OPINIÓN

Victor Entrialgo De Castro: «La esencia de la vida»

Victor Entrialgo De Castro: "La esencia de la vida"

No quisiera defraudar al sufrido lector con título tan pretencioso. Pero ésta tropa gobernante que sale en los telediarios a toque de silbato como jauría de perros rabiosos o bandada de estorninos, nos distrae de lo importante y lo dejan todo perdido.

Sus continuos ataques a la libertad nos distraen de las cosas a las que puede uno consagrar la vida, la música, la medicina, la justicia que son, a su vez, pretextos que se crea la vitalidad para su propio uso, valores que incitan nuestra actividad.

No es que tales valores no sean valiosos, que lo son y mucho, sino que aún lo es mucho más el poder que constituye la esencia de la vida, «el poder de encenderse por lo estimable».

Por eso frente al darwinismo y los esfuerzos del gen egoista, la vida en su raiz última es altruista, porque es una perpetua emigración del yo hacia lo otro, hacia los otros. Lo que sucede es que cuando se obstruye el camino, cuando uno no puede salir de sí mismo hacia fuera, hacia los otros, el drama está servido.

Es evidente que Sanchez no puede salir de sí mismo. Su narcisismo no le deja.Y eso es tristísimo y en el fondo, muy en el fondo, digno de compasión. Por eso da pena la jauría de mastines que ladran o el sobrevuelo de estorninos que a su silbo salen en bandadas en los telenoticiarios desde que Tezanos descifró los malos augurios en las entrañas de una gallina.

Y es que somos, más que nada, un sistema nato de preferencias y desdenes, presto a dispararse en favor o en contra del prójimo. Por eso más que en actos y palabras, que pueden fingirse, como hace Sanchez permanentemente, conviene fijarse en los gestos y fisonomías, que por impremeditados dejan escapar rasgos de la personalidad.

Sanchez finge, hablando de Brasil, y hace un resumen que no mejoraría ni Maduro de su propio gobierno: «Uso sistemático de la mentira, recurso a la violencia verbal para envenenar la sociedad y finalmente un ataque a las instituciones democráticas». He aquí la herencia de Sanchez. Su memoria histórica sin necesidad de ley.

La mentira, el veneno, la violencia verbal. Todo ésto lo ha traído este majadero a España. Y lo pagará al menos con el oprobio. Hablando de valores y de gente que ataca las instituciones, Sanchez, ante el espejo, dice «repulsivo», palabra que no deberia utilizar jamás un repulsivo.

Por eso, más que en palabras o actos, que pueden ser y de hecho son fingidos, debemos fijarnos en el gesto y la fisonomía, que precisamente por ser impremeditados, dejan escapar la raiz intima de la personalidad.

En el caso de Sanchez encontramos un maquinador ambicioso, carente de la más mínima autenticidad, poseído y frívolo, que emplea los mismos gestos y chuletas para hacer una afirmación y la contraria, impostando la voz para esconder sus mentiras y utilizando el lenguaje para no decir nada, como hace su mujer con el máster «de a seismil euros» que con oscuros fines trata de vender.

Es por eso que basta su maldita estampa y su bamboleante caminar a horcajadas para de su propio gobiernoinuidad, una cosa y su contraria.

De ahí que la gente cabal tengamos que mantener a salvo de este gobierno lo más preciado que tiene la vida, ese «poder de apreciar, incluso de encendernos por lo estimable» .

Ese poder de apreciar lo estimable, resulta atacado diariamente por una tropa repulsiva de majaderos e ignorantes, poseídos por un trauma vital que les ha llevado a consagrar su vida a una pasión para la que evidentemente no sirven: mandar.

Cuestión nada baladí por cierto,  peligrosa y susceptible de causar un daño incalculable si en la medida de nuestras posibilidades, no tratamos de impedirlo. Un daño que puede tener consecuencias generacionales e históricas. Véase el silencio general del pueblo alemán frente a Hitler.

Pertenecer a una comunidad política exige la alerta para evitar que una panda de desocupados, buscando una covachuela para vivir, dirijan su entusiasmo hacia las tareas públicas, mientras un pueblo indolente se lo permite.

Aunque la vida existe para ser vivida, y con eso se basta, la admirable generosidad de la misma es la que hace que «necesitemos entusiasmarnos con algo ajeno a ella. Es el poder que la vida tiene de encenderse con lo estimable». La necesidad de entusiasmarse.

Eso es lo que esta panda de sinvergüenzas no puede impedir, pero está dificultando.

Víctor Entrialgo

 

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