OPINIÓN

Laureano Benitez Grande-Caballero: «Las jarreterías de Felipe Dolfos»

Laureano Benitez Grande-Caballero: "Las jarreterías de Felipe Dolfos"

Laureano Benítez (extraído de su libro LA PATRIA TRAICIONADA: ESPAÑA EN EL NUEVO ORDEN MUNDIAL, disponible en Amazon)

De dentro de la Zarzuela
un alevoso ha salido;
llámase Vellido Dolfos,
hijo de Dolfos Vellido,
cuatro traiciones ha hecho,
y con esta serán cinco.
Si gran traidor fue el padre,
mayor traidor es el hijo.

Si la esencia de la hispanidad es su raíz católica, pueden considerarse verdaderas traiciones a la Patria la apostasía, el agnosticismo, el laicismo y el anticlericalismo cuando los que portan estos contravalores son los representantes de las más altas esferas de España. A lo largo de nuestra historia, la monarquía ha formado un todo indisoluble con la catolicidad… hasta que llegaron Juan Carlos I y Felipe VI. El progenitor disimuló algo, pero su retoño ha abdicado clamorosamente de la fe católica.

¿Cómo se conocerá el día de mañana a este otro borbonísimo? En mi opinión, el calificativo que mejor le cuadra es Felipe «el laico». Cuando fue entronizado rey, no hubo misa de coronación, ni juró su cargo ante una Biblia o un crucifijo, aunque, como hizo juramento, es de sospechar que indirectamente lo hizo ante el Altísimo. Tres días más tarde, organizó una misa privada en la capilla de la Zarzuela, y su primer viaje oficial fue precisamente al Vaticano.

Estos episodios posteriores a su coronación podrían hacer sospechar que Felipe optó por una ceremonia laica para ajustarse a los dictados constitucionales, pero esta hipótesis no se mantiene en pie si se tiene en cuenta que el acomodo con el laicismo ha sido sin duda una de las obsesiones de la Casa Real, hasta el punto de que su jefe, Jaime Alfonsín, ha dejado claro que deben desaparecer curas, bendiciones y cualquier referencia a la religión en cualquier inauguración o acto en el que participe Su Majestad. Da igual que el organizador sea una institución católica o no, el caso es que a Felipe y a la «Leti» les da verdadero pavor dejarse fotografiar con curas —la «Leti»… ay, Dios mío, ¡vaya reina!: progre, roja, protopodemita, atea, republikana…—, que se abraza con brujas como la Marina Abramovic, y con figuras “woke” vocomo Meryl Streep, pero que se negó a dar la mano al obispo castrense durante la jura de bandera de la princesita.

Una de las rarísimas ocasiones en las que la parejita se fotografió con curas fue con motivo del discurso que Felipe dirigió a la Conferencia Episcopal Española por su 50 aniversario. De hecho, era la primera vez que rompía con su anatema contra los curas. Sin embargo, su discursete estuvo enfocado hacia el sentido humanitario y filantrópico de la Iglesia, convirtiéndola así en una ONG más, por lo cual algunos comentaristas dijeron que su parrafada tenía tufo masoncete. Su idea central fue que

«Más allá de las creencias de cada uno, se debe tender hacia la paz […] orillando aquello que genera división y discusión».

Y es que Felipe ya apuntaba maneras desde su misma condición de Príncipe de Asturias. Por poner un ejemplo, durante la inauguración el 17 mayo de 2011 del centro de investigación CIMA, dependiente de la Universidad de Navarra, pusieron como condición para asistir que no hubiera ningún sacerdote para bendecir las instalaciones.

Ante esta exigencia, el obispo de Pamplona tuvo que ir unas horas antes para proceder a la bendición.

¿Será por la aconfesionalidad que proclama la Constitución por lo que tenemos a «Felipe el laico»? ¿Será por el agnosticismo de la Leti? Sin embargo, a la presunta Reina no se la puede considerar ninguna traidora, ya que su verdadero talante estaba a las claras, así que hay que concluir que Felipe la eligió justamente por su corrupta ideología progre, roja, republicana, atea, feminista, etc. Otra traición al legado de un país que tuvo como reina eximia a Isabel la Católica. Sin embargo, a mí me ha dado por pensar últimamente que a la Leti se la buscaron los oligarcas globalistas, que también tienen el privilegio de alcahuetear con las parejas de sus marionetas bufonescas, a las que casan con personajes que les vienen al pelo para sus propósitos. Porque, vamos a ver, ¿habría sido posible encontrar una reina peor que la Leti, la cual reúne un impresionante currículo de progresía infame? Por si esto fuera poco, Felipito no da la impresión de ser quien manda en su casa, desde luego.

