Con lo malo, malísimo, que es fumar - lo digo completamente en serio - prohibir hacerlo sólo en ciertos sitios, reduce un problema de salud nacional a una puritana e hipócrita operación de marketing y simple maquillaje
De todos es sabido que a partir del día dos de enero del inminente año 2011, los fumadores no vamos a poder alardear de nuestro vicio nefando en ningún establecimiento hostelero del país, amén de otros lugares varios.
No seré yo, pobre ignorante pero no del todo tonta, quién cuestione los contrastados estudios científicos que prueban la letal combinación de sustancias tóxicas y potencialmente mortales que componen el temible y adictivo hierbajo que para simplificar, denominamos «tabaco».
Estoy de acuerdo en que la medida más prudente para no verse afectado por horribles patologías el día de mañana, es que ningún joven empiece a fumar nunca, porque como bien saben los expertos en deshabituación tabáquica, «dejarlo» una vez convertidos en víctimas dependientes, es dificilísimo aunque no imposible porque con el debido apoyo terapéutico y fuerza de voluntad, por fortuna hay héroes que lo consiguen.
Estoy de acuerdo en que los fumadores somos un perfil de toxicómano que necesita ayuda eficaz, también de las autoridades sanitarias, con las restricciones implacables que crean más oportunas.
Estoy de acuerdo en que fomentar una cultura de conductas y hábitos saludables, que incluye la proscripción del uso del tabaco, es necesaria y conveniente, sobre todo entre los jóvenes que, como he apuntado, ojalá se vieran libres de «engancharse».
Estoy de acuerdo en que morirse es la gran faena que inexorablemente le ocurre a todo ser humano, pero que cuanto más tarde, mejor.
Así que, aunque hay que contar siempre con la Providencia y/o el Destino que se nos puede llevar de un simple e inevitable resbalón en la ducha – no prohibirán ducharse, ¿verdad ? – poner los medios para gozar de una vida larga y plena me parece de lo más gratificante.
Por eso, le agradezco sus desvelos a este protector y paternalista Gobierno nuestro y muy en especial a «mamá» Pajín que es la que más se preocupa de esos hijos descarriados que somos los fumadores pero ¡ay! con un muy mal disimulado fariseismo, con el que – ¡mira por donde!- no estoy en absoluto de acuerdo.
Porque, con lo malo, malísimo, que es fumar – lo digo completamente en serio – prohibir hacerlo sólo en ciertos sitios, reduce un problema de salud nacional a una puritana e hipócrita operación de marketing y simple maquillaje.
Con lo malo, malísimo, que es fumar y lo seriamente que perjudica la salud – inhalamos el humo de la muerte – ¿porque prohibirnos sólo que lo hagamos en público sin extirpar el cáncer de raíz?.
Con lo malo, malísimo, que es fumar, mañana mismo el Gobierno debería promulgar un inapelable decretazo y cerrar todos y cada uno de los más recónditos estancos, penalizar, hasta privando de libertad, a los traficantes y consumidores de droga tan nefasta y no limitarse a ocultarla de la vista del resto de probos ciudadanos, exentos de lacra nicotínica.
Amigos, eso sería valiente, coherente, sincero y audaz.
Pero un desastre para las arcas impositivas del Estado, porque de la porquería del tabaco se recaudan impuestos ¿no?.
Y no pocos, ¿verdad?.
Pues, desde la inocencia, no lo entiendo.
O, quizás, es que es feo morirse delante de unos churros y un café y fumar ya no tiene el glam de «placer sensual, genial» de antaño, pero erradicarlo es más que condenar al cierre a inocentes dueños de modestas cafeterías que espero sobrevivirán pero pasarán un hambre que, hablando de bienestar corporal, no les favorecerá…
Erradicarlo pasa por lo que este Gobierno no hace nunca. Actuar de verdad en nuestro beneficio, no en el de su mera imagen, actuar por nuestro bien, no cínicamente por el suyo.
Y es que el drama, es que entonces, ambos intereses, no coinciden jamás.