Son muchos académicos, politólogos, sociólogos, psicólogos, periodistas y/o políticos que se preguntan quién es Sánchez para lograr confundir a España constantemente, de manera descarada, y alzarse siempre con sus propósitos, cómo en esta ocasión lo volverá hacer para entregar la vida de todo un país al separatismo y filoetarras, sin poder hacer nadie nada, sometiéndo a 48 millones de personas a las exigencias y caprichos de un delincuente huido de la Justicia en un maletero de un coche, y sólo a cambio de sus exclusivas aspiraciones: Doblegar a los españoles, continuar en el fortín de la Moncloa y aspirar a todo el poder posible en Europa.
Estoy convencido que la clave está en preguntar o preguntarse quién es España, no quién es Sánchez. Ahí, ahí debe situarse el centro de atención de cualquier análisis respecto a los éxitos del autocráta para destruir lo construido durante muchas décadas con el esfuerzo de los españoles, sacrificio de hombres y mujeres, de antes y ahora. ¿Qué parte de responsabilidad es de los españoles demócratas y respetuosos con las leyes?
La sociedad española no se engaña a si misma, sino somos confiados, es un pueblo de altos valores, noble, luchador, honesto y digno de máxima confianza. Es ahí donde algunos depravados atacan y aprovechan la ingenuidad del ciudadano, porque permite descubrir pronto sus sentimientos. Somos muy propensos a ser utilizados con facilidad para satisfacer los intereses vándalicos de otros con intereses espurios. Y esto no es de sorprender, hay muchos en nuestro país, Sánchez sólo es un ejemplar más, aunque es el clásico ‘alumno aventajado’, que todo hay que reconocerlo.
Nos dejamos engañar una y otra vez, como auténticos autómatas.
Una vez te pueden engañar, la segunda ocasión te mientes tú mismo. El proyecto de Pedro Sánchez se observó en sus albores, ya demostró sus ansias de poder exacerbado cómo concejal del ayuntamiento madrileño, después lo dejó claro en su condición de diputado. Entregó su acta para profundizar en la idiosincrasia del país. Una vez experto en didáctica española descubrió claramente sus planes. Se trata de transmitir todo lo que la gente quiere oír y hacer lo que le interesa exclusivamente a él.
Un plan simple, pero de complejo encaje, si no es partiendo de un líder con perfil adecuado, exento de escrúpulos, renegado de principios y valores, añadiendo tiranía, odio y rencor. Dígame si algún que otro paisano no se aproxima a estos atributos, pero Pedro Sánchez además cumple con una cualidad muy desarrollada que le hace único y le permite pasar inadvertido en el juego del escondite: ¡’Es listo’!.
A toro pasado todos toreamos, es fácil analizar lo de ayer cuando el mundo lo conoce hoy. Sin embargo, desde esta misma columna advertí, en contra de muchas redacciones periodísticas pública, las intenciones encubiertas de Pedro Sánchez, incluso antes de pactar con quién decía regenerar la casta. La confirmación maliciosa se dejó ver públicamente a un paso de declarase la ‘pandemia’. Honestamente me sorprendió que regara de millones de euros a los medios de comunicación privados, sobre todo a los de mayor alcance público. Sencillo, que aunque no vi al ganado, si vi las orejas al lobo, si olía el asunto a maniobra de recogida de ovejas.
¿Qué pretendía Sánchez?, Pues sencillo, comprar voluntades y manipular la información al ciudadano, ocultar la verdad y crear una inmensa red clientelar, cambiar sigilosamente las leyes y rodearse de personajes (y personajas) dispuestos a crear de España su propio cortijo.
La sociedad sucumbe, se ve impotente o, como último extremo, observa las tropelías intencionadas de Sánchez para terminar con el sistema político del 78 por la puerta de atrás, con nocturnidad y alevosía, conseguir la pasmosa relajación de las fuerzas políticas y sociales transmisoras de un inmerso conformismo aplastante a la sociedad en general. El pueblo no protesta ni exige en ningún momento, a excepción de la reciente y multitudinaria manifestación de la Plaza de Felipe II en Madrid, poco más, pero que rápidamente le aplican su muletilla: ‘negacionistas o facha’, mientras ellos son progresistas y sociales, ofrecen calidad de vida y ‘España va cómo una moto’ gripada, sin gasolina y con las ruedas pinchadas.
Sorprendente fue también, que ante la cantidad de contradicciones y nefasta gestión improvisada durante el bicho que porulaba a deshora, los ciudadanos estaban convencidos que aquel no era el momento de críticas o descubrir el desorden del Gobierno, que se veía a leguas, sino muchos señalaban que todos juntos terminaríamos con el virus, hasta tal punto que pusieron a aplaudir a la gente encerradas ilegalmente en sus casas, es cierto que se suponía que iban dirigidos a sanitarios, orden público, bomberos, etc, pero ¿no cree que ese homenaje merecido habría tiempo después para hacerlo y tras terminar con la apurada emergencia?. Mejor era la oportunidad de denunciar la hecatombe de los políticos responsables de protegernos. Los sanitarios hubieran agradecido más en esos días el material adecuado, la protección necesaria y apoyo institucional del ‘comité de expertos’, del filósofo Salvador Illa y Pedro Sánchez. Después vendrían tantos bulos, mentiras y desconciertos que aún no sabemos con exactitud qué pasó.
Después un interminable rosario de mentiras, engaños y vacileo a la sociedad, que va desde crear odio, rencor y revancha guerracivilista, separar al hombre de la mujer, y viceversa, enfrentar a la empresa con el empleado, denostar a la familia, olvidar la ley lógica del esfuerzo y sacrificio para crear posibilidades de vida, facilitar la inercia de la juventud para tomar el relevo, permitir un final humano y de vida a nuestros mayores y/o potenciar el sistema de bienestar social. Pero este discurso queda para los mítines, intervenciones mediáticas y regalo al oído de todos.
Lo cierto es que una vez termina su actuación y llega a camerino, Pedro Sánchez a imagen y semejanza de las estrellas del firmamento, se quita la careta y sigue su camino: Ser el mandamás español y el angélical político buenista, progresista y social en Europa.
En Bruselas o Estrasburgo lo creerán, pero debieran preguntar a los españoles, aunque el principal culpable de la demolición de la Democracia y el Estado de Derecho no es Pedro Sánchez, sino los conciudadanos. El presidente en funciones será recordado en su casa a la hora de comer, mientras dejará a la inmensa mayoría haciendo cábalas para llegar a final de mes y muchos hasta cálculos supersticiosos para echarle gasolina o ‘aceite a la moto’. Está claro, no somos tan listos y seguimos mirando al cielo a ver si nos alumbra la luz de la luna, porque aquí el sol no sale para todos igual ni calienta de la misma manera. El calorcito de Moncloa si caldea el ambiente.
Anián Berto (®)
Periodista – escritor