OPINIÓN

Manuel del Rosal: «Circe y democracia»

Manuel del Rosal: "Circe y democracia"

“No se puede acabar con el dominio de los tontos, porque son tantos, y sus votos cuentan tanto como los nuestros” Einstein

“Todo hombre es tonto de remate al menos durante cinco minutos al día, La sabiduría consiste en no rebasar ese límite” Elbert Hubbart, escritor y filósofo estadounidense.

Con  el giro copernicano entre los resultados de la primera y segunda vuelta  de las elecciones en Francia uno se pregunta si va a cambiar algo esa nación y, si cambia, si será a mejor. Pasa igual en Inglaterra que ha pasado de ser gobernada por un multimillonario (Sunak) a – según The Guardian- “Un político (Starmer) carente de visión del que nadie sabe que defiende claramente”.

El día caía a plomo en Francia. Los franceses, con los ojos algodonosos, acudían a las urnas para librar la batalla que los políticos les han dicho que libren, revelando una vez más la estupidez de su desesperación que les hace creer que ganarán la batalla y la guerra ¡pobres! En el resultado de sus votos no habrá victoria, si no una vaga ilusión para filósofos e imbéciles. Las elecciones en Francia han confirmado en esta segunda vuelta lo que, los que nada esperamos de la naturaleza humana, sabíamos. Que el pueblo vive exaltado por los sermones de los políticos, las premoniciones de los charlatanes y los anhelos nunca satisfechos de sus vidas. El Nobel de Literatura Jonh Steinbeck decía que “Por el grosor del polvo de una biblioteca pública podía medirse la cultura de un pueblo” Yo creía que era solo en España donde se lee poquísimo, también parecer que eso de leer también está demodé en Francia y en Inglaterra.

Cuando los pueblos actúan con movimientos pendulares de 180º, están demostrando que, carentes de cultura y sentido común, a la hora de elegir lo hacen con el pinto, “pinto gorgorito”

La mitología nos cuenta que la diosa Circe era una poderosa hechicera con un talento excepcional para crear pociones mágicas. Hija del dios Helios y de la oceánida Perseis, habitaba en la isla de Eea custodiada por hombres que ella ha convertido en lobos y leones. Era temida por sus enemigos que, bajo el efecto de sus pócimas, olvidaban sus hogares y se entregaban a su mandato castigando a aquellos que se resistían convirtiéndolos en animales.

Circe es la diosa de la hechicería, la brujería y los espejismos.

Los tiempos modernos nos trajeron una nueva Circe bajo la apariencia de elecciones democráticas. Tal como la diosa mitológica, las elecciones son nuestra diosa de la brujería, la hechicería y los espejismos, y es tanto o más poderosa que aquella Circe a la hora de castigar a los hombres. La democracia no emplea sus dotes de maligna hechicería en convertirnos en animales, le basta con volvernos mansos como corderos y estúpidos como bueyes para seguir sus leyes y someternos a la creencia de que, mediante la política ¿democrática?, alcanzaremos nuestros sueños. Y es así como, a lo largo de la historia, hemos creído los espejismos que la política democrática ha puesto ante nuestros ojos. Y cada cuatro años, esta Circe de la modernidad y el progreso, nos vuelve a hechizar, a embrujar y a poner ante los ojos sus espejismos haciéndonos beber las pociones y las pócimas que nos ofrece envueltas en el oropel de la esperanza de una vida mejor, más justa y solidaria. Y son los políticos los que, convertidos en lobos por ella para que le sirvan, se encargan de darnos a beber esas hechicerías con las soflamas demagógicas de que esta vez sí, esta vez alcanzaremos la tan ansiada felicidad; eso sí, siempre que, una vez más, depositemos nuestros votos acudiendo como corderos y bueyes a los colegios electorales que son nuestro redil.

Circe advierte a Ulises cuando este decide seguir su viaje a Ítaca que se cuide mucho de oír el canto de las Sirenas. Ulises, astuto y prevenido, hace taponar con cera los oídos de sus hombres y él, queriendo vivir la experiencia del canto de las sirenas, se hace atar al mástil de su barco para conseguir que, aun sintiendo la belleza del canto y con él el deseo de quedarse a vivir los placeres que las sirenas le ofrecen con sus dulces sonidos, no pueda caer en ellos.

Los hombres, cada cuatro años, escuchamos los cantos de sirena de las campañas electorales. Bellísimos cantos que nos ofrecen el néctar de un mundo mejor y más justo. Pero los hombres carecemos del pensamiento racional de Ulises, de su astucia y de su prudencia y nos dejamos llevar por la niebla de las promesas que, como los cantos de sirena, nos ofrecen los políticos para luego no cumplir ninguna de ellas. Y durante cuatro años sufrimos todas las carencias envueltas en el oropel de los cantos electorales, de las tómbolas del siempre toca, cuando no es un pito una pelota para, al llegar las nuevas elecciones, nosotros los ciudadanos, carentes de la prudencia y la astucia de Ulises, volver a  caer en el mismo error, en dejarnos llevar por la pasión que nos hace ver y oír la demagogia política como si del  canto de unas bellísimas e irresistible sirenas se tratara.

MAROGA

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