Obispos, políticos y mal menor

Samuel Valderrey
Pamplona

Sr. Director: Desde que el 30 de enero la comisión permanente de la Conferencia Episcopal Española hizo pública sus habituales recomendaciones morales ante una nueva cita electoral, se han ido lanzando a la opinión pública una serie de manifestaciones, comentarios, críticas…, que tienen poco que ver con el pronunciamiento hecho por los obispos.

Hemos escuchado y leído: “Los obispos piden votar a los partidos que no dialoguen con ETA; Los obispos hacen campaña contra el PSOE; los obispos en campaña…”, comentarios que no pretenden otra cosa que manipular la realidad y confundir a los ciudadanos, queriendo identificar a la Iglesia con una opción política.

Hay algunos aspectos que me gustaría puntualizar: Primero, recordar que el texto no dice que no se vote a los partidos que han dialogado con ETA, como algunos apuntan, sino que dice textualmente: “Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político”, después de hablar que el terrorismo es incompatible con una visión moral de la vida, lo que creo que cualquier “demócrata” aceptaría.

Por otro lado, lo que hacen los obispos, no es más que poner de manifiesto los aspectos fundamentales de la Doctrina Social que la Iglesia viene defendiendo desde siglos, les gusten o no a los políticos. Algunos de estos aspectos son: la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la defensa y promoción de la familia como fuente de solidaridad y célula básica de la sociedad, la solidaridad y justicia con los últimos (ancianos, niños explotados, parados, inmigrantes,…), etc.

Después de leer estas orientaciones morales que son legítimas y que la Iglesia está en su pleno derecho de hacer, me parece evidente que ni el PSOE ni el PP son dignos de recibir el voto de los católicos. Ninguno de los dos defienden la vida desde su concepción, ninguno se plantea políticas que luchen contra las causas del hambre, del paro, de la esclavitud infantil, ninguno de los dos cuestiona la economía de mercado que asesina a millones de empobrecidos, ninguno de los dos va a luchar contra la especulación de la vivienda que sufren miles de familias.

Si consideramos el hambre, el paro, la esclavitud, el aborto,… como un mal, no podemos colaborar formalmente con estas opciones políticas, aunque sea en nombre del llamado “mal menor”. Desde el punto de vista moral, nunca es lícito cooperar con el mal. Los cristianos y las personas de buena voluntad no podemos renunciar a la verdad, la justicia y la moral en política.

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