OPINIÓN

Manuel del Rosal: «España en su laberinto»

Manuel del Rosal: "España en su laberinto"

En España está castigado destruir un huevo de águila, sin embargo, se anima a las niñas de 16 años a que destruyan a su antojo el ser que, desde su vientre, está pidiendo paso a la vida. Esa misma niña a la que se le concede la potestad de decidir sobre la vida que se va desarrollando en sus entrañas, no puede por ley sacarse el carné de conducir porque solo tiene 16 años. La última burrada de unos menores de edad violando y torturando a dos niñas de 12 años, se va a saldar con que los menores sean devueltos a sus padres para que los sigan arropando en sus camitas tras darle su vaso de cola cao porque son inimputables. En Madrid, las izquierdas proponen facilitar el consumo de porros a los jóvenes al mismo tiempo que allanan el camino para que, con la ley de educación permisiva y que huye del mérito y del esfuerzo, los jóvenes se licencien en cualquier disciplina sin tener ni la más mínima idea de dicha disciplina. El Banco de España ha dicho: “España es el país que peor ha gestionado su economía y se va a quedar en el vagón de cola de la recuperación”. Esto ya lo está sufriendo el POSE de Andalucía que, a pesar de habérselo llevado crudo con la repugnante corrupción de los ERE, pidió microcréditos a los andaluces para financiar su campaña electoral “y así frenar a la ultraderecha” No sabíamos que a la ultraderecha se le detiene con microcréditos. Los divorcios y separaciones de mayores de 60 años aumentan sin freno, pues es a esa edad cuando, por lo visto, se dan cuenta de que aquel fulgor y apasionamiento de hace 30 años fue un espejismo. Una nueva moda de ocupación se va instituyendo en España sin que la justicia mueva un dedo: la inquiokupación, es decir que primero se hace inquilino para, tras pagar un par de meses, no volver a pagar el alquiler jamás. Por cierto, que con la ley de alquiler tan cacareada por las izquierdas los alquileres han subido y hoy es más barata una hipoteca que un alquiler. Las colas vergonzantes del hambre jalonan nuestra geografía mientras nuestro ínclito presidente a lo más que llega en el desarrollo de su labor de gestión del país es a llamar “piolines” a nuestras fuerzas de seguridad que son las únicas en las que podemos confiar y a quitarse la corbata para horrar energía, además de insultar de continuo a Feijóo. La luz, el gas y la cesta de la compra están inalcanzables y, sin embargo, aquí no se mueve nadie. Y a todo esto a Sánchez solo se le ocurre reformar y la reforma consiste en cambiar a los dos portavoces. Lo último que ha llegado a España para aumentar el laberinto en el que se encuentra ha sido la deuda monumental que alcanza el116% del PIB, el bodrio del “si es sí” que está poniendo en la calle a los violadores y la desaparición del delito de sedición y de malversación que han venido a enrevesar el diseño de este laberinto en el que España se encuentra y que, parece ser, que nadie es capaz de hacer que se salga de él. Los padres desheredan a los hijos y los abuelos a los nietos porque la pandemia ha sacado al exterior la ruindad y mezquindad de nuestros jóvenes. La vicepresidenta de la comunidad Valenciana edita una guía para instruir a los jóvenes a practicar sexo al tiempo que se ponen de drogas hasta el colodrillo. Una muestra más de este laberinto de estupideces es que tengamos 3.000.000 parados y nadie se presente a la oferta de más de 1.000.000 de puestos que, de ninguna de las maneras se pueden cubrir. Y en este laberinto inexplicable e inextricable que rodea a España, cuando el Covid parece – solo parece – que nos abandona; un nuevo bichito viejo conocido, pero revestido de ropajes progres, nos invade sin avisar; me refiero a la viruela del mono que parece ser que no mata, pero te deja marcado de por vida. España es un laberinto del que está costando salir si es que algún día podemos lograrlo, un laberinto que va a más pues sus retorcidas y estrechas calles se multiplican con el paso del tiempo y sus rincones y recovecos son cada vez más difíciles de evitar, de forma que los españoles somos incapaces de salir de él; todo lo contrario, con nuestras decisiones vamos añadiendo nuevas calles enrevesadas, nuevos rincones inesperados y nuevas falsas señales de salida. Y a todo esto tenemos un gobierno que ha devenido en agencia de marketing y publicidad que raro es el día en el que no hace un floreado, coloreado y llamativo anuncio sobre las bondades de su gestión mientras los ciudadanos, cada día al levantarnos lo primero que hacemos es ir la despensa y mirar si hay algo para comer, apagar el gas, desenchufar los aparatos que no nos prestan servicio en ese momento y sondear nuestros bolsillos para rebañar algún sueltito para el metro.

Las última calles y recovecos de este laberinto en el que España está metida han sido los trenes con obesidad que no pasan por los túneles, la ley Trans que no permite saber si es niño, niña o niñe hasta los 12 años en los que deciden ponerse el género a pinto, pinto, gorgorito y la ley de Bienestar Animal que da más valor a la vida de una rata que a la seguridad y salubridad de un hogar.
El laberinto de Dédalo fue construido para encerrar en él al Minotauro. Teseo se ofreció a acabar con la vida del monstruo y pidió ser elegido para alimento del Minotauro. Teseo quería librar al reino del pago que en jóvenes el Minotauro recibía para aplacar su ira. Le advirtieron de que, aun teniendo éxito en su empeño, nunca podría salir del laberinto muriendo sin encontrar la salida. Pero lo que no sabían era que Teseo contaba con el amor de Ariadna y, ya sabemos que el amor lo puede todo. Ariadna, además de bella, era inteligente. La suma de inteligencia y amor le hizo idear un ovillo de hilo de oro para que Teseo lo fuera desenrollando conforme avanzaba por el laberinto, de esa forma tendría garantizado el camino de vuelta una vez acabara con el monstruo. Y así fue.

Este mito nos avisa de que, cuando el valor se une a la inteligencia, no hay nada que pueda resistírsele. Y aquí me surge una pregunta: ¿Poseemos España y los españoles esa mezcla de valor e inteligencia para salir del laberinto en que nos encontramos? Yo creo que no, que la actual sociedad española carece de valor y ha perdido un elevado porcentaje de inteligencia y, como consecuencia de ello, llevamos años metidos en un laberinto del que no somos capaces de salir porque, precisamente, nos falta valor y carecemos de inteligencia para salir de su intrincado recorrido.

MAROGA

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