Hablar bien de alguien, lo siento, ni de aquel lo hago
Que, pudiendo hacerme listo, guapo y rico,
No lo ha hecho; todo lo contrario, y más aciago:
Torpe y feo y, para ir tirando, pala y pico;
Verá el lector que sí parece que me enjuago
En …, -mejor me callo-, no es porque sea un borrico,
Es simplemente porque soy un hombre frustrado,
Sin que yo ¡leche! haya puesto nada de mi lado;
Este no hablar bien, claro que supone mucho esfuerzo,
Tanto o bastante más que hablar malamente,
El mismo que hay entre no ser y ser un mastuerzo,
El no ser gente de bien que ser mala gente;
No es igual que no soplen alisios, que lo haga el cierzo:
Lo uno puede ser, no lo niego, impertinente,
Y lo otro es, no solamente un refrito
Pecaminoso, sino además un delito;
No intento con mis sátiras que alguien se ofenda,
Solamente advertirle de qué pie cojea,
Y si considera que es perversa mi ofrenda,
Que sepa por lo menos que baila con la más fea;
Si a quienes las dirijo no cambian su agenda,
Yo seguiré como hasta ahora con mi tarea:
Para mí el hecho de negarles mi asistencia
Satírica, sería un caso de conciencia;
Ante su ignorancia, que les crece como abrojos
En los ejidos, y en las parturientas, antojos,
Me veo obligado, no a ponerme de hinojos,
Sino, ¡por ética!, … ¡a no hablar bien de los Rojos!