Del tal José Bono no me vaga hablar
Por muchas razones; he aquí algunas:
Porque, si le adulas, se siente la mar
De engolado, pero tiene lagunas
Su memoria cuando le preguntas algo
Que su buen nombre lo deje en ayunas;
Muerde esquinas porque su honor de hidalgo
Le impide soltar brida y dar espuela;
Y en esta carrera ni entro ni salgo;
Con cara de santo le enciende una vela
A su fe de católico de fachada,
Caldo para el que lleva aún cazo y cazuela;
A estas razones otra viene atada,
Como un eslabón más de su larga cadena:
La de seguir haciendo el payaso cada
Vez que la Ser le pone a su voz antena,
O a su físico la Sexta le da pantalla,
Que, si no da la risa, le da a uno pena;
En su desfachatez tan a gusto se halla,
Que se pone a vendernos como lubina
Y mero lo que sabemos que es morralla;
A la vista está que lo que no es inquina,
Mayor que la que le tiene todavía
A Franco, es una ignorancia supina
De la decencia moral y de la hombría,
Que aún hoy no conoce ni por el forro …
Y acabo sin sacar de su alcancía
Ni el diez por ciento que tapa con el gorro
De pelo postizo, que tiene injertado,
De su riqueza ganada por el morro,
Que tiene sin nunca jamás haber dado,
Ni siquiera por casualidad, un palo
Al agua … Alto y claro, de frente y de lado:
Un chorizo, sí, … ¡pero de Cantimpalo!.