Nos creen idiotas

Patricia Romana Bárcena
México

Sr. Director: En qué cabeza cabe pensar que los mexicanos vamos a creer esta farsa que monta hoy el gobierno usurpador para limpiar la imagen de los elementos del ejército que violaron y mataron con su violencia a la indígena Ernestina Ascencio. Sólo a un gobernante invadido por el temor de ser derrocado puede ocurrírsele semejante idea. ¡No!, nuestros indígenas no son maquiavélicos como ellos para planear una muerte con semejantes fines. Cuánta distancia moral existe entre el usurpador y el pueblo al que pretende gobernar mediante mentiras falces. Calderón actúa sin considerar que en México existen profesionales calificados en el terreno psicológioco capaces de descifrar, perfectamente, y sin necesidad de detectores, el nerviosismo producto de la falsedad de Soberanes.

Para el show mediático utilizan a Joaquín López Doriga, el comunicador más desprestigiado del país, que se muestra profundamente agradecido porque el encargado de “defender” los derechos humanos de los mexicanos le toma una llamada para montar el teatro. ¡Imposible! creer que la perversidad está de nuestro lado. A loa dueños del dinero, que es de todos, se les olvida, o nunca han sabido, que la esencia del pueblo es la nobleza, el amor a la tierra, ahora arrebatada, el respeto a los ancianos símbolo de sabiduría; la entrega incondicional al trabajo del campo que alimenta a sus hijos y a su pueblo.

Estos hijos de puta no tienen conciencia de lo que están despertando entre la gente.

La herida, de por sí dolorosa, se profundiza con la sal que agregan cada día.

Sólo quiero decir en este escrito, salido del dolor de mi alma, que no somos idiotas, que esta intención de mantener al pueblo aletargado y embrutecido con los medios de comunicación, no sólo cómplices sino perversos, está cumpliendo el objetivo contrario. La sabiduría no sólo está en la escuela, abandonada con el propósito de que en ella no se aprenda nada, la sabiduría está en la vida misma. La conciencia se transforma mediante la acción de los hombres sobre el mundo, no con discursos elocuentes y falsos.

Todas sus acciones son medidas por el pueblo con la misma vara, porque no somos idiotas.

Lo que hoy percibimos es una maldad inconmensurable en la clase política, que nada hace por el bienestar del país y de la gente, y que vive a sus anchas a costa de nuestro sufrimiento. Lo que tenemos presente todos los días son el abuso, la impunidad, el atraco a las arcas de la nación, la verdadera ignorancia, la incapacidad producto de la insensibilidad y el egoísmo, el entreguismo a los intereses extranjeros y, lo más preocupante, el desmantelamiento de las instituciones que se erigieron con sangre de los hombres valiosos que ha dado esta nación.

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