Publicidad para matar

Antonio Cánaves Martín
Palma de Mallorca

Sr. Director: Si tuviéramos que elegir, entre dictadores, mercenarios, terroristas, golpistas, psicópatas, y otros peligrosos sujetos con capacidad para matar masivamente (fuera de toda sospecha) el publicitario, los desbancaría a todos.

La propaganda opera para influir en el comportamiento de los individuos; la publicidad persigue fines exclusivamente comerciales. Pero se entremezclan cuando su fin es lucrativo. Ambas, se pueden definir, como el conjunto de medios y técnicas que permiten la divulgación de las ideas o de los objetos, y que tiende a provocar comportamientos o actitudes de aceptación o rechazo en los individuos que reciben sus mensajes.

En el siglo XVI, la iglesia católica crea la primera forma organizada de propaganda, “Propaganda Fides” fundada por Clemente VIII, con el fin de la defensa y propagación de la fe católica, con amplias atribuciones, entre ellas el gobierno de las misiones, que tuvo como resultado el exterminio de otras culturas y pueblos.

La información, por otra parte, busca los datos más objetivos de un objeto o suceso. La línea divisoria entre información y publicidad, adquiere en muchos casos, distancias enormes: ya que la publicidad al ser una actividad comercial, y por tanto, lucrativa, no solo tiende a informar de ciertos aspectos positivos de un producto o idea, y ocultar sus aspectos negativos, sino que le da atribuciones que no tienen que ver con la realidad, si no con la imaginación de los publicitarios para hacer atractivo y deseable un producto, alterando con ello, a través de la repetición continua y la percepción de la realidad de la mayoría del público.

El sistema de marketing estimula un interés obsesivo en las posesiones materiales y la imagen. Se juzga a la gente por lo que tiene o por su apariencia, no por lo que es. No se considera que una persona sea exitosa, si no posee una casa grande, dos automóviles, imagen joven y marcas.

La moda podría ser un ejemplo de ello, ya que con el fin de crear una corriente mayor de consumo, pretende crear insatisfacción y frustración en el consumidor en el menor tiempo, entre la compra y el desfase del producto. La pérdida o ignorancia de otros referentes estéticos y morales, dan como resultado buena parte de anomalías conductuales como la anorexia y la abulimia. Esto, dentro de su gravedad, se nos antoja inocente, frente a hechos letales de la propaganda en la historia: ¿Sabía el pueblo Alemán, que tras el aparato de propaganda del partido nazi liderado por Joseph Goebbels, se estaba llevando a cabo el exterminio judío y gitano en campos de concentración?

Joseph Goebbels es el gran maestro de los publicitarios de hoy, y aplican “sus muchos principios” propagandísticos a rajatabla, como el “Principio de orquestación: La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas: Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad».

¿Sabe la población mundial, que la industria del tabaco, tras 80 años de hacer alegatos publicitarios, relacionando la emancipación, la libertad, la seducción, la identidad nacional… con el placer de fumar, ha matado a mas de 500 millones de personas y actualmente tiene mas de 2.000 millones de personas adictas a la nicotina, y que cada año, engrosan sus listas con mas de 10 millones de muertos por cáncer relacionado con el tabaco?

Por un lado, nos parece normal, que antes de salir un medicamento al mercado, hagan pruebas durante 5 o 10 años para demostrar su eficacia. Aun así, una vez puesto en circulación y a la venta del público, si se comprueba que tiene efectos adversos para la salud, lo quitan del mercado. Por otro, por arte de la publicidad, hay un producto, que mata a 2 de cada 100 usuarios a lo largo de su vida, y deja con secuelas físicas a 20 de cada 100, y nos lo publicitan como el objeto inocente, que nos da libertad, prestigio, felicidad, cohesiona la familia, enamora, da independencia, realización personal o la inmortalidad. Este objeto de deseo: el automóvil ha matado a 45 millones de personas en su corta historia, y lo hace a un ritmo anual de 1.200.000 muertes. A pesar de su letalidad, no se le retira del mercado, ni se le retira la cualidad que le hace tan mortífero: la velocidad. Pudiendo desarrollar velocidades superiores a los 200 Km/h cuando la velocidad máxima son 120 (a todas luces, excesiva)

El buen publicitario es un pedagogo, que continuamente nos educa (con el beneplácito del Estado y el clero) en como sacar el dinero de nuestros bolsillos para meterlo en el de sus jefes, ocultándonos, las mil y una forma en que nos podemos matar o lesionar.

De la misma forma que el pueblo alemán (al acabar al guerra) no llegaba ha aceptar, que en su nombre, se hubieran cometido tantas atrocidades en los campos de exterminio; el ciudadano, cuando despierte aturdido por la borrachera publicitaria del progreso y el crecimiento económico, y se asome a ver los efectos devastadores de su sumisión a la publicidad, descubra, que ha estado apoyando un sistema de exterminio masivo, que ha diferencia del sistema de propaganda nazi: al consumidor actual, se le hace creer que muere por voluntad propia.

No son necesarias sectas satánicas u oscuras bandas terroristas, en profundos sótanos, con aparatos de tortura, que lavándonos el cerebro, nos llevan a la locura o la muerte. Basta con apretar el mando del televisor para ser objeto de bombardeo incesante. Asunto, que debería ser tratado como una cuestión de seguridad nacional o de salud publica. Porque podemos concluir, que para dar beneficios al mundo empresarial, los publicistas, con el refuerzo del cine y televisión, han sido artífices de las mayores matanzas a escala planetaria.

Atte. Un obrero de iglesia pobre

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