OPINIÓN

Manuel del Rosal: «La perversión del Congreso»

Manuel del Rosal: "La perversión del Congreso"

Se comenta por los mentideros de los hospitales de toda España lo que, mientras toman café, hablan los cirujanos sobre los pacientes para operar: “Los mejores pacientes para operar son los políticos porque, en su mayoría y salvo excepciones, no tienen corazón, ni estómago, ni huevos y el cerebro y el culo son totalmente intercambiables”

La moción de censura de hace unos días certificó este aserto. Basta comparar lo que dijo Tamames, que no es un político, y lo que dijeron Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Patxi López, políticos de profesión, que no de vocación al servicio a los demás y las diferentes formas de expresarse.

Pervertir viene del latín pervertere y significa corromper. Hay sinónimos como viciar, contaminar, prostituir. El otro día en la moción de censura Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, con la connivencia de Batet, pervirtieron el Congreso haciéndolo pasar del lugar que representa la voluntad ciudadana, del lugar donde se discute sobre lo mejor para España, a una rampa de lanzamiento de sus programas electorales al tiempo que un foro para atacar a la oposición.

Pedro Sánchez torturó a los presentes en el Congreso y a los que seguían la moción desde los televisores con una hora y cuarenta minutos de lugares comunes, tópicos, topicazos, reiteraciones, vacuidades, mentiras y autoalabanzas en un mitin electoral cutre, hortera y plúmbeo imposible de soportar; en un bodrio infumable.

Aprovechando la tribuna que le ofreció el Congreso, Pedro lo pervirtió, lo corrompió, lo vició, lo prostituyó con la connivencia de la señora Batet que lo preparó todo para que así se produjera. El resumen de su discurso de 20 panfletos y una hora y cuarenta minutos de duración fue simple: o yo o el caos.

Yolanda Díaz, en palabras del burdo Patxi López, presidenta segunda por decreto ley, al igual que su adorado Sánchez – parecen vivir una dulcísima luna de miel – habló sin decir nada un poco menos que él (una hora y cinco minutos) En esa hora y cinco minutos la glamurosa señora Díaz le dio jabón por detrás y por delante a Pedro Sánchez al que elevó a los altares convirtiéndolo en santo de peana y hornacina y magreó dialécticamente a las señoras Belarra y Montero adalides del feminismo trans, del nefasto sí es sí y del bienestar animal mientras atacaba inmisericorde al todo lo que se movía al contrario de como ella y sus adláteres se mueven. El resumen de su glamuroso y pestilente discurso con olor a presentación de partido y a lanzamiento de su programa fue la nada de la nada, el vacío.

Cuando el Congreso debería ser el arte de la sensatez, políticos como Sánchez, Diaz y López lo convirtieron en la farsa y la mascarada, cuando no entronizaron a la mentira. Sus discursos panfletarios y mitinescos producían eco porque estaban vacíos, aunque ellos los creían plenos, pero no, la plenitud no es la hinchazón ni la hidropesía con las que los habían llenado.

Un país cuyos ciudadanos tengan un mínimo de inteligencia no soportaría a estos políticos sin corazón y, por tanto, sin empatía; sin estómago porque no lo necesitan: se lo tragan todo sin escrúpulos, sin huevos para actuar con coraje y gallardía y con un cerebro que puede perfectamente ser intercambiado por el culo; pero ese país no es España. Por eso han pervertido el Congreso mientras la ciudadanía permanece muda, sorda y ciega.

MAROGA

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