OPINION

Manuel del Rosal: «Napoleón o de como los llamados grandes hombres son -como personas – muy, muy pequeñitos»

Manuel del Rosal: "Napoleón o de como los llamados grandes hombres son -como personas – muy, muy pequeñitos"

Acabo de ver la película Napoleón de Ritley Scott. Uno de mis hijos, conocedor de mi afición al cine, sobre todo al cine clásico, no sé cómo se las apaña, pero un día después de su estreno, ya me tiene metida en mi televisor la última película de renombre. Napoleón es de 2023 y es una película de renombre por el personaje histórico, por su director y por su intérprete. Y sin embargo a la mitad del metraje ya está uno deseando que Napoleón termine en Santa Elena. No sé nada de crítica cinematográfica, pero sé algo de historia y me veo obligado a decir que el Napoleón de Scott es un Napoleón encartonado en un rígido Phoenix que más bien semeja una marioneta que un hombre. Y viendo al Napoleón de Scott batallando entre Josefina y Waterloo, uno encuentra explicación – muy plausible – a la pregunta: ¿por qué el mundo va cada día a peor? La respuesta es bien sencilla: el mundo va siempre a peor porque el mundo está, desde siempre, en manos de “grandes hombres” que en realidad son pequeñísimas personas invadidas por taras, complejos, vanidades, codicias y demás taras enumeradas como pecados capitales.

Napoleón, ese gran hombre a caballo entre los siglos XVIII y XIX y según el bodrio infumable de Ritley, era un imbécil cornudo en manos de una puta cortesana que hacía y deshacía con él lo que le venía en gana según las apetencias de sus ingles. A nadie le puede extrañar que la decisión de atacar Rusia fuera tomada por Napoleón bajo el peso de la cornamenta que Josefina le puso en la frente, lo que le impedía pensar y le producía intensas migrañas. Ese imbécil cornudo quiso ser el emperador de toda Europa sin importarle los miles de muertos que fue dejando en el empeño. A lo largo de la historia Napoleones ha habido muchos y siempre han sido considerados unos “grandes hombres” cuando en realidad eran pequeñitas personas sin nada dentro de sus pechos, como odres vacíos de empatías y llenos de taras. Esos grandes hombres han llenado las páginas de la historia antes y después de Napoleón. El mundo moderno nos dio los “grandes hombres” muñidores de la Primera Guerra Mundial en la que murieron millones de inocentes. Esos mismos “grandes hombres”, no contentos con la carnicería de la primera, urdieron la Segunda Guerra Mundial en un ejercicio mental depravado y perverso que, por lo visto, es común en los “grandes hombres”. Lo pervirtieron todo, lo arruinaron todo, llevando en sus alforjas millones de muertos que culminaron con Hiroshima y Nagasaki. Hoy y en todos los países del mundo los “grandes hombres” forman una nómina interminable de pequeñísimas personas adornadas con todas las taras físicas y mentales que anidan en sus cuerpos y en sus mentes. Acaban de salir a la luz algunos – los menos – documentos del caso Epstein. Presidentes de poderosos y menos poderosos países, banqueros podridos de dinero, empresarios sin escrúpulos, príncipes, reyes, financieros sin alma, capitostes de los mass media, zares del espectáculo etc. Los llamados “grandes hombres” que con solo una firma pueden arruinar a millones de seres humanos jalonan los documentos impregnados en la suciedad más asquerosa que imaginarse pueda. Son los que tienen en sus manos el mundo y su destino. Son los tarados físicos del micropene, de la ruindad de sus mentes y almas – si es que tienen alma – de los traumas provocados por su ausencia de humanidad, traumas que trasladan a todos sus deseos, actos y decisiones tan solo orientadas a satisfacerse a sí mismos. Son los que pervierten niñas y niños, los que matan con solo firmar un documento, los que arruinan países enteros con solo cambiar las reglas financieras a su antojo son, en definitiva, los que han sido y son llamados “grandes hombres” a lo largo de la historia de la humanidad siendo tan solo unas pequeñísimas personas que de personas tienen tan solo la silueta de los homínidos.

El mundo siempre ha estado en las manos de estos “grandes hombres” y es ahí donde tenemos las respuestas a la pregunta: ¿por qué el mundo siempre camina por la senda de la injusticia? No puede ser de otra forma cuando el mundo está en manos de los “grandes hombres”, pero pequeñísimas personas carentes de humanidad y repletas de perversión

MAROGA

 

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