Que Pablo Iglesias no es un español simpático salta a la vista.
Siempre aparece como cabreado, como si el mundo estuviera contra él, hasta se nos muestra con cara de hambre. Me viene a la cabeza ahora aquella frase de Scarlett O´Hara en la película Lo que el viento se llevó cuando exclamaba aquello de «sobreviviré y cuando todo haya pasado nunca volveré a pasar hambre ni yo ni ninguno de los míos…aunque tenga que mentir, robar mendigar o matar»
El señor Iglesias se está convirtiendo en un personaje político que apenas irradia frescura sino impostura, opacidad en vez de ilusión. Está ya caduco antes de empezar a hacer realidad sus ambiciones políticas y a lo mejor hasta se ha creído que es un libertador o quien sabe un dictador posmoderno con sobria coleta bakuniana. Y decimos esto último porque incluso en Andalucía se mastica el desencanto de sus bases al sentirse ninguneadas por la cúpula de Podemos, en particular por su líder que hace y deshace a su antojo.
Como además promete mucho, eso sí en la ambigüedad, y miente compulsivamente demasiado, empieza a caer peor. Así, se desnuda y retrata en sus intervenciones en los medios y en otros actos donde comparece y como si fuera el dador y hechicero de la verdad verdadera, se despacha insolentemente, cabreado como siempre, con frases y sentencias categóricas:» no me gusta esto o aquello», «tu mientes, eres un mentiroso» dice mientras el dedo de su mano increpa amenazador al que así pregunta o afirma algo no conveniente para el jefe del circulo morado.
Cual actor consumado en las artes de la escena teatral, allá donde va apela a lo mismo que otros dicen pero como haciendo un quiebro maquiavélico suelta sus frases ensayadas que por obvias hasta producen hartazgo: «primero la gente, eso es la democracia».
Después, como escenifica ahora en Andalucía, se desborda con un populismo tan rancio como tópico y hasta alude al tradicional puchero para solicitar el voto de la generación que aupó al PSOE andaluz. Por cierto, ahora que le conviene, parece no despreciar a aquellos políticos de la Transición.
La verdad es que los de Podemos, que no forman parte de un movimiento nuevo sino más bien de un fenómeno con bastante artificio y surgido y en gran parte promovido por la corruptela y el mal hacer de algunos de la clase política, parece, decimos, que han leído mucho pero también se nos antoja que miran hacia otro lado cuando se les recuerda que pueden ser hijos de la corrupción venezolana y amantes del dinero ruso e iraní.
Así las cosas, ahora, mientras un Castro moribundo que no se muere, cual marioneta de un régimen que expira en la lejanía, recibe para la foto oficial a unos espías que lo fueron, mientras en Madrid se expulsa violentamente de los actos a los opositores venezolanos, mientras el ciudadano Iglesias no aplaude el discurso de su secretario general de Málaga, líder del sector crítico de Podemos, mientras esto y mucho más está ocurriendo, el líder de la marcha lila se vacía incontenible con grandes promesas sociales que ni el mismo se cree ni sabe manejar.
De entrada, imita a Zapatero cuando aquello del cheque-bebé que por cierto duró escasos tres años. Obviamente, ni habla de cuantía ni duración de la ayuda al que nace. Menos mal que el nacido ni se enterrará de tal incumplimiento.
A continuación, en un derroche de benevolencia decorativa, promete guarderías públicas y gratuitas. ¿Y las guarderías privadas que mantienen puestos de trabajo y no erosionan el erario público?
Siguiendo su periplo de promesas inconsistentes, lanza la idea de equiparar permisos de paternidad y maternidad, y aquí esta lo esperpéntico, cuando dice que sería como una vía para salir de la crisis.
El profesor Iglesias se flagela en su aparente ignorancia. Semejante disparate – vía para salir de la crisis- desde un análisis económico de nuestro país, solo nos puede conducir a pensar que para algunos el pensamiento está huyendo de la Universidad.
Quizá olvide el camarada Iglesias que el Congreso de los diputados ya trabaja para equiparar los permisos de paternidad con los de maternidad y que cuenta en un principio con el apoyo de todas las fuerzas políticas.
También apuesta en un rocambolesco, demagógico e inconexo documento llamado «Reorganizar el sistema de cuidados: condición necesaria para la recuperación económica y el avance democrático», documento que nos recuerda a aquellos stalinianos de colectivos y organizaciones comunistas y que formaron parte del hilo rojo de la historia, eliminar el empleo parcial y sus incentivos, con lo que muchos españoles, mujeres y hombres, perderían una mayor flexibilidad y tiempo libre, así como la posibilidad de combinar estudios y otras actividades o proporcionarles una base de experiencia mínima para poder buscar en un futuro un empleo en otro puesto de trabajo a tiempo completo, por ejemplo.
Nos habla también de la reducción de la jornada a 35 horas semanales.
Esta propuesta resultaría a todas luces contraproducente. Piénsese que en la actualidad muchos empleados son contratados a tiempo parcial y trabajan a tiempo completo y si de verdad se quiere situar el trabajo y el empleo en el centro de la política social y se tiene intención de aplicarlo, la estrategia del reparto del trabajo debe reconducirse no solo a la flexibilización de la normativa laboral sino también al espacio de la negociación en las empresas.
De lo contrario, nos encontraríamos con altos niveles de paro y poco empleo, como ha ocurrido en Francia con la jornada de 35 horas.
No olvidemos que son las empresas las que de verdad crean empleo y más se robustece la economía de un país cuando precisamente esas empresas exportan más y mejor, optimizan sus rendimientos productivos y dan cabida a una plantilla laboral más fija y estable. Ya se sabe, mayor intervención del Estado, mayor gasto público, no nos engañemos.
En fin, Podemos ha podido crear su película, pero sería fatal que pudiera exhibirse en la gran pantalla que forma y es nuestra querida España.
