Aunque nonagenario,
En morir no tengo ninguna prisa;
El llevar un Diario
De Auroras me avisa
Que la vida … ¡claro que vale una Misa!;
Es tal mi fe en la vida,
Que de morirme no me acuerdo,
Sin que tenga cabida
En mi seso, aunque lerdo,
Que su San-Martín … ¡le llega a todo cerdo!;
Siempre estoy atento
En abrirle a cada día un horizonte,
Y aunque parezca cuento,
Me doy a este remonte,
Tal como la cabra … ¡tira al monte!;
No es que me sienta
Cansado, sino todo lo contrario;
Solo tengo en cuenta
Que, siendo un operario
De la vida, antes que el salario
Le pida a la muerte,
Tengo que seguir labrando mi huerto;
Teniendo aun la suerte
De no haberme muerto,
Sigo teniendo un surco abierto
Para seguir dándole más cultivo,
Pues por él, con él y en él … ¡sigo vivo!.