OPINIÓN

Jacinto Romero Peña: «Rusia, Ucrania, EEUU. y la UE. en la encrucijada»

Jacinto Romero Peña: "Rusia, Ucrania, EEUU. y la UE. en la encrucijada"

En las guerras se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale

La decisión de entregar carros de combate a Ucrania, por parte de algunos países occidentales, tiene pocas probabilidades de ser un paso definitivo en la solución de una guerra que aún se encuentra en fase de “victoria total”, según los propósitos de ambos contendientes.

Déjenme comenzar alegando que la decisión por parte de algunos países de la OTAN, entre los que se encuentra España, de entregar carros de combate Leopard, amén de los Abrams estadounidenses, Challenger británicos y Leclerc franceses, llega tarde. Y llega tarde porque su momento más adecuado era como respuesta inmediata a la orden de movilización dada el verano pasado por el Kremlin de hasta 200.000 soldados, lo que le ha permitido detener los avances ucranianos y pasar de nuevo a la ofensiva, aunque ahora sea con objetivos territoriales limitados. Esto tras un tiempo en que el ejército ruso ha debido alistar, encuadrar e instruir a estos nuevos reclutas –de muy variada procedencia-, y adiestrar de nuevo a las unidades. Un proceso que normalmente dura no menos de cinco o seis meses y que ahora se da por culminado. Conclusión primera: Rusia ha recuperado la iniciativa, principalmente por la tardanza de los países occidentales en comprender las necesidades de esta nueva fase de la guerra, mostrando una sorprendente falta de capacidad de planeamiento pro activo común.

Es claro que la decisión de la entrega de estos materiales es profundamente política y que está impregnada de una responsabilidad por parte de los gobiernos de la que carecemos los que escribimos sobre el tema. Las probabilidades de una escalada con Rusia por parte de los países “donantes” son claras. Sirva como botón de muestra la reciente pregunta efectuada por Moscú a Alemania referente a que le aclare si están en guerra, o no. En definitiva, no trato de enjuiciar la bondad o no de la decisión, sino el momento en que se ha efectuado. Porque parece que los países que apoyan a Ucrania están siempre a la espera de los hechos para tomar decisiones, y ha sido finalmente la contra ofensiva ucraniana del pasado otoño quien ha dado alas a que la fe en este país y el apoyo necesario cambien cualitativamente, pasándose de misiles contra carro y artillería antiaérea -armas de cariz eminentemente defensivo-, aparte de algunos Himars, que proporcionan fuegos muy precisos en profundidad, a los carros de combate, el arma ofensiva por excelencia en las guerras convencionales, desde que apareció en el frente francés de la I GM en 1916.

Dotación no solo tardía, sino también escasa. Recordemos que los carros de combate se emplean en masa, siendo que para obtener resultados decisivos sea necesario aplicar la potencia de fuego de decenas de ellos sobre el punto atacado. Como quiera que el frente es de muchos centenares de kilómetros, siempre será necesario disponer de otras masas de carros en diferentes lugares, sea para defender, sea para atacar otras posiciones y hacer la ofensiva global creíble. Conclusión segunda: a pesar de que juega a favor de los carros que se van a entregar su gran potencia, precisión, movilidad y protección, lo que se requiere para la situación que presumiblemente se está planeando para la próxima primavera es un conjunto de cientos de carros, nada de algunas decenas de ellos. Y los arsenales occidentales no están sobrados de este tipo de arma, y Ucrania no se encuentra en condiciones de producirlos.

