“Una sociedad tiene todos los delincuentes que se merece”
Juan Antonio Vallejo-Nágera publicó en 1980 su obra Concierto para instrumentos desafinados. El autor, a lo largo de sus páginas, destila sensibilidad y respeto hacia los personajes – personajes reales – que aparecen y que él trata incluso con ternura. Todo el libro es una demostración de como el ser humano puede elevarse por encima de sus miserias, aún en las condiciones más adversas.
Acaba de sernos enviado a los ciudadanos la formación del nuevo gobierno de Sánchez. Para mi – cada uno que piense de este gobierno lo que le dé la gana – este gobierno es un conjunto de instrumentos desafinados, sin armonía ni equilibrio del que solo podrá salir un concierto desafinado. Si los personajes que forman la trama de la novela de Vallejo Nájera están revestidos de dignidad, ternura, inteligencia, generosidad, tolerancia … emitiendo en su conjunto una melodía única, al unísono; a pesar de estar desafinados por la vida, los personajes de este gobierno tan solo están revestidos de ambición y de intereses particulares, tocando cada uno el instrumento que le ha sido entregado con el solo propósito de mantenerse en el puesto privilegiado sin mirar siquiera la partitura que, se supone, está compuesta para el bien general de los ciudadanos, el bien de España. Es imposible que el concierto que vamos a oír a lo largo de esta investidura sea un concierto con armonía y equilibrio en el que todos los músicos, obedientes a la batuta del director, interpreten la partitura sin desafinar. Y es imposible fundamentalmente porque esta orquesta va a estar dirigida, no por la batuta de un director, sino por la de cinco directores con batutas y objetivos diferentes orientados a conseguir sus fines sin importarles si la desarmonía y el desequilibrio con el que van a interpretar la partitura rompa España.
Pedro Sánchez aparecerá ante el atril con la batuta en la mano para hacer creer a los asistentes al concierto que él es el director cuando, en realidad, tendrá que recibir órdenes de Puigdemont, Urkullu, Yolanda, Otegui y Aragonés que si que son los verdaderos directores del concierto que nos espera a lo largo de toda la legislatura. Y claro, con una dirección de orquesta dependiente de cinco batutas, la partitura que, suponemos, está compuesta para el bien general, el bien de España y los españoles, se oirá chirriando como las ruedas de un carro desvencijado, como cuando se baja el cierre metálico de una tienda, como una jaula de grillos intentando cantar la Traviata. Y eso será así porque es absolutamente demencial creer que cinco batutas puedan ponerse de acuerdo mientras el que se viste de tiros largos para hacernos creer que él es el único director, viaja en Falcon y pasea su palmito por todos los foros, únicos trabajos que le serán asignados mientras los que le permiten viajar y lucir palmito, imponen cinco movimientos de batuta diferentes orientados tan solo a conseguir sus bastardos fines sin importarles si la obra musical que aparece en la partitura es rota en pedazos.
Torcuato Luca de Tena publicó en 1979 su obra Los renglones torcidos de Dios que, al igual que Concierto para instrumentos desafinados, se desarrolla en un psiquiátrico. Para Luca de Tena el mundo insólito y aterrador de los locos es el mundo donde viven los “renglones torcidos de Dios” renglones que se le deslizaron en su divina escritura; para mí no, para mí esas criaturas, la mayoría de las veces tienen más derechura y luz que las llamadas normales porque, en la mayoría de los casos las enfermedades psíquicas deterioran la mente dejando intacto el corazón. Hay más ángeles en el infierno de un psiquiátrico que en el consejo de administración de una gran multinacional o en un gobierno por muy democrático que sea, en el Congreso de cualquier país occidental. Puede que los renglones torcidos de Dios no sean los llamados locos, puede que sean los hombres y mujeres que caminan por nuestras calles, que rigen empresas y bancos, que forman los gobiernos, que emiten leyes desde el Congreso, pues son ellos con su codicia de dinero o de poder los que tuercen la divina escritura, los que rompen la armonía, los que, cada uno con su instrumento de perversión conjuntan un concierto desafinado como el que – probablemente – nos veamos obligados a escuchar durante esta legislatura. Ojalá me equivoque.
MAROGA