Sin embargo, más que «El laico», su apodo más exacto sería «El jarretero»: en su viaje al Reino Unido en julio de 2017, Felipe VI fue nombrado por la reina Isabel II Caballero Extranjero de la Nobilísima Orden de la Jarretera, fundada en 1148 por el rey
Eduardo III, a la cual sólo pueden pertenecer la realeza británica y 24 caballeros —nombrados directamente por el monarca— que hayan destacado «por su servicio al Reino Unido». Servicio, claro, por parte de un monarca que jamás ha mentado a Gibraltar como reivindicación española, traición en la que no está solo este borbonísimo, porque la comparten absolutamente todos los ineptos políticos de nuestra presunta democracia.

También Juan Carlos pertenece a esta Orden, patrimonio de la casa Windsor. ¿Cuáles son las actividades de los jarreteros? Mejor es correr un tupido velo, y que los lectores investiguen por su cuenta… Sólo diré, como pista, que la jarretera, aparte de ser una liga perteneciente a la lencería femenina, puede ser algo mucho más serio, de lo que ni quiero ni puedo acordarme…

Borbonísimo este Felipito que soporta sin pestañear las silbatinas al himno español, que aguanta humillaciones a nuestra Patria en su persona, que acude a una feria de basurarte donde hay un ninot con su figura dispuesto para arder, que firma todos los pestilentes decretazos que se le ponen por delante, que ya tiene su pluma lista para firmar amnistías, referéndums separatas y todo lo que se le ponga por delante.

Felipito, que no movió un dedo cuando profanaron la tumba de Franco, a quien le debe el trono, y no solo por cobardía, ya que está poseído hasta el tuétano por la ideología globalista, como lo demuestra el siniestro “pin” de la Agenda 2030 que luce en la solapa.

En 2018, tomando como pretexto la celebración del 40º aniversario de la legalización de la Masonería —en 1978, justo el año de la Constitución—, la Gran Asamblea de la Masonería Española concedió, en «votación blanca y sin mácula» la medalla de la «Orden Masónica del Fundador con distintivo rojo a su Majestad el Rey Felipe VI —que ya habían concedido también a su padre—, por lo cual, junto a sus otros títulos, este Borbonísimo tiene ya otro más para su colección, el de Caballero de la orden masónica del fundador de los francmasones antiguos, libres y aceptados de la única y reconocida Gran Logia de España, que es la más alta distinción que otorga «la secta».

Ante este panorama, es inevitable la comparación entre estos dos Borbones con su más inmediato predecesor, el rey Alfonso XIII, quien se consideraba «católico, apostólico y romano», que consagró España al Sagrado Corazón de Jesús el 30 de mayo de 1919, lo cual levantó un airado coro de protestas entre masones e izquierdistas. Como un «acto bochornoso y peligroso» lo calificó Julián Besteiro, mientras que Pablo Iglesias Posse lo denunció manifestando que «la locura ha hecho presa en nuestros gobernantes».

Si Alfonso XIII consagró a España al Sagrado Corazón de Jesús el 30 de mayo de 1919, ¿a quién nos consagraría «Felipe el Laico», si quisiera hacerlo? Aunque, a decir verdad, sospecho que nuestra Patria ha sido consagrada a algo o alguien desde las funestas calendas del 75: ¿Adivinan a quién? ¿Lo habrán hecho con nocturnidad y alevosía en Monte Pelado, y de ahí viene todo este lodo infecto de laicismo, toda la cochambre luciferina que devasta nuestra Patria? ¿Quién lo habrá hecho? ¿Habrá oficiado de siniestro hierofante toda la horda de políticos que han llevado a la España católica a este insoportable marasmo laicista?

Pero Alfonso XIII fue un cobarde, que abandonó España al marasmo republicano, temiendo —al igual que Victoria Eugenia— que las hordas rojas hicieran con su familia lo mismo que le habían hecho los bolcheviques a la familia imperial de la rusia zarista.

¿Qué hará Felipito ante el desafío secesionista que está dispuesto a firmar cuando rubrique la impresentable amnistía? Resulta pasmoso ver a un Rey firmando decretos que suponen una seria amenaza a su reinado y a la unidad de España, pegándose un tiro en el pie y un katanazo en su garganta; grotesco y de manicomio de guardia ver el espectáculo de un monarca que ordena a un lacayo del Averno que le odia profundamente que forme gobierno con una patulea impresentable que conspira por la III República, por derribarle, y, lo que es peor, por destrozar España.

Traidor infame, arlequín de Monte Pelado, Tancredo cuchifrito, borbonísimo cum laude, Felipito acabará en Estoril, como su abuelo, entre regatas y casinos. Que lo haga cuanto antes, para que así venga por fin ese Gran Monarca que, según contrastadas profecías llevará a España a su resurgimiento, y al mundo a su regeneración espiritual.

Que así sea, y así se cumpla.

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