OPINIÓN

Victor Entrialgo De Castro: «Las cosas que tardan»

Victor Entrialgo De Castro: "Las cosas que tardan"

Las cosas que hace tan sólo unos años nos habrían parecido magia o ciencia ficción, el fax, la wifi, la impresora 3D o que las atrevidas repelentes del Ministerio se vayan del gobierno con Sanchez o terminen en prisión, hoy nos enervan por lo que tardan.

Reparten fondos europeos, prospectos, entradas, subvenciones. ¿Pero a qué y a quien convoca esta gente? ¿Qué Nación es la que quieren mejorar o empeorar? ¿Hemos mejorado en sanidad, justicia, demografía, empleo? ¿Ha mejorado la formación profesional? ¿A qué nos convocan estos partidos que funcionan como industrias?

La política de dejar gobernar a un impostor resulta de la abulia de la derecha y de la desocupación de la ultraizquierda. Estar sin hacer nada durante mucho tiempo lleva a estos experimentos de ingeniería social de becarios y «masters todo a cien» que estamos padeciendo.

Lenin nunca trabajó. Stalin, como no tenía ideas propias, no hizo más que trepar por la burocracia del partido para «exiliar» a Trotski y cargárselo despues, pero su auténtico móvil era la ambición de poder. Por si les va sonando de algo…

Marx por su parte estudió y escribió muchas cosas: El Manifiesto comunista, el Capital, las Revoluciones de 1948, política, economía, filosofía del derecho, periodismo y tal y tal, pero se equivocó en lo fundamental. Querer transformar la sociedad en vez de limitarse a mejorarla.

Así que para acabar con un millón de muertos mejor no transformar nada y cambiar al mayordomo que lanza bolaños. Sanchez, Iglesias, Yoli, Echenique, Montero, Belarra, no son en realidad más que cromos infantiloides de los que venían antes con la nocilla y el pan de molde y que padecemos por culpa de Sanchez y una mera cuestión aritmética. Sólo coinciden con los ídolos de sus raídas camisetas en que son seres capaces de acumular más odio que un Tesla trifásico.

«Parlamentarismo presidencialista» ha llamado acertadamente Manuel Aragon Reyes, exmagistrado del Constitucional, a lo que vemos en las Cortes últimamente. Todo decretos-leyes y proposiciones de ley. Todo por la vía de urgencia. Propósito de vencer de «atrevidas ignorantas», ninguno de convencer ni de crear normas con vocación de perdurar.

Si añadimos la añagaza de «las primarias», siempre controladas por el que tiene el control del partido, tendremos «el cuadro de la degeneración del nivel del Parlamento» la que alude Luis Maria Cazorla, letrado de las Cortes testigo de la evolución de la actividad parlamentaria desde 1978.

Esta gente del «Ministerio del Tiempo» ve el derecho como mero obstáculo de su voluntad política. De ahí la que están armando. Sueltan a los presos y a Puigdemont le hacen un traje a medida y resulta que le salen las rayas  al medio. Delitos de desórdenes públicos o concurso medial de delitos. De seis a ocho. Otra cosa es que luego  esté el indulto por el medio.

Como Comte y sus ídolos comunistas, Tezanos y compañía se han propuesto hacer una ciencia de la sociedad y de la política. Las estadísticas están bien, pero el vuelo de un murciélago en China puede causar una pandemia en Brasil. La política es algo más. Una técnica de organización que puede convertirse en un arte o, como ahora, en una chapuza dañina.

Para eso no es preciso ni Lenin ni Marx, sino dejar de gastar en pasto para rebaños y paniaguados que permitan seguir en el poder, porque acabar con la riqueza no soluciona la miseria. Crear las condiciones para que la riqueza se cree, sí.

«Soy clara», dice Caperucita roja delante de otra de sus obviedades que superan incluso a sus  incongruencias: «los españoles tienen dificultades para hacer la cesta de la compra».

Calcule usted que para llevar a la casa de la abuelita y el lobo semejante cesta de conclusión, hacen falta sueldos de a 100.000 euros más propinas, y eso sin malversación.

Lo que estamos viviendo en este país  «gracias a Sanchez» supera lo que, cuando llegó, hubieramos considerado una aparatosa y muy mal hecha película de ciencia ficción.

Pero la farsa se nos está haciendo tan larga, que aparte de los gravísimos perjuicios y daños morales que estos actores de tercera están causando a la Nación, resulta incuestionable que la Soberanía es sueño y los sueños que estamos viviendo despiertos no son sueños sino una terrible pesadilla.

Victor Entrialgo

 

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