¿Qué rumbo lleva el PP de Rajoy?

Miguel Massanet Bosch
Barcelona

Se veía venir y no por ello es menos penoso. El señor Rajoy, de buena fe, se ha creido que está en los tiempos versallescos, en los que todos se trataban dentro de un estricto ceremonial, en el que las buenas maneras y las reverencias mutuas se prodigaban en todos los ámbitos de la vida social. Error craso: hoy la política es algo así como “una merienda de negros”, una lucha sin cuartel en la que cada bando busca destrozar a su contrario utilizando para ello la descalificación, la trafulla, la mentira reiterada y redomada, la traición y el camaleonismo oportunista. Ante un panorama como este es poco menos que suicida querer enfrentarse utilizando modales y argumentaciones de un señorito educado en los jesuitas de Deusto.

Aznar tendría sus defectos, pero sabía como torear a toda esta chusma y prueba de ello es que consiguió llevar al PP a una mayoría absoluta. Para enfrentarse a un ZP especialista en las técnicas de zorro resabiado y acomplejado por sus demonios personales (lo que él llama “memoria histórica”) no basta con permanecer en una actitud digna y complaciente, como si se quisiera hacer perdonar el ser de la derechas; es preciso tomar la iniciativa y ejercer de oposición beligerante, sin dejar sin respuesta cada error, pifia o malicia del adversario; contraatacando sin dejarse amilanar cuando se es atacado, y dando a conocer a los cuatro vientos los principios que se defienden y las metas que se desea conseguir.

Lamentablemente, el actual Presidente del PP se ha quedado entre Pinto y Valdemoro. Tiene ramalazos de energía pero, acto seguido, parece como si se asustara de su osadía y da la de arena haciendo concesiones al área melíflua del partido; los eternos conciliadores, los politicastros, aquellos que se asustan de decir las verdades por si se ofende el prójimo del otro bando. Elementos como Gallardón, Feijoo, Piqué y, en un estadio intermedio, Arenas (a Fraga ya debieran retirarlo por el bien de todos); que no se retraen de ponerle palos a las ruedas del partido y criticar a los más eficaces de sus defensores, no creo que sean la garantía para que el PP pueda ganar las próximas elecciones.; sobre todo si se distancia de sus bases de siempre, los que lo han votado año tras año y que ahora se sienten perplejos ante el giro que se le está dando al PP.

Son muchos los que se están cuestionando el liderazgo de Rajoy. Para una gran parte de las bases populares, en la actualidad, el partido se está deslizando por una pendiente peligrosa, se hacen concesiones absurdas en cuestiones fundamentales como puede ser la unidad de España, para contentar a los Nacionalistas; se compadrea con el tema de las lenguas en el que, de una manera incomprensible, van cediendo una y otra vez ante el desespero de los afiliados castellanohablantes; se mira a otro lado cuando se aprueba el matrimonio de los homosexuales y se hace caso al alcalde de Madrid cuando propone desentenderse de un tema de tanta trascendencia como es averigüar lo que sucedió en la masacre del 11-M.

Si apartamos de la primera fila a los hombres más combativos para entregar la batuta a los discípulos de Arthur N. Chamberlain quien, con su política de apaciguamiento (appeasement), llevó a Europa a la segunda Guerra Mundial (a base de ir cediendo ante Hitler); lo único que se consigue es darles bazas a los socialistas (maestros en el arte de hundir al contrario). No olvidemos que éste es su propósito: hacer desaparecer al PP del mapa político de España.

Muchos nos sentimos politicamente huérfanos al comprobar, con desolación, como se desmoronan una a una las esperanzas que teníamos puestas en el primer partido de la Oposición para que sostuviera, con firmeza, los valores fundamentales de nuestra civilización, hoy en peligro de quiebra, ante la oleada materialista y separatista impulsada por la resucitada progresía de izquierdas nacionalistas.

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