Como no deseo que el artículo derive hacia una monografía excesivamente técnica, y sea entendible por todos los lectores que amablemente se acerquen a su lectura, resumo diciendo que, además, para que estas masas de carros de combate puedan tener éxito deben ir acompañadas por decenas de vehículos blindados que transporten a las tropas de apoyo a la misma velocidad que los carros, estando dotados de gran potencia de fuego; por vehículos de ingenieros que vayan levantando minas y abriendo pasillos en los obstáculos; y por artillería antiaérea que proteja el techo de las unidades, aparte de la correspondiente logística –centenares de vehículos-. Eso sin olvidar el potente apoyo de fuegos que necesitan por parte de la artillería de campaña. En este último caso estamos hablando nuevamente de cientos de piezas de artillería y de decenas de miles de proyectiles, por mucho que los occidentales sean más precisos que los tradicionales ucranianos. Conclusión tercera: la prevista entrega de carros a Ucrania para fechas que no permitirán que se pueda disponer de ellos antes de abril próximo, aproximadamente, es insignificante en comparación con las necesidades de su Ejército de Tierra. De aquí a entonces, Rusia pasará presumiblemente a una ofensiva feroz, aunque sus objetivos puedan ser limitados, como decía antes, y circunscritos a las cuatro provincias que ha hecho ingresar en la Federación Rusa.

Continuando con el desglose de las ayudas -¡ qué lejos quedan los tiempos en que Alemania pretendía apoyar con cinco mil cascos y España con botas y ropa de abrigo!-, es conveniente imaginar cómo serían las operaciones de las Fueras Armadas de Ucrania para ganar la guerra de manera total, es decir, recuperando todo el territorio perdido, Crimea incluido. ¿De verdad alguien puede creer que se va a recuperar tan vasta extensión de territorio teniendo el enemigo el dominio del aire sobre todo el país y el naval en el Mar Negro? ¿Cómo se puede conquistar, por ejemplo, Crimea en estas condiciones? La respuesta es clara: si no se entregan aviones de combate y/o cientos de drones, misiles de largo alcance que permitan a Ucrania hostigar constantemente a la flota del Mar Negro y destruir sus unidades, e incluso atacar objetivos militares en territorio originalmente ruso desde donde parten los ataques a larga distancia, la guerra no la podrá ganar Ucrania según sus expectativas actuales de ir a por todas. Seguro.

En esta encrucijada se encuentran los países occidentales. Este hipotético apoyo masivo sería insoportable para un Kremlin que podría verse completamente acorralado. Siempre se ha dicho que no puedes acorralar a un tigre aunque parezca que está muy malherido. Volvería la amenaza del uso de armas nucleares, por mucho que fuesen de efectos más reducidos y no comparables con los de Hiroshima y Nagasaky. Y no nos engañemos, las armas nucleares son todas de alcance estratégico, por “poca” que sea su potencia, dados los efectos políticos definitivos que pueden alcanzar. Si la entrega de carros a Ucrania ha sido embarazosa para los países occidentales, imagínense ustedes cómo de duro sería digerir la respuesta a un hipotético ataque nuclear. Conclusión cuarta: es poco creíble que los países de la OTAN quieran la derrota total de Rusia con la humillación correspondiente, y aquí me voy a 1919 y a la famosa profecía del mariscal francés Ferdinand Foch al respecto del Tratado de Versalles de 1919 que puso fin a la I GM: “Este no es un tratado de paz, sino un armisticio de veinte años”. Fue absolutamente preciso en su diagnóstico.

Pero, vayamos ahora al tiempo. No al meteorológico, tan importante en la zona para el desarrollo de las operaciones, sino al calendario. El 20 de enero de 2025 habrá juramento por parte del presidente de los EEUU. en los exteriores del Capitolio. Si es Biden, o alguien de su equipo o adscripción ideológica, respirarán profundamente en Kiev. Si es Trump o cualquier seguidor republicano de “Primero América”, las posibilidades de una repetición de la salida de Afganistán serían elevadísimas, mucho más si el resultado de la guerra en Ucrania se viese lejano. En este caso, no habría que salir porque no se ha entrado. ¿Recuerdan ustedes Afganistán? Alguno aún nos debe una explicación de cómo van las conversaciones con el gobierno talibán.

