trans- LGTB+”, eres un facha y un fascista. Si, además de todo esto, intentan convencerte de que tus hijos no te pertenecen sino que son propiedad del Estado –a imagen y semejanza de la hitleriana ideología nacional-socialista—y te rebelas, eres un facha y un fascista. Si intentas recupera tu vivienda inquiokupada, eres un facha y un fascista. Si te preocupa el velado acoso a nuestro Rey y las continuas amenazas a la monarquía parlamentaria, eres un facha y un fascista. Todo esto es la directa consecuencia de que –desde que Sánchez se convirtió en el principal inquilino monclovita– Montesquieu haya muerto otra vez y con él lo poco que quedaba del PSOE. Ha cambiado la “s” de socialista por la de “sanchista” con una militancia gregaria y obediente y unos barones degradados a meros lacayos sumisos y consentidores.

Aunque algunos historiadores –como Paul Preston—inciden en la importancia de estudiar la historia de un pueblo para evitar que se repita, sobre todo si ha sido nefasta, sin embargo ¿qué sucede al observar que esta tendencia puede ser natural en el cerebro humano…? La respuesta, creo que está en la frase que en su momento nos dejó uno de los más importantes representantes del pensamiento moderno, Adous L. Huxley cuando afirmó que: “Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”.

Quienes pensábamos que el vaso de los desmadres y transgresiones políticas a todos los niveles se había desbordado merced a los desatinos políticos, sociales y económicos del nefasto ZP, estábamos totalmente equivocados al creer que nadie nunca jamás podría superar su cicatería, su libertinaje, su anti patriotismo y su revanchismo político. Eso creíamos todos… hasta que llegó el reinado de Pedro I de España, el “Desenterrador” y el “Felón”. Los refranes suelen cumplirse, por eso…“¡Otro vendrá que bueno te hará!”

Pedro Manuel Hernández López, médico jubilado, periodista y ex senador por Murcia

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