Carta al Director

Ante las elecciones de mayo y noviembre de 2015

Ante las elecciones de mayo y noviembre de 2015
Elecciones, voto, urna, partidos, sondeo y política. PD

Con las encuestas políticas unas veces se gana, otras se aprende pero generalmente nunca se pierde. Las elecciones son distintas. Por ejemplo, la economía, el bolsillo de los que pueden votar, suele influir más que incluso la corrupción política.

Ahora, mientras Felipe González, promotor que fuera de Susana Díaz en un PSOE andaluz que se mantiene como una «sub specie aeternitatis», como en una especie de «existencia bajo el aspecto de eternidad» en el decir del racionalista holandés Baruch de Spinoza, intenta participar en la defensa de López y Ledezma en un mundo al revés como Venezuela, cuyo dictatorial Gobierno hará lo posible para que no vuele hacia allí, mientras Zapatero, que parece un tanto corto pero que encierra más picardía de lo que creemos, nos dice que Podemos es socialdemócrata aunque los de Podemos insisten que lo suyo es el populismo, mientras, en fin, todavía algunos del PP creen que el peligro está en la abstención de cara a las elecciones que se avecinan, Pablo Iglesias y sus adláteres más próximos insisten machaconamente en que solo les vale el poder, al margen de caer como tantos otros en manifiesta incoherencia con sus demagógicos discursos. Desdibujan torticeramente sus planteamientos y ahora sustituyen condiciones irrenunciables o líneas rojas para convertirlas en propuestas para dialogar. Y decimos esto porque ahora pueden estar hasta dispuestos a convertirse en la comparsa del PSOE andaluz perdiendo así su inicial carácter ciclotímico.

Quizá estén entrando, como les ocurre a las mujeres cuyo embarazo queda interrumpido de repente, en una depresión postelectoral o síndrome de Estrés Traumático Postelectoral.

Susana Díaz, la de la agradable sonrisa, ha de ser en estos momentos sumamente cauta en sus posibles relaciones con Podemos pues difícilmente éste último partido antepondrá los intereses de los andaluces a los de partido.

Obviamente, ha de gobernar sin presiones partidistas y olvidarse que tiene derecho a que los demás partidos tengan altura de miras cuando fue ella misma la que adelantó las elecciones bajo un precio muy costoso para los andaluces.

No se puede exigir lo que nunca se ha dado. Adquiera el compromiso y llévelo a la práctica de regenerar lo que ella misma sabe que hay que limpiar y abrillantar.

A Mariano Rajoy de nada o poco le va a servir reunir a todos sus cargos para impulsar la movilización electoral en un intento desesperado de poder continuar con su mayoría absoluta en muchos ayuntamientos y comunidades si antes no corrige esa imagen de muy suyo que traslada a los medios.

Indudablemente al PP actual le va a pasar factura la descarada y chulesca corrupción que ha habido en sus filas y que nació y se desarrolló con todo su esplendor en el mandato de Aznar y que Rajoy ha heredado en gran medida, así como la ineficacia de ciertos asesores de los que se ha rodeado el presidente y que no han tenido el acierto de dar con la clave con la que se ganan los votos: saber transmitir, máxime cuando consideramos a Rajoy que es un político razonable y que con su buen hacer y el de muchos de sus ministros ha podido situar a nuestro país de nuevo en el concierto de las potencias europeas, sacándonos con el esfuerzo de todos del mal hacer de su antecesor, que, por cierto, en vez de someterse a la disciplina del silencio no para de enredar con Cuba, Podemos y hasta se le ve acompañado por el siempre simulado señor Bono.

Nuestro actual Gobierno, sin frivolidades y aspavientos bananeros, está consiguiendo que nos vayamos recuperando económicamente lo que más temprano que tarde se traducirá en una paulatina consolidación del empleo.

Ahora bien, que el Gobierno que preside Rajoy haya hecho mucho y bien no significa que esa recuperación sea percibida todavía por los ciudadanos aun cuando se esté reconociendo en los foros y organismos internacionales y los medios no dejen de dar noticias en tal sentido.

El ciudadano tiene que interiorizar el mensaje, esa es la clave de la credibilidad que está en crisis por variados motivos -anquilosamiento, devaneos con la corrupción, etc.-, ese es el reto que de aquí a las elecciones, sobre todo las generales, tiene el PP y cualquier otra lectura nos parece desacertada.

Rajoy tiene que lograr llegar más allá de sus bases políticas. Explicar confiadamente que los recortes vienen de una España herida mortalmente por el déficit y defender las cosas razonables que son las únicas que valen, frente a esas nuevas formaciones políticas de la izquierda, que en la forma y en el fondo son las mismas de siempre, que no dejan de lanzar campanas al vuelo con eso de la regeneración democrática.

Al PP y a Ciudadanos, a Ciudadanos y al PP, no les queda más remedio que entenderse y hacer una política común en beneficio de los ciudadanos. La clave de nuestra estabilidad política, económica y social va a estar en que ambas formaciones aúnen sus esfuerzos y compromisos.

En nuestro modesto análisis, va a ser Ciudadanos, no la abstención, lo que más votos le va a quitar al PP, fundamentalmente en esa escala de votantes de entre los 18 y los 40 años.

¿Y cuál ha sido la piedra filosofal de Ciudadanos? Sencillamente la capacidad de marketing del señor Rivera, simplemente eso. Por ejemplo, en las últimas elecciones andaluzas, en la noche lectoral, allí estaba él dando la cara y trasmitiendo su mensaje a todo el país. Son las oportunidades, magníficas y emotivas, las que ganan muchos votos, pues no olvidemos que en las votaciones políticas las emociones cuentan extraordinariamente. Rajoy debiera haber estado también en ese momento.

Si los asesores de imagen y campaña del PP, si esos consejeros personales que tiene Mariano Rajoy a la sombra o aquellos que le acompañan infatigablemente, por muy correctamente que hablen inglés y francés, no entienden esto, las próximas elecciones pueden ser una incógnita para el Partido Popular. Un batacazo del PP sería imperdonable.

Eso sí, al menos Podemos restará cuantiosos votos al disparatado independentismo catalán que de consumarse, haría estragos en los bolsillos de muchos ciudadanos catalanes que pueblerinamente no parecen ser ni comportarse como ciudadanos del mundo.

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