En Rusia habrá elecciones presidenciales en marzo de 2024 –primera vuelta el 17 de dicho mes y segunda, si fuese necesario, el 7 de abril-. Es lugar común en todos los medios de comunicación de estos lares que en Rusia hay un régimen autocrático. Pero lo importante es que Putin, o quien se presentase a las elecciones perteneciente a su línea de visión de la guerra, no deseará de ningún modo que ésta se encuentre empantanada y, mucho menos, casi perdida. Pondrá todos sus esfuerzos para ganarla de manera definitiva a corto plazo, aunque es difícil creer que pueda efectuar nuevas movilizaciones significativas de tropas sin que se modifique el clima de “tranquilidad social” que tiene actualmente ante la marcha de la guerra.

Por su parte, en Ucrania, debe haber elecciones presidenciales, según establece la Constitución, a los cinco años de las anteriores (art.103, 1996). Eso nos lleva a finales de marzo de 2024, prácticamente coincidiendo con las rusas. En cuanto al parlamento ucraniano –Rada- debe ser reelegido a finales de octubre del mismo año. En Ucrania, el presidente es el garante de la soberanía nacional y de la integridad territorial (art.102,1996), mientras que la Rada tiene la potestad de introducir enmiendas en la Constitución, siempre según los mecanismos previstos en ellas. En este apartado, que hará que el año 2024 sea vital para el futuro de Ucrania, solo quiero recordar que uno de los factores que auparon a Zelenski a la presidencia en 2019, con un 73% en segunda vuelta, fue –aparte de la percibida como corrupción del sistema-, la incapacidad del anterior presidente, Poroshenko, para solucionar la situación del Donbass. Conclusión quinta: es plausible que todas las partes esperen que el año 2024 sea el definitivo para la llegada de un armisticio -no tratado de paz- que no contentaría de manera absoluta a ninguna de las partes contendientes. Y no descartemos que, caso de que Volodimir Zelenski no se aviniese a firmarlo, comenzase a “sobrar”, tanto para los apoyos foráneos como para los internos, ante una situación de desgaste completamente inadmisible a esas alturas para unos y otros.

EEUU. saldría, en esta hipótesis del armisticio, como ganador de esta “guerra de delegados” que está llevando a cabo, y podría centrarse completamente en el Mar de China, que parece ir a pasos agigantados hacia la confrontación armada. Rusia habría perdido para muchos años gran parte de su capacidad militar de inicios de 2022; y Ucrania quedaría en pleno “irredentismo” y agradecida a Polonia y Lituania –en especial la primera- con quienes mantiene lazos históricos que van mucho más allá de la buena vecindad. Tanto Rusia como Ucrania, se preguntarían si para este viaje hicieron falta estas alforjas. Y la UE debiendo afrontar la reconstrucción de Ucrania y tratando de responder a la recurrente pregunta de si es necesaria una Defensa Europea autóctona, diferente de la de la OTAN, a lo que yo ya digo que sería un error claro y manifiesto. Por presupuestos necesarios, plazos de tiempo hasta que estuviese operativa, mecanismos de confianza entre sus miembros, etc. Y, sobre todo, por crear una rivalidad militar con EEUU. que ahora no existe.

Y termino recuperando a los Leopard y hablando de España. La ministra de Defensa dijo el verano pasado que no podían entregarse porque estaban en un estado “absolutamente lamentable”, según hemos podido leer. Unos carros cuya tecnología es de los noventa del siglo pasado y comprados definitivamente en 2006, se encuentran abandonados desde solo unos años después. No sé si lo de “absolutamente lamentable” es exclusivo de los carros Leopard o se puede extrapolar a la gestión del Ministerio de Defensa en lo que va de siglo. Pero de este tema ya he hablado con detalle en varios artículos de estas mismas páginas a lo largo de 2022. Aunque sea tarde, muy tarde, es de congratularnos que el Ministerio de Defensa haya dejado de estar a la defensiva ante la opinión pública española, aunque el origen de esta tibia nueva posición que estamos presenciando deba ser buscado allende nuestras fronteras.

Jacinto Romero Peña

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