Coste y riesgos del alcalde más apresurado

Miguel A. Gallardo
Ingeniero de Minas y Criminólogo
Madrid

Pocas ciudades del mundo recuerdan un mandato municipal tan dedicado a las obras públicas como el que Alberto Ruiz Gallardón terminará en mayo de 2007. En el avión en el que volvía de la tanquilísima Irlanda, y en el aeropuerto de Dublín, una de las ciudades más transitables que conozco, he leído unas declaraciones del primer teniente Manuel Cobo, con motivo de un monumental atasco en Santa María de la Cabeza el miércoles 13, en las que acusaba, no se sabe muy bien a quién, de querer retrasar las obras. Ambos pueden tener la certeza de que yo no quiero retrasarlas, pero sí que pretendo calcular los riesgos, y los costes, con tan insoportables molestias, de sus prisas electorales. Son más importantes los riesgos, pero son más fácilmente calculables los costes, y sobre las molestias basta una encuesta a mis vecinos en Arganzuela sufridores como yo de docenas de obras.

Las obras de Madrid desagradan por su insoportable cantidad simultánea que llega a colapsar barrios enteros (hasta hemos sufrido que la única línea de metro próxima estuviera cerrada muchos meses durante los últimos 3 veranos, al mismo tiempo que se construía el conflictivo túnel de Santa María de la Cabeza, que parece que ni siquiera es definitivo porque ya nos amenazan con una prolongación temible y con las desmesuradas obras de la M-30, especialmente en la zona sur me obligan, durante meses, a circular con rodeos y atascos de muchas horas). Deseo que acaben ya, pero no a cualquier precio ni de cualquier manera. No trato de describir aquí lo que casi todos los madrileños sufren, sino que pretendo analizar el incremento de los costes por tantas prisas, y el riesgo para la futura seguridad del tráfico en donde les urge acabar muchas obras al mismo tiempo electoral.

Casi todos los ingenieros con alguna responsabilidad en las obras conocen bien la singular personalidad acelerante de Manuel Melis, un curioso profesor de la Universidad Politécnica que tiene toda la confianza (al menos en la técnica y en la economía de los túneles) de Alberto Ruiz Gallardón para acelerar al máximo cuanto sea posible. Melis es muy famoso entre los ingenieros de minas por un calumnioso escrito, ampliamente difundido en Internet que no sólo está descaradamente inspirado en el “Yo acuso” de Emilio Zola, sino que mantiene su mismo título porque lo que pretende es acusar a todo el que discrepa de sus apresuradas formas de hacer las cosas imponiendo métodos temerarios. Yo no le voy a acusar de nada, pero sí que voy a pedir a todos los políticos con aspiraciones electorales en Madrid que pidan las cuentas detalladas de las obras en las que Melis tiene alguna responsabilidad, y que calculen cuánto se está pagando por las prisas. Recomiendo utilizar una hoja de cálculo para poder comparar gastos condicionados a fechas con los que habría si las obras se hubieran hecho más secuencial que simultáneamente, y sin tanta prisa. La diferencia es muy escandalosa, aunque todavía nadie haya hecho pública una estimación seria que, repito, yo pido sin prisa, pero sin pausa. Somos los madrileños los que pagamos, y pagaremos hasta el final, todas las deudas que tan aceleradamente están contrayéndose ahora.

Los accidentes laborales en la Comunidad de Madrid han sido demasiado frecuentes como para no considerar el factor de riesgo que supone la prisa. Lamentablemente, los sindicatos no parecen querer medir la relación entre la causa y el efecto de tanta prisa, y las víctimas, y sus familiares cuando han fallecido, son política y económicamente silenciados de manera vergonzosa para cualquier administración de justicia europea. Además, el destajo en la construcción de obras subterráneas crea grandes estragos, como el del Carmel de Barcelona, pero también miles, y quizá millones de grietas que debilitan y envejecen cientos de edificios próximos a las perforaciones. Esas grietas sólo pueden explicarse por tunelaciones precipitadas, como bien saben todos los expertos en patologías de edificios, y todos los ingenieros con unos mínimos conocimientos de túneles u obras subterráneas.

Mi pronóstico es aún mucho peor para la seguridad del tráfico cuando se inauguren las obras terminadas con tanta prisa que nada se prueba. En otros países los túneles se someten a unos controles de calidad que impiden horrores como hay en varios actualmente abiertos en varias zonas de Madrid. Un túnel mal concebido, o mal señalizado, se convierte en un auténtico punto negro cuya peligrosidad es tan evidente que los policías autores de los atestados por accidentes en ciertos lugares de Madrid no resistirían un buen interrogatorio judicial considerando el artículo 460 del Código Penal. Los túneles de Madrid mal concebidos ya han costado demasiadas vidas y paraplejías pero cuando pienso en lo que entrará en funcionamiento tan apresuradamente en los próximos meses no puedo evitar recordar ciertas peritaciones judiciales para accidentados en tramos en los que se concentran los accidentes de manera sospechosamente desproporcionada.

No tengo la más mínima confianza en que el Alcalde de Madrid Alberto Ruiz Gallardón vaya a dedicar ni un minuto de su atención a mis preocupaciones accidentológicas y económicas. Es más, temo alguna nueva acusación de Manuel Melis, quizá de alguno de sus colaboradores, o de sus apresurados contratistas. Tampoco espero mucho del candidato Miguel Sebastián, pero sinceramente creo que sus conocimientos de econometría le permitirían hacer una buena simulación informática de los costes de las prisas del actual alcalde mediante un modelo que evidencie que una importante proporción de nuestro endeudamiento depende, directamente, del apresuramiento del alcalde y de las espuelas de Melis en los lomos de los adjudicatarios de concursos públicos en los que la velocidad es el criterio prioritario como bien puede comprobarse en el calendario de pagos (varios técnicos en riguroso “off-the-record” me han manifestado que Melis paga pronto cuando las obras se terminan en la fecha prevista, pero que cualquier demora, por muy justificada que esté, hace dificilísimo el cobro de lo contratado con independencia de calidades, economía y seguridad).

En lo que más me gustaría estar equivocado es en la futura siniestrabilidad de las obras con tan inminentes inauguraciones. Lo que no sé es si se podrán conocer los accidentes y sus causas, o se seguirán silenciando como se ha venido haciendo hasta ahora.

En Madrid hay dos tipos de problemas. Los que se conocen, y otros mucho más peligrosos, y más caros, que son los que no nos permiten conocer. De estos últimos, los que son ignorados por los candidatos no tendrán solución nunca. Yo, aquí, sólo pido una tabla comparativa de accidentes, costes y molestias, en este preciso orden de prioridad, estimados si no hubiera tanta prisa como la que es muy evidente que tiene el actual alcalde y sus más directos colaboradores.

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