OPINIÓN

Jose Mateos Mariscal: «El papel de los inmigrantes españoles en Alemania»

Jose Mateos Mariscal: "El papel de los inmigrantes españoles en Alemania"

En la explosión de la nueva Alemania miles de españoles tuvieron su papel elemental junto a otros millones de trabajadores italianos, griegos, yugoslavos o turcos, principalmente. Eran la fuerza laboral que el país necesitaba tras el desastre y la correspondiente muerte de millones de trabajadores alemanes en los frentes de guerra. De hecho el Gobierno entonces en Bonn urdió una ley para animar a la mano de obra barata europea a acudir a Alemania. Una sociedad derruida pero en el fondo conservadora iba a descubrir de golpe otras culturas vecinas, entre ellas los apartados gastronómicos. Siete décadas más tarde, el resultado se conoce popularmente en Alemania como sociedades ‘multi-culti’, entre las que Berlín es su exponente, con una población extranjera contada por cientos de miles, 350.000 de ellos de origen turco, italianos e españoles.

Y como muestra de aquella urgente necesidad de mano de obra, un ‘botón’ estadístico: en 1954 los ‘Gastarbeiter’ (eufemismo oficial que designaba a los inmigrantes) suponían el 0,4% de la población activa en la república; en 1971, el 10,3%. En 1983, tras los efectos de la crisis del petróleo, las autoridades animarán con otra norma a los mismos extranjeros para que se marchen.

En el caso españoles el máximo apogeo se registró en 1974, cuando 287.000 ciudadanos españoles trabajaban en Alemania. Poco después de la muerte del dictador Francisco Franco y la llegada de la democracia, en 1980, sólo 180.000 españoles seguían en el país

¿Debe la Unión Europea levantar vallas y alambradas para proteger sus fronteras exteriores?

Treinta años después de la caída del Muro de Berlín, surge en Europa un insólito debate sobre los muros de aislamiento: ¿debe la Unión Europea levantar vallas y alambradas para proteger sus fronteras exteriores y convertirse así en una especie de ‘fortaleza’? De hecho, ya lo ha venido haciendo. En los últimos 8 años, los Estados miembros han construido más de 8.000 kilómetros de murallas para contener a los inmigrantes y demandantes de asilo.
En realidad, el debate ahora es sobre si los fondos europeos deben financiar barreras de cemento, acero y cuchillas, como ya financian la compra de drones y radares para frenar los flujos migratorios que llaman a sus puertas marítimas y terrestres. Barreras que no respetan los derechos y la dignidad de los inmigrantes.
Países de la vieja Europa, como Grecia o Austria, hicieron causa común en el último Consejo Europeo con los exsoviéticos del llamado Grupo de Visegrado, los más xenófobos, para defender la dedicación de más fondos para construir muros.

El populismo xenófobo avanza en muchos países europeos, para acusar a los inmigrantes de problemas acuciantes como la inseguridad y el desempleo cuando, por el contrario, los flujos migratorios han sido muy positivos en países como Alemania o España y las migraciones han estado presentes en toda la historia de la Humanidad. En lugar de un mínimo garantismo humanitario, lo que se está imponiendo en las fronteras europeas es el reflejo “securitario”.

No han dejado de revelarse en los últimos meses escándalos en Frontex, la mayor agencia europea, dedicada a “proteger las fronteras”, por diversas actuaciones violatorias de los derechos humanos de quienes intentaban entrar de forma irregular en territorio comunitario mediante “humillación, acoso y abuso”, con “devoluciones en caliente” sin garantías de ningún tipo, incluyendo empujar hacia Turquía embarcaciones con inmigrantes que ya estaban en aguas griegas, violando la normativa europea sobre asilo.

Buscarse la vida en Alemania

Los Gastarbeiter españoles vuelven a buscarse la vida en Alemania. Con esa palabra se definía en los años 50 y 60 a los cientos de miles de “trabajadores invitados” que, procedentes de todos los rincones de Europa, llegaban a Alemania atraídos por el boom de reindustrialización que vivía el país.

