La experiencia demuestra que, en las comunidades multiculturales en las que hay libertad para todos sus habitantes, la convivencia no es peor que la que se da en sociedades más homogéneas.
¡Hasta se celebran matrimonios entre personas de muy distinta raza o cultura, y son tan felices!. Pero esta convivencia en paz suele truncarse cuando aparecen los enredadores nacionalistas.
Y lo malo es que se comienza enredando -parece un juego de niños- y se acaba como se acaba: odio, hambre, muerte, refugiados, alambradas, etc. Y luego llegan las lamentaciones hipócritas; como si los males anteriores surgiesen por casualidad.
Aunque se trate de casos en buena parte diferentes, convendría que pensásemos en lo que sucede actualmente en Ucrania, Palestina, Irak, Siria, etc., o en lo que sucedió antes en Alemania(nazis, judíos, etc.),Irlanda (lo del IRA), los Balcanes, etc.
Y lo llamativo es que las personas que «siembran» el virus, cáncer u odio nacionalistas y los que los aplauden no son desarrapados, ni hambrientos, ni marginados, sino todo lo contrario: ¡hasta van vestidos con chaqueta y corbata! ¡hasta son considerados como buenas personas!
Y aunque las peores tempestades producidas por los vientos nacionalistas sean las que he mencionado anteriormente, hay analistas que deben de pensar que lo que más puede hacer rectificar a los nacionalistas es hacerles ver los males de tipo económico que se producirían con la desunión, pero, a mí me parece que se equivocan, pues a muchos nacionalistas no les importa gran cosa que haya gente que, como consecuencia del desastre económico que se produciría, se quede sin trabajo y tengan que emigrar. Y no les importa porque, por una parte, ellos podrían así mangonear más y más fácilmente (serían los últimos en quedarse en paro), y, por otra, si tuviese que emigrar gente (en muchos casos, «des-emigrar» ) que no reúna las características identitarias del lugar, mejor para los objetivos nacionalistas ¿no?.
