Es verano y el aire detenido mete en casa a traves de la ventana voces nítidas de la calle que gritan el nombre de una alimaña terrorista al que dicen confiar la tarea de votar a Sanchez mientras se acuerdan de toda la parentela del tirano, no sólo por complicidad sino porque los españoles no olvidan que su desaforado amor propio nos ha sacado de la playa y la piscina para intentar aferrarse al poder y seguir engañándonos.
El caso es que nos gobiernan demoscópicos, comunicólogos y sondólogos que quieren robarnos la ilusión y la esperanza, como si una Nación se pudiera construir sin emociones, como si la política fuese una ciencia exacta y ellos, los únicos nostradamus que saben lo que va a pasar y jamás se equivocan, motivo por el que debemos poner la Nación en sus manos. Por eso se burlan de los votantes y como las hadas del sueño de una noche de verano de Shakespeare, aplicando una poción a sus ojos, pretenden obligarles a enamorarse de un asno.
Pero es que sí se equivocan. Y mucho. Sólo que a toro pasado a nadie le importa, cuando es justamente antes de las elecciones cuando debieran traernos al fresco sus conjuros y vaticinios, sus reiteradas estimaciones tratando de condicionar el voto.
Estas gentes hacen mucho dinero por preguntar a todo el mundo menos a usted y a mi porque, cuanto más cobran, menos nos preguntan. Además ignoran que, aunque no baste la emoción para organizar un Estado, sí resulta imprescindible para evitar que sea el Estado el que organice la sociedad, y de paso la vida, a usted y a mi.
Frente a eso, con una emoción prudente y sosegada y un discurso impecable en el que no sobraba una frase, lleno de sentido comun, estuvo Abascal en Zaragoza que, como siempre, no se rinde y sigue siendo un contenedor de los separatismos catalán y vasco.
Porque frente a lo que repiten los que lo venden, el debate no es decisivo en absoluto. Aunque algunos intenten desenterrarlo, como todo, el sanchismo está muerto. Feijóo tratará de contener los ataques a la desesperada de la hiena herida y le dejará salir «vivo» mientras reparte cartas ministeriales y yo se las echo para no quedarme atrás vaticinando como si fuera «un sondólogo» de esos, que creo que tendrá que contar con Vox más de lo que piensa, que su ministro de economia llegado el caso podría ser el gobernador del Banco de España y que el que va a brillar por su ausencia en el debate de hoy va a ser precisamente Santiago Abascal, el líder de Vox.
Porque cuando algunos le escatiman la representación concedida a Vox el pasado 28 de mayo, se equivocan. Y cuando el Pp trata de evitar el pacto natural que ordenaron las urnas, como en Extremadura, Murcia o Aragón, por miedo a perder una exclusiva de derecha que dura más de cuarenta años, la lían.
Los demoscópicos y sondólogos no son médicos, como parecen, sino gurús y echadores de cartas porque tratan de averiguar el resultado a través de las mechas rubias de una rana que apenas sabe mezclar las cuatro letras.
Abascal, sin embargo, lleno de mesura y sentido común se ha referido a Sanchez en Zaragoza acertadamente como el desenterrador de una guerra de hace un siglo que va por ahi reabriendo heridas que estaban ya curadas. Una de las burdas chapuzas ideológicas de un tirano que ha condenado a los españoles a la inseguridad. Inseguridad en las calles, sacando de la cárcel golpistas, etarras y violadores; inseguridad en las viviendas, alentando la okupación, e inseguridad en las pensiones, incrementando la deuda como si no hubiera mañana.
Por eso, a pesar de las mentiras y añagazas que el psicópata Sanchez empleará en el debate, la Nación coge carrerilla para darle al asno en una noche de verano la mayor y más esperada patada en el culo, porque aunque no lo digan las encuestas, con sus infinitas chapuzas y malas artes Sanchez nos ha jodido el pasado, el presente y el futuro.
Víctor Entrialgo.