SE HA CREADO UNA LUCHA ARTIFICIAL CUYA CONSECUENCIA ES DOLOR Y DESAVENENCIA EN PADRES, EN MADRES Y EN HIJOS

Viva el Día del padre, vivan los hombres sin complejos y sus valores masculinos, abajo la ideología de género y sus esperpentos

Viva el Día del padre, vivan los hombres sin complejos y sus valores masculinos, abajo la ideología de género y sus esperpentos

¡Qué castigo! Parece que debo resignarme a seguir hablando de esto del género y todos sus flecos irracionales, contranatura y desquiciantes. Y todo por una ideología totalitaria que inoculan a dolor en la sociedad, a modo de tatuaje emocional. ¡Pero ya basta! Las mujeres estamos muy hartas de que se insulte a nuestros padres, maridos, novios, parejas, hijos, hermanos, cuñados, primos, amigos y hombres en general. ¡Ya está bien de esa matraca trasnochada de la que sacáis tanto rédito! ¡Dejad en paz a los hombres! Los queremos como son, con sus potencialidades y limitaciones. Ellos no son acosadores, ni maltratadores, ni violadores ni asesinos. Que haya acosadores, maltratadores, violadores y asesinos no es justificación para colgar a los hombres este sambenito inmundo que tanto daño social está causando. ¿No hay mujeres acosadoras, maltratadoras y asesinas, capaces de acciones tan viles como las de cualquier hombre? Sin embargo, no se nos avergüenza con insinuaciones o generalidades ofensivas. ¿Por qué a los hombres sí? ¿Por qué se nos tienen que dar ventajas y privilegios como si no fuésemos seres humanos cabales y completos? Quienes llevan estos estandartes, tan injustos como obscenos, ejercen de títeres satánicos intentando prostituir los polos de la biología y la antropología.

Quiero decir basta de engaños aderezados con eufemismos ad hoc, que vamos incorporando según nos llegan de los laboratorios de la ingeniería social y cultural que padecemos, léase la ONU y sus organismos internacionales que, nacidos para el bien y la paz, no han dejado de hacernos la peor de las guerras: la de la manipulación a gran escala, pervirtiendo nuestros principios más nobles y nuestra riqueza cultural de siglos. Basta de seguirle la corriente a esta “cosa” del género, que a todo el mundo atraganta, pero que nadie vomita ni escupe. Basta ya de normas de comportamiento por parte de personajes cavernícolas que tienen que aprender a ser civilizados.

Las mujeres estamos hartas de las ideas desquiciadas de un grupo de locas/os que lograron imponer sus ideas distópicas en los foros universitarios corruptos de mediados del siglo pasado –Margaret Sanger, Margaret Mead, Alfred Kinsey, Clarence Gamble, Simone de Beauvoir, todos con comportamientos sexuales aberrantes— y que irrumpieron con fuerza a raíz de mayo del 68, de la mano de Germaine Greer, Kate Millet y Shulamit Firestone, para, entre otros fines, crear un mundo nuevo con un remedo de mujer como protagonista única, y dar sentido a una izquierda que ya no tenía nada que reivindicar, una vez caducado el discurso político de la lucha de clases. Por eso, desde la corruptísima ONU, todo lo relacionado con el tema de las mujeres, sobre todo su sexualidad, ha pasado a considerarse un asunto político y, además, público.

Lo realmente terrible es que estas ideas y normativas, aprobadas en las Conferencias internacionales de las Naciones Unidas, que ni siquiera eran vinculantes, de facto, siempre tuvieron rango por encima de los Estados y, a base de presión se fueron promulgando leyes aun burlando las Constituciones y los principios jurídicos.

Por eso, en municipios que adolecían de servicios prioritarios enseguida hubo “observatorios de género” y se gastaron fondos públicos para diseñar e imprimir carteles representando a niños cocinando o con el cochecito del bebé y niñas clavando clavos encaramadas a una escalera o pintando una fachada. Un disparate contra el que nadie se atreve a pronunciarse, primero por miedo a salirse de la manada e ir contracorriente de lo que dicta el sistema, y segundo, por ignorancia, porque, en general, se ignora que el tema del género no tiene nada que ver con la igualdad y los derechos de la mujer. Este esperpento va de otra cosa. Se trata de enemistar a hombres y mujeres, a hacernos enemigos irreconciliables, para que el Estado actúe de mediador y así tener más poder sobre las vidas y haciendas de sus ciudadanos. Esto está haciendo un daño social terrible. Se ha creado una lucha artificial cuya consecuencia es dolor y desavenencia en padres, en madres y en hijos. La desafortunada e injusta Ley de violencia de género está contribuyendo a la desestabilización de muchas familias y parejas. Muchos aún creen que fue una ocurrencia de Zapatero, pero no es así. Él solo fue un alumno aventajado que se prestó a que sus legislaturas fueran un campo de experimentación social. Y creo que hemos pasado la prueba con nota, pues la sociedad española, que quería quitarse el marchamo de antiabortista, conservadora, católica y medio gris se lanzó en brazos de la modernidad del abismo. Y ahora es tarde para decir basta, porque cada ley sobre estos temas es más restrictiva. No hay más que ver los últimos engendros de Irene Montero, otro títere sin sustancia gris, que ha vendido su alma al diablo.

Yo me declaro completamente ajena a ese gremio de desestabilizadas; y como yo, casi todo el mundo normal. No conozco a nadie sensato, ni hombre ni mujer, que no esté en contra de esta ideología totalitaria. Excluyo, claro está, a la tropa política de todos los colores, que es el gran verdugo del sentido común en esta materia.

Y por si no tuvieran suficiente con sus consignas agresoras en eslóganes y pancartas, así como la absurda y antinatural Ley trans o la del Solo sí es sí, ahora quieren “matar al padre”, no en el sentido del desprendimiento psicológico, propio de la etapa de transición a la edad adulta. De alguna manera, se trata de eliminar el cuarto mandamiento de Moisés, que ya figuraba en el Código de Hammurabi: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Ahora no solo pretenden no honrarlo y apartarlo de nuestras vidas, sino arrebatarle un día tan merecido. Este año, los colegios públicos han dado un paso más hacia el abismo de la confusión. “No celebraremos el día del padre, sino el día del ser especial”, les anunció una de las maestras. Alegan  que para no discriminar a los niños que tienen dos madres. ¿Pero en qué quedamos?  ¿No están las propias madres por duplicado encantadas con su situación? ¿Alguien las obliga? Con la engañosa medida se está reconociendo que tener un papá es un regalo, cosa que es cierta, y que hay que ocultarlo para que otros no se sientan inferiores. El mundo al revés: en lugar de fomentar la familia constituida por hombre y mujer –los dos son imprescindibles para la vida y el desarrollo del niño— adoctrinan con todo lo contrario, y luego tienen que poner remiendos con medidas tan ilógicas como estúpidas. Yo crecí con un padre excepcional, y a él quiero dedicarle este artículo. No era muy cariñoso y besucón, pero siempre estaba presente, y ejercía la autoridad y la estabilidad que necesitábamos para crecer como personas sanas de cuerpo, mente y espíritu. En él confluían los arquetipos del poder, el orden y la seguridad. Estando Papá, parecía que nada malo podía ocurrirnos porque él lo arreglaría, como así era. Y más allá de los problemas familiares que, sin duda había, el sistema familiar funcionaba. ¡Gracias, Papá, en tu día! Si volviera a nacer, te volvería a elegir como padre.

Psicóloga, periodista y escritora

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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