Muchos de ellos eran españoles que escapaban de la grisura del franquismo y de las estrecheces que aún coleaban tras la guerra civil. El petate, el tren y el barco volvían a ser el símbolo de un éxodo que España ya había vivido en décadas anteriores. Medio siglo después, bajo el yugo de una crisis que diluye horizontes prósperos, los españoles vuelven a marcharse, esta vez por la desinencia política del eterno matrimonio pppsoe. A Alemania o adonde sea, en muchos casos para sobrevivir vendiendo preservativos al sector profesional, mi caso modestia a parte.

El pasado lunes, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó un dato demoledor: entre enero de 2022 y septiembre del 2022 abandonaron España 420.150 personas, de las que 54.912 son ciudadanos nacionales que buscan en otras tierras una alternativa a un país con un 24,6% de paro que, directamente, priva de trabajo a uno de cada dos jóvenes.

No existe una única historia de inmigración Española en Alemania
Si bien muchos inmigrantes españoles y españolas llegan a Alemania buscando trabajo y oportunidades, los motivos —y las formas— de emigrar varían. Algunos inmigrantes huyen de la precariedad laboral, otros se ven motivados por dificultades económicas. Muchos deciden emigrar para tener acceso a la educación y ofrecer una mejor calidad de vida a las futuras generaciones.

Históricamente, las políticas de inmigración de Alemania, las condiciones económicas y los cambios políticos han afectado a los patrones de migración española en el país Germano . Así, las historias de inmigración Española continuarán evolucionando, y los inmigrantes españoles y españolas continuarán dando forma a la historia española en Alemania, contrastaba con la esperanza. Sin esperanza nada tenía sentido. Al otro lado de Europa estaba el gran sueño. Una vida mejor. ¿Para todos?. El gran sueño es el gran sueño Europeo. Ese que inició con los Gasteraberter españoles a los que se les vendían que Alemania es el sueño Americano.

El drama de ir de una vida precaria (en Zamora España) a otra que se espera mejor (en Alemania), pero que, en la época en la que transcurre esta historia resulta peor. «Hambre y miseria frente a esperanzas y sueños», dice uno de los personajes del tren de la memoria. En la primavera de 1969. En él, un pequeño pueblo Alemán Nürnberg al que entramos sintiendo frío y como polizones, con Alberto; luego mirando con los ojos bien abiertos de Leonor y los ojos llenos de lágrimas de Mercedes, hermanas que dejan atrás su hogar en Béjar Salamanca y padecerán las terribles condiciones en las que viaja la tercera clase en un tren, también intentaremos escuchar un nombre al que aferrarnos, como Gerardo, que ya ha visto a Leonor y prefiere ignorar a su padre, pues está huyendo de la justicia; y más tarde conoceremos a Narciso que migra para cumplir con un matrimonio arreglado. Las vidas de todos se cruzarán dentro y fuera del tren, cuando lleguen a su destino. Aunque al principio me hicieron ruido las descripciones estereotípicas de los personajes, el serial » un español en Alemania» consigue desarrollar ampliamente lo que otras apenas sugieren, la vida durante y después del viaje de la emigración española creando un retrato de época verosímil que resuena hoy día lo mismo, sueños truncados en un país imposible de aprender un idioma y sobrevivir vendiendo condones a las profesionales vendedoras de sexo.

«Miles de emigrantes siguen desplazándose cada año por el mundo, huyendo, sobre todo de guerras, pero también de hambrunas o persecuciones políticas. Nadie se acuerda de los que mueren, y, a veces, ni de los que viven»

Las voces ausentes de relatos migrante En España en la política, en el sector privado, en las ONG, en los medios de comunicación y en muchos escenarios donde se construyen los conceptos y narrativas que orbitan en torno a los migrantes, se habla de nosotros sin nosotros.

Hace unas semanas alguien me preguntó cómo ha sido trabajar Alemania de emigrate en el sector limpieza en la recogida de Basura, siendo inmigrante. La cuestión vino a raíz de un dato que solté en nuestra conversación y que había leído días atrás en el Informe sobre la Integración Laboral de la Inmigración del Observatorio Alemán del Racismo y la Xenofobia,

“ la emigración es, como el que se tragó el baúl “

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