Esta frase es una locución latina que significa: “Así pasa la gloria del mundo” Su origen parece provenir de un pasaje de Imitación de Cristo (1418) de Tomás de Kempis, canónigo agustino, obra en la que aparece la frase: O quan cito transit gloria mundi, que traducida dice: “¡Oh, cuan rápido pasa la gloria del mundo”
Parece ser que hasta 1963, año en que fue eliminada de la ceremonia de coronación papal, la frase “Sancte Pater, sic transit gloria mundi” se utilizaba para recordarle al nuevo Papa que no dejaba de ser mortal.
Ya Salomón reconoció en su día lo transitorio de la vida y de la gloria con aquel versículo: Vanidad de vanidades, todo es vanidad.
“Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho bajo el sol”
“¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: ¿He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió. Ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después”
La búsqueda de la gloria está en la naturaleza de algunos seres humanos y tiene como compañeros de viaje a la vanidad y a la soberbia. La mayoría de las veces la búsqueda de la gloria se pierde, se extravía dirigiéndose hacia metas vacías, inanes dando lugar a la Vanagloria. Si llevamos todo esto al campo de la política, nos encontramos con que, además de la vanidad y la soberbia, la búsqueda de la gloria de los políticos es acompañada en su demencial camino por el narcisismo, la paranoia, la megalomanía, la borrachera de poder, el desprecio de la realidad, la presunción, el envanecimiento y la arrogancia que les hace creer que son únicos y superiores a los demás, cuando tan solo son odres llenos de aire. En el momento en que los políticos juraran el cargo, desde el concejal de más pequeño municipio de España hasta el presidente del gobierno, al igual que sucedía en la proclamación del nuevo Papa, alguien debería recordarles que son mortales.
El político, borracho de poder por muy mínimo que este sea, llevado de su ansia de gloria, de su vanidad, de su soberbia y conocedor como nadie de su verdadera valía (la nada), necesita constantemente y sin altibajos de la limosna del elogio para sentirse grande, siendo muy pequeño. Para ello el político – tanto más cuanto más importante es el cargo – se rodea de palmeros sin escrúpulos que medran de los aplausos a su líder para alagar su vanidad. El político, de esta forma, cree tener garantizada la gloria postrera cuando en realidad solo tiene garantizada una gloria misérrima y poco duradera compuesta de una sola palabra: Ignominia.
La DANA y Aldama han venido para mostrar lo que debería ser conocido desde siempre por los ciudadanos y, en función de ese conocimiento, decidir si votan a quienes tan solo buscan la vanagloria y los privilegios, pero resulta que en las gentes del común también está asentada la vanidad, una vanidad que nos ciega a la hora de tener que ver con los ojos de la razón. Y aquí podemos citar otra locución latina que nos avisa del motivo fundamental por el que el mundo, este mundo de democracias y gobiernos sin escrúpulos y pringados hasta el colodrillo de corrupción; motivo que no es otro que la búsqueda por unos pocos de una gloria misérrima y transitoria a costa del sacrificio de todos los demás. “Sic mundus creatus est” “Y así fue creado el mundo”.
No hay, no puede haber solución para este mundo dominado por una democracia pervertida; es imposible porque, el que tiene que apagar el fuego en el que este mundo se consume, es el pirómano que lo provoca con sus votos nacidos de cualquier cosa menos de la razón.
No deberíamos olvidar que en 1933 los ciudadanos alemanes dieron el poder a Hitler en unas elecciones democráticas y libres.
MAROGA
